6 de agosto de 2014

DEVOCIÓN A SAN JOSÉ DEL BEATO PÍO IX PAPA I


            Sin duda el Beato Pío IX es el santo más devoto de San José entre los Papas anteriores a San Juan XXIII y San Juan Pablo II. Son muchos los hechos que lo atestiguan.
            El Beato Pío IX nació en Senigallia (Italia) el 15 de mayo de 1792 y ese mismo día fe bautizado imponiéndole el nombre de Giovanni María Mastai Ferreti
            Se decidió a seguir la carrera eclesiástica después de ser curado por la Virgen De Loreto de una grave enfermedad que le impidió seguir los estudios civiles, y fue ordenado sacerdote en 1819. En su vida sacerdotal era muy fiel a la oración diaria y al examen de conciencia.
            A los 6 años de sacerdote fue nombrado obispo de la Archidiócesis de Espoleto. Luego fue trasladado a la de Imola, Vivió como pastor íntegro, lleno de caridad.
            En 1840, con apenas 48 años fue creado cardenal y en la tarde del 16 de julio de 1846 fue elegido Papa. Murió el 2 de febrero de de 1878. Fue el Papado más largo de la historia de la Iglesia. A su muerte San Juan Bosco profetizó: “Hoy se ha extinguido la luz del sumo e incomparable astro de la Iglesia, el Papa Pío IX, Dentro de poco tiempo estará en los altares”. Y el Beato José Baldo se expresó así: “Vendrá un día en que nuestro siglo tomará el nombre de un Papa extraordinario, el Papa Pío IX, Dirá la historia que todo el mundo tuvo los ojos clavados en Pío IX. Dirá que tuvo la fuerza del león y al mismo tiempo la amabilidad, la ternura y suavidad de una madre”.
            Tuvo una excepcional y eximia devoción a la Virgen María y a su santísimo esposo san José. Él mismo nos confiesa en la Letra apostólica Inclytum Patriarcam, escrita un año después de la proclamación de san José como Patrono de la Iglesia, que le ha nombrado tal “movido por la singular devoción con que desde la adolescencia se vio afectado hacia el mismo santo Patriarca”. Y con anterioridad en el Decreto Inclytus Patriarca Joseph del 10 de septiembre de 1847 había dicho que acogió las preces que le dirigieron los Ven. Cardenales de la Iglesia católica y de muchísimos fieles para extender a toda la Iglesia la fiesta del Patrocino de san José “con apostólica benignidad porque son plenamente conformes con su singular piedad para con san José”
            Siempre fue gran devoto de san José. Y expresión de su devoción temprana a san José es la Novena que predicó en su honor y alabanza en la iglesia de San Ignacio de Roma en 1823 a sus 26 años, en la que cada día derrama gozoso su amor y devoción al Santo y su valoración altísima de sus sublimes virtudes y privilegios, y pienso que si le encargaron la predicación de la Novena es porque sabían de su devoción al glorioso Patriarca.
            Un año después de ser elegido Papa, el 1 de septiembre de 1847 publicó un Decreto: Inclytus Patriarca Joseph por el que a petición de los Cardenales de Roma y de muchísimos fieles del mundo entero extendió a toda la Iglesia, la fiesta del Patrocinio de san José, “con gran gozo de nuestro corazón”, mandando celebrarla el tercer domingo después de Pascua y la hace fiesta de precepto. Esta fiesta ya se celebraba en diversas Órdenes religiosas y diócesis en Europa y Estados Unidos y Canadá. A los primeros que les fue concedido por Inocencio XI en 1680 celebrar esta fiesta fue a los carmelitas descalzos de España e Italia. 
            En este Decreto san José es presentado como mediador misericordioso y eficaz patrono delante de Dios, que alcanza con su valiosísima intercesión lo que la posibilidad humana no puede conseguir. Esta protección valiosísima se extiende a todas las necesidades de alma y cuerpo, como había ya proclamado santa Teresa de Jesús desde su propia experiencia. Y esta dignidad y poder omnímodo es consecuencia de su elección tan sublime de ser padre putativo de Jesús, el Hijo unigénito del Padre del cielo, por su matrimonio con María, y de ser el esposo verdadero de María, la Reina del mundo y Señora de los ángeles. Se trata de dos títulos únicos y exclusivos suyos, que exceden inmensamente en dignidad y santidad a cualquier otro título y prerrogativas, por sublimes que sean, y que le convierten en un Patriarca ínclito, excelente, eminente, distinguido, único que sobresale extraordinariamente en dignidad y santidad.
Para que san José pudiera llevar a cabo cabalmente esta misión de tal esposo v de tal padre, que conlleva el más alto grado de dignidad y santidad después de María, era necesario que Dios, el Padre Omnipotente, lo enriqueciese con gracias singulares y acumulase en él  abundantísimos carismas celestes. Y así lo hizo. En San José el Padre del cielo sobreabundó en gracias, privilegios y dones.
Por su arte san José cumplió maravillosamente la misión que el Padre le había encomendado de custodio de Jesús y de María; con prontitud extraordinariamente inenarrable estuvo siempre pronto a sus órdenes, obedeció en todo y de manera ininterrumpida a la voluntad y designios de Dios. Y de tal manera agradó a Dios con su obediencia que fue el dilecto de Dios y coronado de gloria y honor en el cielo, donde el Padre le ha dado un nuevo oficio, una nueva misión: ayudar a la muy miserable condición humana con sus copiosos méritos, con el poder omnipotente de su oración y obtener para todo el mundo –es Patrono de toda la Iglesia- con su valiosísima intercesión lo que solo él puede conseguir, que no en vano sus peticiones a su Hijo Jesús, este la toma como mandatos de su padre y los cumple siempre.
Se trata de un Decreto realmente singular sobre san José en el que por primera vez en los documentos pontificios se llama al santo Patriarca padre putativo del Hijo unigénito de Dios, además del de esposo de María. En él encontramos el primer tratadito oficial sobre san José, es verdad en miniatura, pero con referencia exacta a sus títulos, grandeza, dignidad, santidad y misión extendida a todo el mundo.

                                                           P. Román Llamas,ocd