La reciente publicación de la nueva Encíclica
del Papa Francisco, ‘Laudato Si’ ha
sido recibida por los círculos académicos y políticos con una actitud
indispuesta al diálogo; en donde prevalece el paradigma tecnocrático de nuestra civilización y una
inercia que se resiste al cambio en los aspectos culturales y económicos. El
Papa Francisco propone un camino muy audaz, en donde nos conduce a reflexionar
por varias mansiones de esta casa común: Ecología Bíblica, Política Ambiental,
una Crítica del Consumismo y aun sobre el rol de las redes y medios sociales. Dicha
publicación fue recibida con una malsana curiosidad por saber cuál es la
postura del Papa en este asunto, que polariza el mismísimo debate público.
Indudablemente, él responde con claridad a este reto para nuestra civilización,
pero su análisis no se alinea a corrientes políticas ni a teorías
seudo-científicas que por lo general convocan a una acción global sin
autoridad, sin un liderazgo, ni compromiso que las sustente en las comunidades
locales.
A raíz de
la publicación no autorizada (leak)
de un manuscrito de la encíclica por parte de la revista italiana L’Espresso,
se generó una fuerte reacción tanto en los círculos políticos como en los
Católicos, de la que no escaparon ni teólogos ni políticos. Esta primera
reacción se centró en el calentamiento global, no obstante que el Papa rescata
el cuidado y la conservación del Medio Ambiente del embotellamiento que ofrecen
los tecnócratas y la clase política, para darle una dimensión moral. Es decir,
nos está convocando a volver a esta dimensión que ha sido descalificada en el debate público, en donde la ideología
suplanta la raíz.
Hay quienes se sienten molestos por la
intervención del Papa en un asunto que consideran de su exclusiva incumbencia,
pero no olvidemos que a través de los diferentes pontificados, la Iglesia
–mediante las encíclicas- ha logrado orientar la atención sobre varios asunto
globales y ha influido positivamente en la solución de la problemática social y
política. Tal es el caso de ‘Los Derechos
y los Deberes del Capital y del Trabajo’ del Papa León XIII, tras la
Revolución Industrial (1891); ‘Paz en la
Tierra’ de San Juan XXIII, sobre la Guerra Fría y las armas nucleares
(1963); ‘Humanae Vitae’ del Papa
Pablo VI, que rechaza el control de población y los medios artificiales de
concepción (1968); ‘Laborem Exercens’
de San Juan Pablo II, sobre las relaciones laborales y la dignidad de los
trabajadores, que dio lugar al surgimiento de sindicatos independientes en el
mundo comunista y a la caída de estos regímenes, etc.
Las posturas van más allá de líneas
conservadoras y liberales. El temor es el factor determinante que ha entrado en
juego en un diálogo limitando nuestra esperanza, para restarle trascendencia al
cuidado de la Creación que Dios nos ha encomendado. Nuestra cultura tiende a
descartar algo fundamental que el Papa Francisco nos exhorta a reconsiderar:
“La creación no es una propiedad sujeta a nuestra voluntad o arbitrio. Tampoco
es la propiedad de unos cuantos. La Creación es un regalo de Dios, para
cuidarlo y usarlo para beneficio de todos”.
Theodore Roosevelt
Ha habido líderes políticos que han
reconocido la dimensión moral del cuidado del medio ambiente. Theodore
Roosevelt, Republicano, conservacionista que fue presidente de los Estados
Unidos a principios del siglo XX, así lo reconoció, expresando que los recursos
naturales no deberían ser monopolizados por unos cuantos.
Al crear Dios a los seres humanos a su
imagen y semejanza, los bendijo indicándoles de qué manera se relacionarían con
el resto de la creación: “Sed fecundos y
multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en
las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra” (Génesis 1,
28). Este mandato no es un decreto de explotación sin escrúpulos. La palabra
hebrea ‘kabash’ que ha sido traducida
como someter, ha sido también interpretada como pisotear; mientras que ‘radah’ se ha interpretado como dominio,
ambas se han conjugado para conducirnos erróneamente a pensar que los recursos
de la Tierra son nuestros, y por lo tanto, podemos disponer de ellos para
saquearlos según nuestros apetitos. Eso no es lo que Dios quiere.
En el Antiguo Testamento, estas palabras
se usan frecuentemente en relación a los enemigos militares. En este caso, la
Tierra no es nuestro enemigo, sino nuestra casa. La palabra ‘radah’ no implica un dominio sujeto a
nuestra voluntad, sino más bien administrar y cuidar. Somos administradores de
los bienes que Dios nos ha confiado y nos ha permitido disfrutar. Cuando se
administra, se promueve el bienestar de quienes cuidamos, en este caso, el
medio ambiente. No se trata de una licencia para explotar los recursos de la
Tierra con fines exclusivamente comerciales o para satisfacer las demandas de
un mercado rapaz.
En Génesis 2, 15: “Tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y lo dejó en el jardín de Edén para
que lo labrase y cuidase”. La palabra hebrea ‘isabad’ que significa servir, cultivar, atender o revestir se ha
reducido a labrar o cultivar; mientras que la palabra ‘shamar’, que significa resguardar, vigilar y preservar se ha
reducido culturalmente a mantener. No somos los conserjes ni los técnicos de
mantenimiento. En realidad, según las Escrituras, nosotros somos los guardianes
de la Tierra que debemos asegurar que se cumpla la voluntad de Dios. En Laudato Si, el Papa incorpora una
ecología integral que incluye también el trabajo: “En realidad, la intervención humana que procura el prudente desarrollo
de lo creado es la forma más adecuada de cuidarlo, porque implica situarse como
instrumento de Dios para ayudar a brotar las potencialidades que él mismo
colocó en las cosas: «Dios puso en la tierra medicinas y el hombre prudente no
las desprecia«” (Si 38,4). En la Biblia, el Dios que libera y salva es el
mismo que creó el universo y los modos de actuar de Dios están íntima e
inseparablemente conectados, no se puede fragmentar la obra de Dios.
Contaminación del Río Sonora en el Noroeste
de México por derrame de ácido de compañía minera
¿Creemos realmente en este mandato de
Dios? Evidentemente, nuestra cultura inmersa en el consumismo e inmediatismo no
nos permite responderle a Dios. Dios nos llama a ser cooperadores en la obra de
la Creación, pero respondemos con ingratitud e indiferencia. En un estudio
realizado por la Universidad de Yale sobre el Cambio Climático y el Medio
Ambiente, la mayoría, un 68% respondieron que se trata sólo de un asunto ambiental.
El 21% le dieron una clasificación moral; mientras que un 6% lo clasificó en la
índole religiosa. Otros estudios arrojan actitudes paralelas a esta. Una
encuesta de Huffington Post revela que el 82% de los norteamericanos y el 84%
de los Católicos respondieron que los seres humanos ‘tenemos el deber moral de
proteger el medio ambiente’. Sin embargo, sólo el 52% de la población en
general creen que el cambio climático y el deterioro ambiental son causados por
los seres humanos. Hay encuestas
realizadas en México que varían, en donde sólo el 51% cree que tenemos la
responsabilidad de cuidar el ambiente y menos del 24% creen que hemos causado
algún daño al medio ambiente. La mayoría no están dispuestos a tomar medidas a
nivel personal o familiar para proteger el medio.
El propósito de ‘Laudato Si’ es cambiar la tendencia de estas cifras,
independientemente del origen de las encuestas, explicando porqué la
responsabilidad ecológica tiene un fundamento profundamente teológico y moral.
Ha sido así desde mucho antes de que lo reclamaran las agendas políticas de los partidos y
candidatos. Nos advierte que hay un imperativo moral implícito que no debemos
pasar por alto: Tomar acción para lograr proteger la Creación, nuestra
casa-jardín y a la persona humana que reside en esta casa. En la agenda de
muchos movimientos ambientalistas y ‘greens’ figura como prioridad la casa, que
generalmente no se considera como Creación; mientras que a los residentes, que
somos los seres humanos, se nos reduce a botín político o a organismos
intrascendentes.
Sobre esta postura catastrofista que
tiende a depositar su fe en gobiernos tecnocráticos, que ven una civilización
global con grandes logros, aunque atomizada y moralmente en bancarrota, en
donde las cosas ya no pueden continuar así porque no ven otra salida que la
crisis y el inevitable desastre (¡!)….el Papa Francisco integra el elemento
clave: la dignidad humana y el derecho a la vida. Hace una crítica de este
antropocentrismo desviado que califica como un individualismo romántico
disfrazado de belleza ecológica y un asfixiante encierro en la inmanencia
(119). Arremete contra el aborto: “Dado
que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza
con la justificación del aborto. No parece factible un camino educativo para
acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o
inoportunos, si no se protege a un embrión humano…” (120). El Papa
Benedicto XVI escribió en Caritas in
Veritate este pasaje que recoge el Papa Francisco de nuevo en esta
encíclica: “Si se pierde la sensibilidad
personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas
de acogida provechosas para la vida social”.
Los no nacidos también integran la naturaleza
En nuestra relación con el Medio
Ambiente y las otras creaturas, el Papa vuelve a insistir nuevamente en los
peligros del relativismo práctico, como ya lo había hecho anteriormente en Evangelii Gaudium, que lo considera más
peligroso que el relativismo doctrinal: “Cuando
el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad
absoluta a sus conveniencias circunstanciales, y todo lo demás se vuelve
relativo. Por eso no debería llamar la atención que, junto con la omnipresencia
del paradigma tecnocrático y la adoración del poder humano sin límites, se
desarrolle en los sujetos este relativismo donde todo se vuelve irrelevante si
no sirve a los propios intereses inmediatos”. Nos hace ver que la patología
del relativismo es la misma que nos hace ver a las demás personas como objetos,
explotándolos y aprovechándonos de su vulnerabilidad. Es también la lógica
interna que nos hace conformarnos con abandonar la economía a las fuerzas
invisibles del mercado porque su impacto sobre la naturaleza es un daño
inevitable. Si no hay principios ni
límites, corremos el riesgo de dejarnos llevar por la criminalidad organizada,
como de hecho ya está pasando en varias partes del mundo, en donde la cultura
desechable ya promueve hasta el tráfico de órganos humanos, además de la esclavitud
sexual de mujeres y niños.
Culmina su Encíclica exhortándonos a
ejercer la espiritualidad Cristiana con una admiración contemplativa de las
creaturas, como la encontramos en San Francisco de Asís, recogiendo tradiciones
como la de Charles de Foucauld y San Benito de Nursia. Brindemos acogida en
nuestros corazones a esta
espiritualidad, como lo hizo Santa Teresita de Lisieux con su caminito, ya que
hacer todas las cosas pequeñas con amor es parte de una ecología integral, en
donde a diario podemos incorporar los gestos y signos que rompen la lógica de
la violencia, la depredación, la explotación y el egoísmo. La única manera en
que podemos hacer efectiva la construcción del Reino de Dios es haciendo
habitable el planeta Tierra. El Reino de Dios debe tener su sede. Cierra con
dos hermosas oraciones: Una por Nuestra Tierra y la otra, Oración Cristiana con
la Creación.
¡Laudato Si! ¡Alabado seas, Señor!.
-Yvette Camou-
Referencias
Bibliográficas:
Biblia de Jersusalén. Desclée de
Brouwer. 2008. Bilbao, España
Douthat, Ross. “Papal
encyclical raises new fear: contemporary evils might actually persist”. New
York Times. June 17th, 2015.
Fitzpatrick, Paul. “Pope
Francis Releases 'Laudato Si' Encyclical And Lays Out Moral Case For Addressing
Climate Change”. Huffington Post. June 18th, 2015.
Gray Scott, Halee. “Why
conservatives can actually get behind Pope Francis’s environmental encyclical”.
Washington Post. June 18th, 2015.
Papa Francisco. Encíclica “Laudato Si:
Sobre el Cuidado de la Casa Común”. 24 de Mayo, 2015. Vatican.va. Post June 15th, 2015.
Stoll, Mark. “Pope Francis is
actually bringing America’s environmentalism movement to its religious and
moral roots”. Washington Post. June 17th, 2015.
St. Thérèse of Lisieux. “Story
of a Soul: The Autobiography of St. Thérèse of Lisieux”. ICS Publications.
Washington, DC. Third Edition. 1996. Págs.
218-219.