Todo
lo hace y lo vive en silencio. Cuando el ángel le dice en sueños que no tema
tomar a María, su esposa en su casa, no dijo nada. Cuando le manda ir a Egipto
para salvar al Niño de persecución de Herodes, sin pérdida de tiempo cumple la
orden, pero no dice nada. Cuando le manda estar allí hasta nueva orden, el
mismo comportamiento. Y así siempre. No dice nada pero hace. “En honor a la
verdad José no respondió al anuncio del ángel, como María, pero hizo como le había ordenado el ángel
del Señor y tomó consigo a su esposa” (RC 4).
El
silencio no es fundamentalmente ausencia de palabras, rumores y sonidos, es más
bien. La capacidad y realidad de vida interior, profunda, reflexiva, es
expresión de vivencia de honda vida interior y espiritual. San Juan de la Cruz
dice que una palabra pronunció Dios, que fue su Hijo, y estas habla siempre en
eterno silencio y en silencia ha de ser escuchada por el alma. Como dice San
Ignacio de Antioquía, Jesucristo, el Verbo de Dios, nació del silencio de Dios.
Escuchar
en silencio, es lo que hace San José. “El silencio –dice el Papa B. Juan Pablo
II- descubre el perfil interior de san José de modo especial. Los evangelios
hablan exclusivamente de lo que José hizo, pero en sus acciones descubrimos un
clima de profunda contemplación, descubrimos que estaba en comunión continua
con el misterio de Dios.
El
silencio de San José es realmente inmenso, expresión de su grandeza de alma
extraordinaria, de una santidad sublime. Es la expresión de su trato íntimo con
Dios. El que vive muy dentro, está muy advertida en Dios, calla, porque cuando
lo está, luego con fuerza la tiran de dentro a callar, la misma presencia y
experiencia de Dios le está empujando a callar, porque esa misma intimidad con
Dios le enseña que el silencio es mejor y más elocuente que las palabras le
urge al silencio, clima y actitud para escuchar a Dios, que, como dice Santa
Teresa, de las comunicaciones de Dios, se gozan en grandísimo silencio (7M
3,11), y las palabras de las sabiduría oyense en silencio (Eccle 9,19). “porque
es imposible ir aprovechando, sino haciendo y padeciendo virtuosamente, todo
envuelto en silencio” (San Juan de la Cruz)
Esta
actitud de silencio es la que tiene anta Jesús y María que en ese silencio amoroso
le van imprimiendo misteriosamente sus gracias en lo más profundote su ser ¡Cuántas
veces no se quedó san José contemplando en silencio a su Hijo y a su esposa!
El
siendo justo del Evangelio se refiere a toda la persona y a toda la vida de san
José. De igual modo el silencio profundo e íntimo, como expresión clara de su
sublime santidad, envuelve toda su figura y todos los momentos de su
existencia.. El Papa B. Juan Pablo II expresamente lo afirma de su trabajo de
carpintero. “También el trabajo de carpintero en su casa de Nazaret está
envuelto ene l mismo clima de silencio, que acompaña todo lo relacionado con la
figura e José” (RC 25) y observa en este silencio algo especial, peculiar de la
persona de san José.
Cuando
Pablo VI visitó Nazaret el 5 de enero de 1964 en una homilía invitaba a recoger
algunas enseñanzas de la lección de Nazaret. “La primera enseñanza es el
silencio. Como desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor
al silencio en esta sociedad de tanto ruido, aturdimiento y tantas voces y
tantas agitaciones. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la
interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas
disposiciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad
de una vida interior intensa, de la oración personal que solo Dios ve”. (Homilía).
Dice San Juan de la Cruz que “el callado amor es el único lenguaje que oye y entiende
Dios. Que por eso lo que falta, si algo falta, no es el escribir o el hablar,
que esto ordinariamente sobra, son el callar y obrar. Porque, demás de esto el
hablar distrae y el callar y obrar recoge y da fueraza al espíritu” (Cta 8). En
el silencio y la esperanza está vuestra fortaleza (Is 30,15). A cuántas almas
les hablaría Dios con gusto si estuvieran en silencio” (Santa Teresa), y el
filósofo K. Kikegard escribe: “El mundo está mal. Si yo fuese médico y me pidieran consejo, les diría:
callad, haced silencio..
“Dejémonos
contagiar –dice el Papa Benedicto XVI- por el silencio de San José. Nos es muy
necesario en un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el
recogimiento y la escucha de la palabra de Dios”.
P. Román Llamas,