Benedicto XVI: Dios da a nuestra vida un sentido profundo
Hoy en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 28 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).-
A continuación les ofrecemos la catequesis que ha realizado el Santo
Padre Benedicto XVI al reunirse en la Audiencia de los miércoles con los
fieles de Italia y de todo el mundo.
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¡Queridos hermanos y hermanas!
Como sabéis, desde el jueves hasta el domingo realicé una Visita
Pastoral a Alemania; estoy contento, por tanto, de acoger la ocasión de
la actual Audiencia para recorrer con vosotros las intensas y estupendas
jornadas transcurridas en mi país de origen. He atravesado Alemania de
norte a sur, del este al oeste: desde Berlín a Erfurt y de Eichsfeld
hasta, finalmente, Friburgo, ciudad cercana a la frontera con Francia y
Suiza. Doy gracias, en primer lugar al Señor, por la posibilidad que me
ha ofrecido de reunirme con la gente y hablar de Dios, de rezar unidos y
de confirmar a los hermanos y hermanas en la fe, según el especial
mandato que el Señor encargó a Pedro y a sus sucesores. Esta visita,
desarrollada bajo el lema “Donde está Dios, allí hay futuro”, ha sido
realmente una fiesta de la fe: en los distintos encuentros y coloquios,
en las celebraciones especialmente en las solemnes misas con el pueblo
de Dios. Estos momentos han sido un precioso regalo que nos ha hecho
percibir, de nuevo, cómo Dios da a nuestra vida el sentido profundo, la
verdadera plenitud, que sólo Él nos da, concediendo a todos un futuro.
Con profunda gratitud recuerdo la acogida calurosa y entusiasta como
también la atención y el afecto que me demostraron en los distintos
lugares que visité. Agradezco de corazón a los obispos alemanes,
especialmente a aquellos cuyas diócesis me han acogido, por su
invitación y por todo lo que han hecho junto a sus colaboradores, para
preparar este viaje. Un sentido agradecimiento también para el
Presidente Federal y el resto de autoridades políticas y civiles a nivel
federal y regional. Estoy profundamente agradecido a todos los que han
contribuido de varios modos al buen resultado de la Visita, sobre todo a
los numerosos voluntarios. Así esta ha sido un gran regalo para mí y ha
suscitado alegría, esperanza y un nuevo empuje en la fe y de compromiso
para el futuro.
En la capital federal Berlín, el Presidente Federal me acogió en su
residencia y me dio la bienvenida en su nombre y en el de sus
compatriotas, expresando la estima y el afecto hacia un Papa natural de
la tierra alemana. Por mi parte, he podido hacer una pequeña reflexión
sobre la relación recíproca entre religión y libertad, recordando una
frase del gran obispo y reformador social Wilhelm von Ketteler: “Como la
religión necesita libertad, también esta tiene necesidad de la
religión”.
Muy contento acepté la invitación de ir al Bundestag, que ha sido uno
de los momentos más importantes de mi viaje. Por primera vez un Papa
dio un discurso delante de los miembros del Parlamento alemán. En esa
ocasión quise exponer el fundamento del derecho y del libre estado de
derecho, es decir la medida de todo derecho, inscrito por el Creador en
el mismo ser de su creación. Es necesario ampliar nuestro concepto de
naturaleza, comprendiéndola no sólo como un conjunto de funciones sino,
más allá de esto, como un lenguaje del Creador para ayudarnos a
discernir el bien del mal. Sucesivamente tuvo lugar el encuentro con
algunos representantes de la comunidad judía de Alemania. Recordando
nuestras raíces comunes en la fe del Dios de Abraham, de Isaac y de
Jacob, hemos puesto de relieve los frutos obtenidos por el diálogo entre
la Iglesia Católica y el Judaísmo en Alemania. He tenido, igualmente,
el modo de reunirme con algunos miembros de la comunidad musulmana,
hablando con ellos sobre la importancia de la libertad religiosa para un
desarrollo pacífico de la humanidad.
La Santa Misa en el estadio olímpico de Berlín, como conclusión del
primer día de la Visita, fue una de las grandes celebraciones litúrgicas
que me dieron la posibilidad de rezar con los fieles y animarlos en la
fe. ¡Me alegró mucho la numerosa participación de la gente! En ese
momento festivo e impresionante meditamos sobre la imagen evangélica de
la vid y de los sarmientos, es decir sobre la importancia de estar
unidos a Cristo para nuestra vida personal de creyentes y para nuestro
ser Iglesia, su cuerpo místico.
La segunda etapa de mi visita se realizó en Turingia. Alemania, y de
una forma especial Turingia, es la tierra de la reforma protestante. Por
tanto, desde el principio quise, ardientemente, dar una particular
importancia al ecumenismo en el marco de este viaje y fue mi fuerte
deseo el vivir un momento ecuménico en Erfurt, porque en esa ciudad
Martín Lutero entró en la comunidad de los Agustinos y fue ordenado
sacerdote. Por esto me alegré mucho por el encuentro con los miembros
del Consejo de la Iglesia Evangélica en Alemania y del acto ecuménico en
el ex convento de los agustinos: un encuentro cordial que, en el
diálogo y en la oración, nos ha llevado de una forma más profunda a
Cristo. Vimos de nuevo lo importante que era nuestro testimonio común de
la fe en Jesucristo en el mundo actual, que a menudo ignora a Dios o no
se interesa por Él. Es necesario nuestro esfuerzo común en el camino
hacia la total unidad, pero somos muy conscientes de que no podemos
“hacer” ni la fe ni la unidad tan esperada. Una fe creada por nosotros
mismos no tiene ningún valor y la verdadera unidad es sobre todo un don
del Señor, el cual rezó y reza siempre por la unidad de sus discípulos.
Sólo Cristo puede darnos esta unidad y estaremos cada vez más unidos en
la medida en que volvamos a Él y nos dejemos transformar por Él.
Un momento particularmente emocionante fue para mí la celebración de
las vísperas marianas en el santuario de Etzelsbach, donde me acogió una
multitud de peregrinos. Ya de joven oí hablar de la región de Eichsfeld
-zona que continuó siendo católica en las distintas vicisitudes dela
historia- y de sus habitantes que se opusieron valerosamente a las
dictaduras del nazismo y del comunismo. Por esto me alegré mucho de
poder visitar Eichsfeld y a su gente en una peregrinación a la imagen
milagrosa de la Virgen Dolorosa de Etzelsbach, donde durante siglos los
fieles han confiado a María sus propias peticiones, preocupaciones,
sufrimientos, donde han recibido consuelo, gracias y bendiciones.
También muy impactante fue la Misa celebrada en la plaza del Duomo en
Erfurt. Recordando a los santos patronos de Turingia -Santa Isabel, San
Bonifacio y San Kilian- y el ejemplo luminoso de los fieles que han
testimoniado el Evangelio durante los sistemas totalitarios, invité a
los fieles a ser los santos de hoy, testigos válidos de Cristo, y a
contribuir en la construcción de nuestra sociedad. Siempre han sido, los
santos y las personas imbuidas de Cristo, las que han transformado
verdaderamente el mundo. Conmovedor fue el breve encuentro con monseñor
Hermann Scheipers, el último sacerdote alemán superviviente del campo de
concentración de Dachau. En Erfurt tuve también la ocasión de reunirme
con algunas víctimas de los abusos sexuales por parte de religiosos, a
los que he querido asegurar mi dolor y mi cercanía con su sufrimiento.
La última etapa de mi viaje me llevó al sudoeste de Alemania, a la
archidiócesis de Friburgo. Los habitantes de esta bella ciudad, los
fieles de la archidiócesis y los numerosos peregrinos venidos de la
vecina Francia y Suiza y de otros países me dedicaron una acogida
especialmente festiva. Pude experimentarlo también en la vigilia de
oración con millares de jóvenes. Me sentí feliz de ver que la fe en mi
patria alemana tiene un rostro joven, que está viva y que tiene un
futuro. En este estupendo rito de la luz entregué a los jóvenes la llama
del cirio pascual, símbolo de la luz que es Cristo, exhortándoles:
“Vosotros sois la luz del mundo”. Les repetí que el Papa confía en la
colaboración activa de los jóvenes: con la gracia de Cristo, ellos son
capaces de llevar al mundo el fuego del amor de Dios.
Un momento singular fue el encuentro con los seminaristas en el
Seminario de Friburgo. Respondiendo de alguna manera a la conmovedora
carta que me enviaron unas semanas antes, he querido mostrar a los
jóvenes la belleza y grandeza de la llamada del Señor y ofrecerles
alguna ayuda para seguir su camino con alegría y en profunda comunión
con Cristo. Siempre en el Seminario, pude reunirme, en una atmósfera
fraterna, con algunos representantes de las Iglesias ortodoxas y
ortodoxas orientales, a las que nosotros, católico,s nos sentimos muy
cercanos. De esta amplia comunión deriva, también, el deber común de ser
levadura para la renovación de nuestra sociedad. Un amigable encuentro
con los representantes de los laicos católicos alemanes concluyó la
serie de eventos programados en el Seminario.
La gran celebración eucarística dominical en el aeropuerto turístico
de Friburgo fue otro momento culminante de la Visita Pastoral, y la
ocasión para agradecer a todos los que se comprometen en todos los
ámbitos de la vida eclesial, sobre todo los numerosos voluntarios y
colaboradores de las iniciativas caritativas. Son estos los que hacen
posible las múltiples ayudas que la Iglesia alemana ofrece a la Iglesia
universal, especialmente en las tierras de misión. Recordé también que
su precioso servicio será siempre fecundo, cuando viene de una fe
auténtica y viva, en unión con los obispos y el Papa, en unión con la
Iglesia. Finalmente, antes de volver, hablé a un millar de católicos
comprometidos con la Iglesia y con la sociedad, sugiriendo algunas
reflexiones sobre la acción de la Iglesia en una sociedad secularizada,
sobre la invitación a ser libre de cargas materiales y políticas para
ser más transparentes a Dios.
Queridos hermanos y hermanas, este Viaje Apostólico a Alemania me ha
dado la ocasión propicia para encontrarme con los fieles de mi patria
alemana, para confirmarlos en la fe, en la esperanza y en el amor, y
compartir con ellos la alegría de ser católicos. Pero mi mensaje estaba
dirigido a todo el pueblo alemán, para invitarlos a mirar con confianza
al futuro. Es verdad “Donde está Dios, allí hay futuro”. Agradezco de
nuevo a los que han hecho posible esta Visita y a cuantos me han
acompañado con la oración. El Señor bendiga al pueblo de Dios en
Alemania y os bendiga a todos vosotros. Gracias.
[En español dijo:]
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a las
Religiosas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús que celebran su
Capítulo General; a los fieles de las Diócesis de Teruel y Albarracín; a
los peregrinos de la Arquidiócesis de Santo Domingo, junto a su Obispo
Auxiliar; a los sacerdotes de la Arquidiócesis de Medellín, así como a
los demás grupos venidos de España, Colombia, Chile, República
Dominicana, México y otros países latinoamericanos. Invito a todos a dar
gracias al Señor por esta Visita Apostólica a Alemania, suplicándole
que, cuanto he podido sembrar en estos días, ayude a percibir cada vez
más cómo Dios ofrece a todos un futuro. Muchas gracias.