31 de mayo de 2024

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

"Ven Espíritu Santo, limpia mi interior de todo residuo de resentimiento y de malos recuerdos. Concédeme recordar el pasado con serenidad, sin rencores ni tristezas, sin angustias ni temores.
Mi seguridad está en tu amor y en tu fuerza que me abraza.
No permitas que me debilite y me desgaste con faltas de perdón y resquemores. 
Arranca de mi interior todo deseo de venganza. 
Muéstrame, Espíritu Santo, que la venganza termina cayendo sobre mi propia vida y matando mi alegría y mi paz. 
Ayúdame a declarar libres a esas personas que de alguna manera me hicieron sufrir. 
Que yo no necesite hacerlos sufrir para sentirme bien.
Derrama en mi interior tu compasión, coloca en mis ojos tu mirada compasiva, para que pueda recordarlos sin rencor y sin angustia. 
Libérame Dios mío, para que pueda respirar feliz y caminar sin ataduras interiores. 
Muéstrame que hay más felicidad en dar que en recibir, y que siempre es mejor vencer el mal con el bien. 
Ven Espíritu Santo.
Amén."
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

30 de mayo de 2024

ORACIÓN MIÉRCOLES

Hazte consciente de que formas parte de un pueblo de caminantes que buscan al Señor. Escucha las pisadas de tantos hombres y mujeres que, también hoy, sienten dentro el deseo del agua viva y se ponen en camino. El Espíritu te empuja a caminar con los ojos abiertos, con los oídos abiertos, con las manos abiertas para compartir y los pies en camino para acompañar. María, peregrina de la fe, alienta tus pasos. San José te acompaña y te protege.

En silencio, repaso mi jornada y no hay mucho para sentirme orgulloso, sin embargo siento tu mirada tan cercana… Pones paz en mi corazón y en mis deseos, esperanza. “Abre las manos”, me dices, y yo las llenaré de gracia. ¡Qué alegría, Señor! ¡Gracias por la gratuidad de tu amor! Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Meeina.

29 de mayo de 2024

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO

Nuestro mundo, sumiso al pecado, va camino de su propia destrucción. Solo orientándolo hacia el encuentro con el Señor, encontramos sentido y orientación a nuestra vida. Y es ese nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida, caminar como pueblo - Iglesia - al encuentro con Jesús, el Hijo de Dios Vivo, que nos lleva al encuentro del Padre. Leamos y meditemos la audiencia del Papa Francisco.




PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro
Miércoles, 29 de mayo de 2024


[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]

Catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza

Queridos hermanos y hermanas:

Comenzamos hoy un nuevo ciclo de catequesis. El tema es: El Espíritu y la Esposa, donde meditaremos que El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza. El Espíritu y la Esposa, la Esposa es la Iglesia. Para ello recorreremos las grandes etapas de la historia de la salvación: el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento, el tiempo de la Iglesia.

En el relato de la creación del libro del Génesis, el Espíritu de Dios se manifiesta como un poder misterioso que hace pasar al mundo del caos al cosmos, es decir, de la confusión a la armonía, transformando la tierra informe, vacía, tenebrosa en un lugar hermoso, limpio, ordenado. Este mismo Espíritu sigue actuando hoy en nosotros, dispuesto a ordenar el caos que puede haber en nuestra vida y en nuestro entorno.

San Francisco de Asís nos muestra un camino para vivir en esa armonía que procede del Espíritu Santo, se trata del camino de la contemplación y la alabanza del Creador. Y no olvidemos que el Espíritu Santo es la armonía, hace la armonía en la Iglesia y en nuestro corazón.

***

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Cercanos a la solemnidad del Corpus Christi, pidamos al Señor que su Espíritu de amor haga de nosotros una ofrenda permanente, para gloria de Dios y bien de su Pueblo santo. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa, sagrario purísimo de su presencia, los cuide. Muchas gracias.

ORACIÓN: ESPÍRITU SANTO LIMPIA MI MIRADA

"Ven Espíritu Santo. Libérame, para que no alimente la impaciencia y el desprecio hacia otras personas.  

Toma mi mirada para que pueda mirar a los demás como Jesús, con inmensa paciencia.  

Contemplo a Jesús, tan comprensivo con los pecadores, tan paciente y compasivo con las debilidades de sus discípulos, tan cercano a todos.  

Quiero aprender de Jesús, paciente y humilde, para encontrar descanso y alivio en mis impaciencias. 

Bendigo a todas las personas que me molestan, que me desagradan, que me cansan, que me perturban, que me interrumpen.  

Las bendigo para que sean cada día más bellas y santas, para que reflejen tu amor y tu hermosura.  

Pasa tu mano por sus vidas para que sean felices. 

Ven Espíritu Santo a mi vida, penetra en mi interior, acaríciame con tu divina calma.  

Cura las heridas de mi intimidad que me llevan a rechazar a los demás.  

Sana la raíz de mi intolerancia, de mis malas reacciones, y regálame el don de la paciencia. 

Amén.

28 de mayo de 2024

ORACIÓN LUNES

Comienza la oración haciéndote consciente de este amor de Dios. Dios es tu familia, tu hogar, tu refugio. Te lleva en las entrañas. Cuando oras, te haces consciente de este amor incondicional. Descálzate para escuchar el misterio de amor que habita el corazón del mundo. Haz silencio hasta que el amor del Padre y del Hijo y del Espíritu te envuelva por completo.

Abro mis manos y mi corazón y me dejo hacer por ti. Yo me hago capacidad y tú te haces, en mí, torrente de gracia. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

27 de mayo de 2024

ORACIÓN SANTÍSIMA TRINIDAD

Señor, Tú te manifiestas como quieres y donde quieres, pero, sobre todo, has querido revelarte a través del amor. Eres Amor y la fuente de todos los gestos de amor, que cada día recibimos y compartimos.

Gracias por estar al alcance de todos, de sabios e ignorantes, pobres y ricos… Sólo nos pides un corazón abierto, para recibir y compartir tu amor.

Que el encuentro contigo, en el silencio de la oración, destruya las excusas que me apartan del amor y la justicia, y abra mi corazón de par en par, para que pueda ser tus manos, tus oídos, tus ojos, tu voz… en la familia, entre los amigos y al lado de las personas que sufren. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

25 de mayo de 2024

ORACIÓN: DE TU MANO, SEÑOR

Señor, no pida yo nunca estar libre de peligros, sino animado para afrontarlos.

No quiera yo que se apaguen mis dolores, sino que sepa dominarlos mi corazón.

No busque yo amigos por el campo de batalla de la vida sino más fuerza en mí.

No anhele yo, con afán temeroso, ser salvado sino esperanza de conquistar, paciente, mi libertad.

¡No sea yo tan cobarde, Señor, que quiera tu misericordia en mi triunfo, sino tu mano apretada en mi fracaso. Amén.

Desde tu parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

ORACIÓN: VEN A LIMPIAR MI CASA

Señor, ven con tu Espíritu a limpiar mi casa como hiciste con el templo de Jerusalén. Yo soy tu templo, tu morada, el lugar donde has querido quedarte a vivir… tu hogar.

A veces, también comercio, juego a dos bandas y me dejo mover por intereses que nada tienen que ver con tu Evangelio. Y así, se cuelan dentro de mí envidias, soberbias, desconfianzas, miedos,mediocridades, mentiras, violencias, inconstancias. que afean y oscurecen mi «castillo» interior.

Por eso, airea todas mis habitaciones con el soplo de tu misericordia y tu bondad. Abre todas mis puertas y ventanas para que me atraviese de nuevo la belleza de tu claridad. Y quédate a vivir para siempre en mi casa. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

24 de mayo de 2024

ORACIÓN JUEVES

Deja que tu corazón se inunde de la presencia de Dios, se llene de su amor, se esponje con su ternura, para poder servir a los demás. En la oración lo importante no es tanto qué tratamos o cómo, sino con quién tratamos. Orar no consiste en imaginar, pensar, leer, hablar, sentir, hacer…, sino «estar con quien sabemos nos ama» (Santa Teresa de Jesús, Vida 8, 5).

Cada día me acerco a tu fuente, Señor, para aprender a amar. Tu Espíritu me acompaña. Santa María y San José me alientan en el camino. ¡Gracias, Señor! Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

23 de mayo de 2024

ORACIÓN: SABER ESPERAR

Ven, Espíritu Santo, y enséñame a esperar.

Porque las cosas que deseo no llegan rápidamente, enséñame a esperar.

Porque no puedo pretender que los demás cambien de un día para el otro, enséñame a esperar.

Porque yo mismo voy cambiando muy lentamente, enséñame a esperar.

Porque la vida tiene sus estaciones y todo llega a su tiempo, enséñame a esperar.

Para que acepte que no estoy en el cielo sino en la tierra, enséñame a esperar.

Para que no le exija a este día lo que no me pueda dar, enséñame a esperar.

Para que reconozca que el mundo no puede estar a mi servicio, enséñame a esperar.

Ven Espíritu Santo, y enséñame a aceptar que muchas cosas se postergan, para que valore lo que la vida me propone ahora, aunque sea pequeño, aunque parezca poco, ven Espíritu Santo, enséñame a esperar. Amén!

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

22 de mayo de 2024

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO

Somos humildes cuando somos capaces de vivir en la verdad. Porque, al buscar la verdad experimentas la necesidad de ser humilde y justo. Nos dice el Papa que, según santa Teresa, humildad es andar en la verdad. Y es que una persona humilde transparenta verdad y justicia.  

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro
Miércoles, 22 de mayo de 2024

[Multimedia]

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[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]

Catequesis. Vicios y virtudes. 19. La humildad

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Concluimos este ciclo de catequesis deteniéndonos en una virtud que no forma parte de la lista de las siete virtudes cardinales y teologales, pero que está en la base de la vida cristiana: esta virtud es la humildad. Ella es la gran antagonista del más mortal de los vicios, es decir, la soberbia. Mientras el orgullo y la soberbia hinchan el corazón humano, haciéndonos aparentar más de lo que somos, la humildad devuelve todo a su justa dimensión: somos criaturas maravillosas pero limitadas, con virtudes y defectos. La Biblia nos recuerda desde el principio que somos polvo y al polvo volveremos (cfr. Gn 3,19); «humilde», de hecho, viene de humus, tierra. Sin embargo, a menudo surgen en el corazón humano delirios de omnipotencia, tan peligrosos que nos hacen mucho daño.

Para liberarnos de la soberbia, bastaría muy poco; bastaría contemplar un cielo estrellado para redescubrir la justa medida, como dice el Salmo: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para que de él te cuides?» (8, 4-5). La ciencia moderna nos permite ampliar mucho más el horizonte y sentir aún más el misterio que nos rodea y nos habita.

¡Bienaventuradas las personas que guardan en su corazón esta percepción de su propia pequeñez! Estas personas están a salvo de un vicio feo: la arrogancia. En sus Bienaventuranzas, Jesús parte precisamente de ellos: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3). Es la primera Bienaventuranza porque es la base de las que siguen: de hecho, la mansedumbre, la misericordia, la pureza de corazón surgen de ese sentimiento interior de pequeñez. La humildad es la puerta de entrada de todas las virtudes.

En las primeras páginas de los Evangelios, la humildad y la pobreza de espíritu parecen ser la fuente de todo. El anuncio del ángel no tiene lugar a las puertas de Jerusalén, sino en una remota aldea de Galilea, tan insignificante que la gente decía: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1,46). Sin embargo, desde allí renace el mundo. La heroína elegida no es una pequeña reina criada entre algodones, sino una muchacha desconocida: María. Ella misma es la primera en asombrarse cuando el ángel le trae el anuncio de Dios. Y en su cántico de alabanza, destaca precisamente este asombro: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora» (Lc 1, 46-48). Dios -por así decirlo- se siente atraído por la pequeñez de María, que es sobre todo una pequeñez interior. Y también lo atrae nuestra pequeñez, cuando la aceptamos.

A partir entonces, María tendrá cuidado de no pisar el escenario. Su primera decisión tras el anuncio angélico es ir a ayudar, ir a servir a su prima. María se dirige hacia las montañas de Judá, para visitar a Isabel: la asistirá en los últimos meses de su embarazo. Pero, ¿quién ve este gesto? Nadie salvo Dios. Parece que la Virgen no quiere salir nunca de este escondimiento. Como cuando, desde la multitud, una voz de mujer proclama su bienaventuranza: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!». (Lc 11,27). Pero Jesús replica inmediatamente: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,28). Ni siquiera la verdad más sagrada de su vida -el ser la Madre de Dios- se convierte en motivo de jactancia ante los demás. En un mundo que es una carrera para aparentar, para demostrarse superior a los demás, María camina con decisión, solamente con la fuerza de la gracia de Dios, en dirección contraria.

Podemos imaginar que ella también conoció momentos difíciles, días en los que su fe avanzaba en la oscuridad. Pero esto nunca hizo vacilar su humildad, que en María fue una virtud granítica. Esto quiero subrayarlo: la humildad es una virtud granítica. Pensemos en María: ella siempre es pequeña, siempre desprendida de sí misma, siempre libre de ambiciones. Esta pequeñez suya es su fuerza invencible: es ella quien permanece a los pies de la cruz mientras se hace añicos la ilusión de un Mesías triunfante. Será María, en los días que preceden Pentecostés, quien reúna el rebaño de los discípulos, que no habían sido capaces de velar ni siquiera una hora con Jesús y le habían abandonado cuando llegó la tormenta.

Hermanos y hermanas, la humildad es todo. Es lo que nos salva del Maligno y del peligro de convertirnos en sus cómplices. Y la humildad es la fuente de la paz en el mundo y en la Iglesia. Donde no hay humildad hay guerra, hay discordia, hay división. Dios nos ha dado ejemplo de humildad en Jesús y María, para que sea nuestra salvación y felicidad. Y la humildad es precisamente la vía, el camino hacia la salvación. ¡Gracias!

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Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a María que nos enseñe a vivir la virtud de la humildad, proclamando la grandeza del Señor y dándole gracias porque mira nuestra pequeñez con amor y misericordia. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

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Resumen leído en español

Queridos hermanos y hermanas:

Concluimos hoy el ciclo de catequesis dedicado a “los vicios y las virtudes”. Y hoy reflexionamos sobre la humildad, una virtud que está en la base de la vida cristiana y es la gran antagonista del peor de los vicios, que es la soberbia. La humildad nos ayuda a ubicar todo en su justa medida: somos criaturas maravillosas pero limitadas, con cualidades y defectos. «Humildad es andar en la verdad», decía santa Teresa.

En las Bienaventuranzas, Jesús menciona algunas actitudes que nacen de la humildad, como la mansedumbre, la misericordia y la pureza de corazón. Esta disposición interior nos ayuda a combatir el orgullo y los delirios de grandeza que tantas veces surgen dentro de nosotros.

Para ahondar en esta virtud contemplemos a la Virgen María, modelo de humildad y pequeñez. En la vida oculta, libre de ambiciones y vacía de sí, María hizo de toda su vida un magníficat.

ORACIÓN MARTES

Comienza la oración escuchando la experiencia de San Agustín, que puede ser la tuya: «Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y así fuera te buscaba. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo» (Confesiones, Libro 10, 27).

Jesús en el Evangelio te hace esta invitación: «Tú, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6, 6). Haz un momento de silencio, que te ayude a entrar dentro de ti. Descúbrete habitado, mirado, amado...

Ven, Espíritu Santo, purifica mis deseos y motivaciones. Ven, Espíritu Santo, silencia mis ruidos interiores. Ven, Espíritu Santo, enséñame a vivir este día al estilo de Jesús. Señor, envíame tu Espíritu para que pueda entenderte. Hazme servidor en medio de tu Iglesia. Concédeme servir con alegría y generosidad. Abre mis oídos a los pequeños, a los que apenas tienen voz, a los que tú siempre escuchas, aunque el mundo trate de silenciarlos. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

21 de mayo de 2024

ORACIÓN: MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA

María, tus hijos llenos de gozo, te proclamamos por siempre bienaventurada. Tú aceptaste gozosa la invitación del Padre para ser la Madre de su Hijo. Con ello nos invitas a descubrir la alegría del amor y la obediencia a Dios.

Tú que acompañaste hasta la cruz a tu Hijo, danos fortaleza ante el dolor y grandeza de corazón para amar a quienes nos ofenden. Tú al unirte a la oración de los discípulos, esperando el Espíritu Santo, te convertiste en modelo de la Iglesia orante y misionera.

Desde tu asunción a los Cielos, proteges los pasos de quienes peregrinan. Guíanos en la búsqueda de la justicia, la paz y la fraternidad. María, gracias por tenerte como Madre. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

20 de mayo de 2024

ORACIÓN DOMINGO PENTECOSTÉS

Envíanos tu Espíritu, Señor. A veces, nos faltan las fuerzas. Danos tu fortaleza.
A veces, no sabemos qué camino escoger. Danos tu consejo. 
A veces, abandonamos con facilidad cuidar un corazón orante. Danos tu piedad.
A veces, perdidos en el pasado y en el futuro, se nos olvida saborear los regalos que nos das en el momento presente. Danos tu sabiduría.
A veces, no entendemos tus cosas y tus caminos. Danos tu entendimiento.
A veces, nos perdemos en elucubraciones y teorías, olvidando que la mayor ciencia es amar. Danos tu ciencia.
A veces, tememos perder fama, reconocimiento, aplausos. Que nuestro único temor sea perderte a ti, quedarnos sin ti, dejar de seguirte y de darnos a los demás. Danos el don de temor de Dios.
Envíanos tu Espíritu para que en todo sepamos amar y servir. 

(Fermín Negre).
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

19 de mayo de 2024

ORACIÓN: SÁBADO CON MARÍA

Comenzamos la oración con María, la Madre. Hacemos silencio en el corazón y nos unimos a toda la Iglesia. Con ella esperamos la nueva venida del Espíritu a nuestra vida y a toda la humanidad. María, tú que siempre estuviste abierta al Espíritu Santo, enséñanos a reconocer las huellas del Espíritu en los acontecimientos de cada día y a dejarnos conducir por el Espíritu de Amor.

Oramos con las palabras del papa Francisco:

«Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno,mayúdanos a decir nuestro “sí” ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús»

(Evangelii Gaudium 288).

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

18 de mayo de 2024

ORACIÓN VIERNES

Al comienzo de este dia silencio mi mente y abro mi corazón al Espíritu Santo, Señor y dador de vida. Acojo su presencia: todo lo inunda, todo lo sabe, todo lo renueva. Espíritu Santo, te necesitamos. Ven. Ponnos en silencio para que Dios pueda hablarnos. Ayúdanos a comprender la ciencia sabrosa de la Palabra, que es Jesús.

«Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.

Qué gozo poder decirte cada día: «Tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero!». Enséñame a esperar siempre la victoria de tu amor. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

17 de mayo de 2024

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO

La caridad es lo primero y lo que se antepone a todo. Primero, caridad, luego cumplimiento. Porque, si amamos cumplimos. Es el mandato principal y en el que está contenido toda la sustancia y la esencia de las bienaventuranzas. Si amas como te ama el Padre y el Hijo, caminas injertado en su Espíritu y, en consecuencia, estarás haciendo la Voluntad del Padre de la misma manera que la hizo el Hijo.

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro
Miércoles, 15 de mayo de 2024

[Multimedia]

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[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]
 

Catequesis. Vicios y virtudes. 19. La caridad

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy vamos a hablar de la tercera virtud teologal, la caridad. Las otras dos, recordamos, eran la fe y la esperanza: hoy hablaremos de la tercera, la caridad. Es el culmen de todo el itinerario que hemos recorrido con las catequesis sobre las virtudes. Pensar en la caridad ensancha inmediatamente el corazón, la mente corre hacia las inspiradas palabras de San Pablo en la Primera Carta a los Corintios. Como conclusión de ese maravilloso himno, San Pablo cita la tríada de las virtudes teologales y exclama: “En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor” (1 Co 13,13). Pablo dirige estas palabras a una comunidad que distaba mucho de ser perfecta en el amor fraterno: los cristianos de Corinto eran más bien pendencieros, había divisiones internas, había quienes pretendían tener siempre la razón y no escuchaban a los demás, considerándolos inferiores. A ellos Pablo les recuerda que la ciencia engríe, mientras que la caridad edifica (cf. 1 Co 8,1). A continuación, el Apóstol recoge un escándalo que afecta incluso al momento de mayor unidad de una comunidad cristiana, a saber, la "Cena del Señor", la celebración de la Eucaristía: incluso allí hay divisiones, y hay quien aprovecha para comer y beber excluyendo a los que no tienen nada (cf. 1 Co 11,18-22). Frente a esto, Pablo pronuncia un juicio severo: "Así pues, cuando se reúnen, lo suyo ya no es comer la cena del Señor" (v. 20): ustedes tienen otro ritual, que es pagano. No es la cena del Señor.   

Quién sabe, tal vez nadie en la comunidad de Corinto pensara que había pecado y aquellas duras palabras del Apóstol sonaban un poco incomprensibles para ellos. Probablemente todos estaban convencidos de que eran buenas personas y, al ser interrogados sobre el amor, habrían respondido que el amor era, sin duda, un valor muy importante para ellos, al igual que la amistad y la familia. Incluso hoy en día, el amor está en boca de muchos, está en la boca de muchos; en la boca de muchos "influencers" y en los estribillos de muchas canciones. Se habla tanto del amor, pero ¿qué cosa es el amor?

"¿Pero el otro amor?", parece preguntar Pablo a sus cristianos de Corinto. No el amor que sube, sino el que baja; no el que quita, sino el que da; no el que aparece, sino el que está oculto. A Pablo le preocupa que en Corinto -como también entre nosotros hoy- haya confusión y que, de la virtud teologal del amor, la que viene solo de Dios, en realidad no haya ni rastro. Y si incluso de palabra todos aseguran que son buenas personas, que aman a su familia y a sus amigos, en realidad saben muy poco del amor de Dios. 

Los cristianos de la antigüedad tenían varias palabras griegas para definir el amor. Finalmente, surgió la palabra "ágape", que normalmente traducimos por "caridad". Porque, en realidad, los cristianos son capaces de todos los amores del mundo: también ellos se enamoran, más o menos como le ocurre a todo el mundo. También experimentan la bondad de la amistad. Asimismo, experimentan el amor a la patria y el amor universal a toda la humanidad. Pero hay un amor más grande, un amor que viene de Dios y se dirige a Dios, que nos empuja a amar a Dios, a convertirnos en sus amigos, y nos impulsa a amar al prójimo como Dios lo ama, con el deseo de compartir la amistad con Dios. Este amor, por causa de Cristo, nos lleva a donde humanamente no iríamos: es amor por los pobres, por lo que no es amable, por los que no nos quieren y no son agradecidos. Es amor por lo que nadie amaría; incluso por el enemigo. Incluso por el enemigo. Esto es "teologal", esto viene de Dios, es obra del Espíritu Santo en nosotros. 

Jesús predica, en el Sermón de la Montaña: “Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacen bien solo a los que les hacen bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores hacen lo mismo” (Lc 6,32-33). Y concluye: "Por el contrario, amen a sus enemigos - nosotros estamos acostumbrados a hablar mal de los enemigos- hagan el bien y presten sin esperar nada, con generosidad, y será grande su recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos” (v. 35). Recordemos esto: “amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada”. No lo olvidemos.

En estas palabras, el amor se revela como una virtud teologal y toma el nombre de "caridad". El amor es caridad. Enseguida nos damos cuenta de que es un amor difícil, incluso imposible de practicar si no se vive en Dios. Nuestra naturaleza humana nos hace amar espontáneamente lo que es bueno y bello. En nombre de un ideal o de un gran afecto podemos incluso ser generosos y realizar actos heroicos. Pero el amor de Dios va más allá de estos criterios. El amor cristiano abraza lo que no es amable, ofrece el perdón- cuan difícil es perdonar: cuanto amor hace falta para perdonar: El amor cristiano bendice a los que maldicen, y estamos acostumbrados ante un insulto, una maldición, a responder con otro insulto, con otra maldición. Es un amor tan audaz que parece casi imposible, y sin embargo es lo único que quedará de nosotros. El amor es la “puerta estrecha” por la que debemos pasar para entrar en el Reino de Dios. Porque al atardecer de la vida no seremos juzgados por el amor genérico, sino juzgados precisamente por la caridad, por el amor que hemos dado concretamente. Y Jesús nos dice esto tan bello: "En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron" (Mt 25,40). Esta es la cosa bella, la cosa grande del amor. ¡Adelante y ánimo!

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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor que aumente nuestra caridad y nos conceda un corazón abierto, un corazón generoso para no ser indiferentes ante las necesidades de los demás. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

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Resumen leído por el Santo Padre en español 

Queridos hermanos y hermanas:

Nuestra reflexión de hoy es sobre la caridad, tercera virtud teologal; es decir: la fe, la esperanza y la caridad son virtudes teologales. Y con esto completamos nuestras catequesis sobre las virtudes. La caridad proviene de Dios, nos encamina hacia Él; la caridad nos permite amarlo, llegar a ser sus amigos, a la vez que nos capacita para amar al prójimo como Dios lo ama.

La caridad de Cristo, como nos lo recuerda en las bienaventuranzas, nos apremia a ocuparnos de los hermanos más pequeños, más relegados. Se trata de un amor concreto, de un amor intrépido, que abraza incluso lo que no es amable; un amor que perdona, olvida, bendice y se entrega sin medida.

Esta virtud es la “puerta estrecha” que nos permitirá llegar al cielo; será el único criterio de juicio, pues “al atardecer de nuestra vida seremos examinados en el amor”. Como lo sabemos, al final sólo permanecerá la caridad.

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

"Ven Espíritu Santo, mira todas esas emociones que a veces se sublevan en mi interior. Mira mis nerviosismos, mis arranques de ira, mis reacciones de agresividad, todas las veces que me indigno y me resiento por las cosas que me dicen, o por los errores y las imperfecciones de los demás. 

Ven como lluvia mansa a refrescar mi interior, para que no me queme y me enferme a causa de esas tensiones. Ven como brisa tibia que acaricia y devuelve la calma, ven como música suave que me relaja por dentro, ven como amor y ternura que me ayuda a comprender a los demás. ¿Para qué quiero esos nerviosismos y resentimientos? Ayúdame a usar mis energías para cosas buenas, porque no quiero desgastarme en lamentos y angustias sin sentido. 

Ven Espíritu de armonía y de serenidad. Ven, para que siempre elija el amor, el diálogo y la amistad. Ven, para que sepa reaccionar con amor, para que pueda vencer el mal con el bien. Porque el amor es siempre el mejor camino. Ven Espíritu Santo.  Amén."

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

16 de mayo de 2024

ORACIÓN MIÉRCOLES

Se acerca la fiesta de Pentecostés. La Palabra de Dios me ayuda a disponerme para acoger al Espíritu. Su paz y fortaleza renuevan mi vida cristiana. Su luz me guía en la verdad y me conduce a Jesús: mi camino, mi verdad y mi vida. El Espíritu me ayuda a moverme entre las cosas del mundo con lucidez evangélica y me empuja a entrar en la novedad del Reino. Lo invoco confiado: “Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento”.

Jesús, con mi mano abierta, quiero acogerte a ti en cada ser humano. Jesús, con mi mano abierta, quiero ofrecer a todos tu sonrisa, tu paz. Enséñame a amar, como tú. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

15 de mayo de 2024

ORACIÓN MARTES

Jesús, como hizo con sus discípulos, me invita a entrar en su intimidad. Me abre su corazón y me muestra el amor del Padre, me invita a vivir en esa intimidad divina. En el silencio es donde mejor se oye el callado amor. Respiro, silencio mi cuerpo, mis sentidos, mi mente. Acalla mi entendimiento, Señor, para poder escucharte. Acaricia mi corazón, Señor, para poder amarte. Abre mis labios, Señor, para poder alabarte:

Tu cariño es tan grande, Señor, que desborda todas mis aspiraciones. ¡Gracias por amarme y enseñarme a amar! ¡Gracias! Gracias por el don inmenso de tu Espíritu divino. Presencia de Amor y de Paz en mi alma. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

14 de mayo de 2024

ORACIÓN DEL LUNES: NTRA. SEÑORA DE FÁTIMA

Comienzo la semana de preparación a Pentecostés. Me acompaña María, como un día hizo con los discípulos en el Cenáculo. Ella sostiene mi fe en Jesús y me enseña a esperar y a vivir el Evangelio, a no extrañarme de las señales que van a aparecer en la vida, a no tener miedo de los acontecimientos que no entiendo.

María me da su mano y me guía en el camino de la fe. Me motiva a tener gestos concretos a favor de los últimos. De ella aprendo a confiar en la presencia del Señor, que siempre está y camina conmigo. Con ella rezo: Cuando los miedos llaman a mi puerta, Señor, y salgo contigo a abrir, no encuentro a nadie. Tu Espíritu, Señor, me hace fuerte en la debilidad y llena de confianza mi temeroso corazón. Gracias, Señor. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

13 de mayo de 2024

ORACIÓN DEL DOMINGO

Comienzo la oración con el corazón cerca de mi Dios. Me abro a tu presencia, Señor. Tú eres el centro de mi vida. En lo más hondo de mi corazón tienes tu morada. Te adoro Padre, Hijo y Espíritu Santo. Sin ti, mi vida no tiene sentido.

Jesús, me eliges para ser testigo de tu amor en el mundo. Espíritu Santo, ayúdame a proclamar el Evangelio con mi vida. Hazme descubrir el sentido misionero de mi existencia.

Cuando tu Evangelio toca mi corazón, me brota la alegría, me salva de la soledad, me invita a un diálogo de amistad contigo, Jesús. 

Con tu Evangelio en las entrañas, todo comienza de nuevo. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

12 de mayo de 2024

ORACIÓN: SEÑORA DE LA PASCUA

Comienzo hoy la oración con María, nuestra Señora de la Pascua. Ella esperó con total confianza el triunfo del Amor y de la Vida en su Hijo Jesús. Nos enseña a confiar, a esperar la luz, el nuevo amanecer, en la oscuridad de toda situación, que aparentemente no tiene salida.

Ella siempre está con las manos abiertas para acogernos y nos enseña la oración más simple y bella del Evangelio: Aquí estoy. Aquí me tienes. Su casa no tiene puertas. María es Madre, puedo confiarle mi vida sin temor. Esté como esté, ella siempre me acoge. María me comprende, me cuida. Descanso en su regazo, como hace Jesús. Amén.


Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

11 de mayo de 2024

ORACIÓN VIERNES

Comienzo la oración silenciando la mente. Pongo la atención en la respiración. Respirar es vivir. Dios me regala la vida aquí y ahora. El Espíritu Santo hace presente a Jesús. En la oración me abro a la presencia del Espíritu. Mis sentidos no pueden captarlo, pero habita en mí y guía mi vida. Espíritu divino, ilumíname para elegir el bien. Espíritu divino, consuélame en las penas de cada día. Espíritu divino, pacifícame en las adversidades del camino.

Señor, gracias por la alegría que me brota de los adentros como un surtidor de vida. Ayúdame a contagiarla, Señor. Es tuya y, por tanto, nuestra. No permitas que la pena encoja mi corazón. Envíame un rayo de tu luz divina y mi esperanza se abrirá como una flor y dará el perfume de la paz y del amor. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

10 de mayo de 2024

ORACIÓN DEL JUEVES

Me hago consciente de que no estoy solo/a. Silencio la mente y sereno el corazón. Jesús está conmigo aquí y ahora. No se trata de entenderlo ni razonarlo. Saberlo me basta. Su presencia trasciende mi mente.

Acojo en silencio esta Presencia amorosa del Amigo que está contigo, que camina conmigo y me habla al corazón. Dios inunda mi interior. Dios llena mi corazón de luz y de verdad.

Señor, en la mañana regálame tu gracia. Enséñame a confiar en ti. Tu Espíritu me guíe por caminos de verdad y de bien. Que tu gozo sea hoy mi fortaleza y mi alegría llegue a mis hermanos. Amén.


Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

9 de mayo de 2024

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO (01/05 y 08/05)

Por la fe creemos en la Palabra del Señor y estamos dispuestos a cambiar de rumbo en el camino de nuestra vida. Por la fe, que no sabemos cómo la hemos recibido - es un don de Dios - caminamos confiados en la Palabra de Jesús. Por la fe de muchos, tal y como nos dice el Papa Francisco y nos pone de ejemplo: Abraham, Moisés, nuestra Madre la Virgen, nos fortalecemos también nosotros y nos animamos, confiados en Jesús, a seguir fieles a su Palabra.

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 1 de mayo de 2024

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Catequesis. Vicios y virtudes. 17. La fe

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy quisiera hablarles de la virtud de la fe. Como la caridad y la esperanza, esta virtud se llama "teologal". Las virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad. ¿Por qué son teologales? porque sólo podemos vivirlas gracias al don de Dios. Las tres virtudes teologales son los grandes dones que Dios hace a nuestra capacidad moral. Sin ellas, podríamos ser prudentes, justos, fuertes y templados, pero no tendríamos ojos que ven incluso en la oscuridad, no tendríamos un corazón que ama incluso cuando no es amado, no tendríamos una esperanza que osa contra toda esperanza.

¿Qué es la fe? El Catecismo de la Iglesia Católica, nos explica que la fe es el acto por el cual el ser humano se entrega libremente a Dios (n. 1814). En esta fe, Abraham fue nuestro gran padre. Cuando aceptó dejar la tierra de sus antepasados para dirigirse a la tierra que Dios le mostraría, probablemente se le juzgó loco: ¿por qué dejar lo conocido por lo desconocido, lo seguro por lo incierto? Pero, ¿por qué hacerlo? ¿Está loco? Pero Abraham se pone en camino, como si viera lo invisible. Esto es lo que la Biblia dice de Abraham: "Se puso en camino como si viera lo invisible". Esto es hermoso. Y seguirá siendo lo invisible lo que le hace subir al monte con su hijo Isaac, el único hijo de la promesa, que sólo en el último momento se librará del sacrificio. Con esta fe, Abraham se convierte en el padre de una larga estirpe de hijos. La fe le hizo fecundo.

Hombre de fe fue también Moisés, que, aceptando la voz de Dios incluso cuando más de una duda podía asaltarlo, permaneció firme confiando en el Señor, e incluso defendió al pueblo que tantas veces carecía de fe.

Mujer de fe será la Virgen María, quien, al recibir el anuncio del Ángel, que muchos habrían desechado por demasiado exigente y arriesgado, responde: "He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Y con el corazón lleno de fe, con el corazón lleno de confianza en Dios, María emprende un camino del que no conoce ni la ruta ni los peligros.

La fe es la virtud que hace al cristiano. Porque ser cristiano no es ante todo aceptar una cultura, con los valores que la acompañan, sino que ser cristiano es acoger y custodiar un vínculo, un vínculo con Dios: Dios y yo; mi persona y el rostro amable de Jesús. Este vínculo es lo que nos hace cristianos.

A propósito de la fe, me viene a la mente un episodio del Evangelio. Los discípulos de Jesús están cruzando el lago y se ven sorprendidos por una tormenta. Creen que podrán salir adelante con la fuerza de sus brazos, con los recursos de su experiencia, pero la barca comienza a llenarse de agua y les entra el pánico (cfr. Mc 4,35-41). No se dan cuenta de que tienen ante sus ojos la solución: Jesús está allí con ellos, en la barca, en medio de la tormenta, y Jesús duerme, dice el Evangelio. Cuando por fin lo despiertan, asustados e incluso enfadados porque creen que Él les deja morir, Jesús les reprende: "¿Por qué tienen miedo? ¿Todavía no tienen fe?" (Mc 4,40).

He aquí, pues, el gran enemigo de la fe: no es la inteligencia, no es la razón, como por desgracia algunos siguen repitiendo obsesivamente, sino que el gran enemigo de la fe es el miedo. Por eso, la fe es el primer don que hay que acoger en la vida cristiana: un don que es preciso acoger y pedir cada día, para que se renueve en nosotros. Aparentemente es un don pequeño, pero es el esencial. Cuando nuestros padres nos llevaron a la pila bautismal, anunciaron el nombre que habían elegido para nosotros, - esto sucedió en nuestro bautismo -: y luego el sacerdote les preguntó:  "¿Qué le piden a la Iglesia de Dios?". Y nuestros padres respondieron: "¡La fe, el bautismo!".

Para un padre cristiano, consciente de la gracia que se le ha concedido, es ése el don que debe pedir también para su hijo: la fe. Con ella, un padre sabe que, incluso en medio de las pruebas de la vida, su hijo no se ahogará en el miedo. He aquí el enemigo es el miedo. Él sabe también que, cuando deje de tener un padre en esta tierra, seguirá teniendo a Dios Padre en el cielo, que nunca le abandonará. Nuestro amor es frágil, y sólo el amor de Dios vence la muerte.

Por supuesto, como dice el Apóstol, la fe no es de todos (cfr. 2 Ts 3,2), e incluso nosotros, que somos creyentes, a menudo nos damos cuenta de que solo tenemos una pequeña reserva. Jesús podría reprendernos con frecuencia, como a sus discípulos, por ser "hombres de poca fe". Pero es el don más feliz, la única virtud que nos está permitido envidiar. Porque quien tiene fe está habitado por una fuerza que no es sólo humana; en efecto, la fe "suscita" en nosotros la gracia y abre la mente al misterio de Dios. Como dijo una vez Jesús: «Si tuvieran un poco de fe como un granito de mostaza, podrían decir a esa morera:" Arráncate y plántate en el mar", y les obedecería.» (Lc 17, 6). Por eso también nosotros, como los discípulos, repetimos: Señor, ¡aumenta nuestra fe! (cfr. Lc 17,5) ¡Es una hermosa oración! ¿La decimos todos juntos? "Señor, aumenta nuestra fe". La decimos juntos: [todos] "Señor, aumenta nuestra fe". Demasiado débil, un poco más alto: [todos] "¡Señor, aumenta nuestra fe!". Gracias.

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Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a la Federación Regnum Christi, a los Legionarios de Cristo que han recibido en estos días la ordenación sacerdotal y a sus familiares, así como a los formadores y alumnos de los diferentes Centros de Estudios. Que el Señor, por intercesión de san José obrero, padre en la obediencia, nos aumente el don de la fe y nos permita abrir la mente a su misterio divino. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

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Resumen leído en español

Queridos hermanos y hermanas:

La catequesis de hoy hace referencia a la primera de las virtudes teologales, la virtud de la fe. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que por la fe creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado. Es también el acto con el que el ser humano se entrega libremente a Dios.

En la Sagrada Escritura encontramos algunos ejemplos de la fe, ejemplos basilares: fijémonos en la figura de nuestro padre Abraham, que estuvo dispuesto a abandonar su tierra y, por su total confianza en Dios, no negó ofrecerle en sacrificio a su único hijo, Isaac. También la fe de Moisés nos anima, ya que, aun en medio de pruebas y dudas, siguió confiando en el Señor, mientras guiaba a su pueblo por el desierto. Y veamos por último la fe de la Virgen María, la cual ante el anuncio del Ángel respondió generosamente con un corazón totalmente disponible, abandonándose plenamente a la voluntad de Dios.


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La fe alimenta la esperanza. Y partimos de nuestra fe porque creemos en la Palabra de Jesús, el Hijo de Dios, que nos habla de un Reino de paz, de amor y justicia para la eternidad. Apoyados y confiados en sus Palabras y promesas, nuestra vida se llena de esperanza y de alegría. Sobre todo cuando esa Palabra tiene verdadero cumplimiento en la Persona de Jesús, el Hijo de Dios Vivo.

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro
Miércoles, 8 de mayo de 2024

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[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]

Catequesis. Vicios y virtudes. 18. La esperanza

Queridos hermanos y hermanas,

En la última catequesis empezamos a reflexionar sobre las virtudes teologales. Son tres: la fe, la esperanza y la caridad. La vez pasada reflexionamos sobre la fe, hoy es el turno de la esperanza.

«La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1817). Estas palabras nos confirman que la esperanza es la respuesta que se ofrece a nuestro corazón cuando surge en nosotros la pregunta absoluta: «¿Qué será de mí? ¿Cuál es la meta del viaje? ¿Cuál es el destino del mundo?».

Todos nos damos cuenta de que una respuesta negativa a estas preguntas produce tristeza. Si  el viaje de la vida no tiene sentido, si no hay nada ni al principio ni al final, entonces nos preguntamos por qué tenemos que caminar: de ahí surge la desesperación humana, la sensación de la inutilidad de todo. Y muchos podrían rebelarse: me he esforzado por ser virtuoso, por ser prudente, justo, fuerte, templado. También he sido un hombre o una mujer de fe.... ¿De qué ha servido mi lucha si todo se acaba aquí? Si falta la esperanza, todas las demás virtudes corren el riesgo de desmoronarse y acabar en cenizas. Si no hubiera un mañana fiable, un horizonte luminoso, solamente podríamos concluir que la virtud es un esfuerzo inútil. «Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente.», decía Benedicto XVI, (Carta encíclica Spe salvi, 2).

El cristiano tiene esperanza no por mérito propio. Si cree en el futuro, es porque Cristo murió, resucitó y nos dio su Espíritu. «Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente» (ibid., 1). En este sentido, una vez más, decimos que la esperanza es una virtud teologal: no emana de nosotros, no es una obstinación de la que queremos convencernos, sino que es un don que viene directamente de Dios.

A muchos cristianos dubitativos, que no habían renacido del todo a la esperanza, el apóstol Pablo les presenta la nueva lógica de la experiencia cristiana: «Si Cristo no resucitó, vana es la fe de ustedes y ustedes siguen en sus pecados. Por tanto, también los que durmieron en Cristo perecieron. Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de compasión de todos los hombres!» (1 Cor 15,17-19). Es como si dijera: si crees en la resurrección de Cristo, entonces sabes con certeza que no hay derrota ni muerte para siempre. Pero si no crees en la resurrección de Cristo, entonces todo se vuelve vacío, incluso la predicación de los Apóstoles.

La esperanza es una virtud contra la que pecamos a menudo: en nuestras nostalgias malas, en nuestras melancolías, cuando pensamos que las felicidades pasadas están enterradas para siempre. Pecamos contra la esperanza cuando nos abatimos ante nuestros pecados, olvidando que Dios es misericordioso y más grande que nuestros corazones. No lo olvidemos, hermanos y hermanas: Dios perdona todo, Dios perdona siempre. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pero no olvidemos esta verdad: Dios lo perdona todo, Dios perdona siempre. Pecamos contra la esperanza cuando nos abatimos ante nuestros pecados; pecamos contra la esperanza cuando en nosotros el otoño anula la primavera; cuando el amor de Dios deja de ser para nosotros un fuego eterno y nos falta la valentía de tomar decisiones que nos comprometen para toda la vida.

¡El mundo de hoy tiene tanta necesidad de esta virtud cristiana! El mundo necesita esperanza, como también necesita tanto la paciencia, virtud que camina de la mano de la esperanza. Los seres humanos pacientes son tejedores de bien. Desean obstinadamente la paz, y aunque algunos tienen prisa y quisieran todo y todo ya, la paciencia tiene capacidad de espera. Incluso cuando muchos a su alrededor han sucumbido a la desilusión, quien está animado por la esperanza y es paciente es capaz de atravesar las noches más oscuras. La esperanza y la paciencia van juntas.

La esperanza es la virtud de quien tiene un corazón joven; y aquí, la edad no cuenta. Porque existen también ancianos con los ojos llenos de luz, que viven una tensión permanente hacia el futuro. Pensemos en aquellos dos grandes ancianos del Evangelio, Simeón y Ana: nunca se cansaron de esperar, y vieron el último tramo de su camino bendecido por el encuentro con el Mesías, a quien reconocieron en Jesús, llevado al Templo por sus padres. ¡Qué gracia si fuera así para todos nosotros! Si, después de una larga peregrinación, al dejar las alforjas y el bastón, nuestro corazón se llenara de una alegría que nunca antes habíamos sentido, y nosotros también pudiéramos exclamar:

«Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,29-32).

Hermanos y hermanas, sigamos adelante y pidamos la gracia de tener esperanza, la esperanza con la paciencia. Mirar siempre hacia ese encuentro definitivo; pensar siempre que el Señor está cerca de nosotros, que nunca, ¡nunca la muerte será victoriosa! Sigamos adelante y pidamos al Señor que nos dé esta gran virtud de la esperanza, acompañada por la paciencia. Gracias.

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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Que el Señor acrezca nuestra esperanza y nuestra paciencia, para ser artesanos de paz y de bien en el mundo que tiene mucha necesidad de la virtud. Hoy en mi patria, en Argentina, se celebra la solemnidad de Nuestra Señora de Luján, cuya imagen está aquí presente. Pidamos por Argentina, para que el Señor la ayude en su camino. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

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Resumen leído por el Santo Padre en español 

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy reflexionamos sobre la esperanza, que es la virtud teologal que nos ayuda a comprender que nuestra felicidad es el Reino de los cielos y la vida eterna, confiando en las promesas del Señor Jesús y en el auxilio de las gracias del Espíritu Santo. Se fundamenta en el misterio pascual de Jesucristo y en el don del Espíritu Santo, no en nuestro esfuerzo ni en nuestra voluntad personal.

Frente a las preguntas trascendentales sobre el destino de nuestra vida y del mundo, la esperanza es la respuesta que Cristo nos da. Con ella, podemos vivir con alegría y serenidad nuestro presente, pues Jesús nos asegura un futuro confiable y un horizonte luminoso. Sin esperanza, en cambio, el hombre vive en la tristeza y cae en la desesperación.

Pecamos contra la esperanza cuando nos quedamos anclados en el pasado, olvidando que Dios nos ama, que es misericordioso y más grande que nuestro corazón, Dios es más grande que nuestro pecado; pecamos cuando no tenemos el valor de tomar decisiones que nos comprometan de por vida.

7 de mayo de 2024

ORACIÓN ESPÍRITU SANTO

"Ven Espíritu, ven a devolverme las ganas de hacer el bien, de cambiar algo en este mundo; renueva en mí el sueño de una vida fraterna y solidaria, la alegría de servir y de trabajar con los demás.

Ven Espíritu Santo, para que deje de sobrevivir y vuelva a vivir. Ven, para que pueda recuperar la alegría y el deseo de luchar por grandes ideales. Ven Espíritu Santo. Amén."


Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

6 de mayo de 2024

ORACIÓN: EN ESTE DÍA

En este día que me regalas, vengo a tus pies para entregarte todo lo soy y todo lo que tengo.

Tú lo conoces todo; desde mis pensamientos más ocultos, mis deseos y mis proyectos.

A ti quiero entregar mi vida entera, a ti quiero entregar mi corazón, a ti quiero entregar mi yo.

Ese yo que muchas veces antepone a tu llamada, ese yo que en ocasiones le cuesta ser humilde y manso de corazón.

Hoy delante de tu presencia, entrego mi yo y con él todas mis debilidades, todas mis preocupaciones y todas mis angustias.

Pero también te entrego oh Dios, lo mejor de mi, que sea agradable a tus ojos. Mi ser te pertenece y a ti lo entrego; moldea, sana y restaura esta vieja vasija, hazla como quieras. A ti me entrego Señor. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

5 de mayo de 2024

ORACIÓN

Somos tan pequeños y necesitados y nos cuesta tanto dejarnos amar gratuitamente, que vamos mendigando aplausos, nos gusta que nos den un trato de favor, y que reconozcan lo “mucho que valemos”.

Señor, cura mi orgullo y prepotencia, dame un corazón sensato y humilde, que no vaya mendigando lo que Tú me das gratis, que sepa reconocer mis virtudes y defectos y sepa aprender de Ti y de cada persona.

Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

SEÑOR, DANOS LA CAPACIDAD DE AMAR COMO TÚ NOS AMAS

Señor, de nada me valen mis oraciones, mi piedad y todas las prácticas que haga si no amo como Tú me amas. Tú y el Padre están unidos en el Amor hasta el punto de ser uno en dos Personas. Tú, Señor, haces la Voluntad del Padre. Danos, Señor, la capacidad de, injertados en Ti, esforzarnos en hacer tu Voluntad que, por supuesto, será también la Voluntad del Padre.

Tú lo sabes, Señor, pero yo quiero decírtelo hoy y cada día: somos débiles y frágiles ante las seducciones de este mundo. El demonio nos puede, el mundo nos seduce y la carne nos tienta. Danos, Señor, esa firme voluntad para no desfallecer, caminar injertado en Ti y abierto a la acción del Espíritu Santo sabiendo que abierto a tu Palabra saldremos vencedores. Amén.

4 de mayo de 2024

ORACIÓN

En tu nombre, Padre. Así comienzo este momento de oración, para acoger tu amor y ser testigo de vida para el mundo.

En tu nombre, Jesús. Eres mi camino, mi verdad y mi vida. Quiero reflejarlo en mi vivir cada día.

En tu nombre, Espíritu Santo. Porque me iluminas y fortaleces para hacer presente el amor de Jesús.

El encuentro contigo, Señor, caldea mi interior y me impulsa a interesarme por las necesidades de quienes me rodean. No es tiempo de mirar para atrás, y menos de dejarse llevar por la pereza. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.

3 de mayo de 2024

ORACIÓN: EN ESTE DÍA

Comienzo la oración haciéndome consciente de que el Espíritu Santo es el gran animador de la vida. Donde él está hay entrega, hay alegría, hay amor. Donde él está, surgen alternativas a modos de vivir egoístas e insolidarios.

Espíritu Santo, limpia mi corazón de toda indiferencia. Enséñame a orar, a abrir mi vida a tu luz. Que la Palabra de Jesús dé fruto en mi vida. Busco la vida. Quiero vivir. En tu manantial descanso y bebo. Acojo con alegría tu gracia. Amén.

Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.