“San José ha sido llamado por Dios a servir directamente a la persona y a la misión de Jesús, mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo coopera en la plenitud de los tiempos al gran misterio de la redención y es verdaderamente ministro de la salvación” (RC 8). Ejerciendo su paternidad para con Jesús es ministro de la salvación. “Su paternidad se ha expresado concretamente en haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación y a la misión redentora que le va unida, en haber usado de la autoridad legal que le correspondía sobre la Sagrada familia para hacerle total donación de sí, de su vida, de su trabajo; al haber convertido su vocación humana al amor doméstico en la sobrehumana oblación de sí, de su corazón y de toda capacidad, en el amor puesto al servicio del Mesías, germinado en su casa” (RC 8).
Servir José directamente a la
persona y a la misión salvadora de Jesús mediante el ejercicio de paternidad es
una misión sublime y una dignidad augusta que exigen unas disposiciones y unas
virtudes especiales. Por eso “como no es concebible que a una misión tan
sublime no correspondan las cualidades exigidas para desarrollarla
adecuadamente es necesario reconocer que José tuvo `para con Jesús ´por especial don
del cielo todo aquel amor natural, toda aquella afectuosa solicitud que el
corazón de un padre pueda conocer”(RC 8)
Alguien pudiera pensar que si San
José no estuvo presente a la pasión y muerte de Cristo en la cruz ¿cómo se
puede afirmar que cooperó a la salvación de los hombres, cuando esta se realiza
precisamente por la pasión, muerte y resurrección de Jesús, pues San José para
entonces ya había muerto? El B. Juan Pablo II, previendo esta dificultad, escribe:
“La vía propia de José, su peregrinación
de la fe concluirá antes, es decir,
antes que de María se detenga ante la
cruz del Gólgota… Sin embargo, la vía de
la fe de José sigue la misma
dirección, queda totalmente determinada por el mismo misterio del que él,
junto con María, se había convertido en
el primer depositario” por que “la encarnación y la redención constituyen
una unidad orgánica e indisoluble en la que la `economía de la revelación se realiza con palabras y
obras intrínsecamente connexas entre sí. Precisamente por esta unidad el Papa
Juan XXIII que alimentaba una gran
devoción por San José estableció que en el canon romano de la Misa, memorial
perpetuo de la redención, se incluyera su nombre junto al de maría, y antes de
los apóstoles, de los sumos Pontífices y de los mártires”(RC 6).
Por esta unidad orgánica e
indisoluble todas las acci0ned de Cristo son salvíficas y redentoras. “El
crecimiento de Jesús en sabiduría, edad y gracias (Lc 2,51) de desarrolla e ámbito
de la Sagrada Familia, a la vista de San José que tenía la alta misión de
`criar´, esto es de alimentar, vestir e instruir a Jesús en la Ley y en un
oficio, como corresponde a los deberes propios del padre” (RC 16). Pues bien,
todos los actos de Jesús en esta crianza, religiosos, culturales, humanos son
acto de salvación. “De hecho la salvación que pasa a través de la humanidad de
Jesús, se realiza en los gestos que entran en la cotidianidad de la vida
familiar, respetando aquella `condescendencia´ inherente a la economía de la
encarnación” (RC 8).
Si la salvación se realiza en los
gestos de la vida familiar de Jesús,”toda la vida privada o `escondida´ de
Jesús ha sido confiada a su custodia (de san José) (”RC 8) y está sometida a él.
San José es ministro de la salvación consagrando a Jesús toda su vida en
sumisión de padre.
De hecho el Papa recorre algunos
de los hechos más destacados de la vida familiar de José con Jesús: el censo,
el nacimiento den Belén, la circuncisión e imposición del nombre, la
presentación en el templo, la huida a Egipto y la pérdida del Niño en el
templo. Y en dos de ellos explícitamente afirma que José es el ministro de la salvación: en el
nacimiento, “como depositario del misterio escondido desde los siglos en la
mente de Dios y que comienza a realizarse ante sus ojos en la plenitud de los
tiempos, José es junto con maría en la noche de Belén testigo privilegiado de
la venida de Dios al mundo” (RC 10). Y en la huida a Egipto, “así como Israel había tomado la vía del éxodo, en
condición de esclavitud para iniciar la antigua alianza, así José, depositario
y cooperador del misterio providencial de Dios, custodió también ene. destierro
a aquel que realiza la nueva Alianza” (RC 34).
P.
Román Llamas, ocd