Con estas palabras respondió
esta gran escritora Católica a un estudiante que le había escrito comentándole
que sentía que estaba perdiendo su fe desde que llegó a la universidad.
Flannery O'Connor fue una escritora del siglo XX, nacida en 1925, que le tocó
vivir las corrientes ideológicas deconstruccionistas que agitaron la vida
universitaria y el panorama social que se ha estado viviendo desde entonces.
Sus palabras recobran actualidad aún en el siglo XXI
y en esta temporada navideña ya próxima, cuando muchos estudiantes
universitarios se reúnen con sus familias y el primer shock para sus propias
familias es que regresan a casa con una fe diluida en esas corrientes y en
estilos de vida ‘alternativos’, es decir, inmorales. Entonces, papá y mamá que se han esforzado
por brindarles una educación superior que dignifique, ven sus esperanzas
reducidas a una desilusión.
Actualmente, la vida en el campus es un reto para la
libertad religiosa. El sincretismo religioso prevalece en muchos casos sobre
nuestra fe. Las corrientes ideológicas nos privan del sano ejercicio de esta
libertad. El catálogo incluye todo un menú de ideologías: Feminismo radical, ideología
de género, marxismo, panteísmo, New Age, etc., todo esto en combinación con el
libertinaje, movimientos de gays/lesbianas/transgénero; falta de pudor,
lenguaje políticamente correcto; defensa del aborto; la mentalidad
contraceptiva y un despliegue de políticas de la ONU que promueven todo lo
anterior. En virtud de todo esto, no es de extrañarse que haya tanta violencia
en el campus y aún fuera de las universidades.
Antes de partir a la universidad, los estudiantes
deberían recibir una formación previa que les advierta sobre el panorama que
confrontarán. Debería ser una evangelización efectiva que los prepare
espiritualmente hacia esta nueva etapa de sus vidas. Los consejos que dio
Flannery O’Connor a este joven pueden ser efectivos hoy en día, especialmente
esta sencilla sugerencia: Que el estudiante se proponga leer un libro que
presente la perspectiva cristiana por cada libro ‘anti-cristiano’ que lea.
Textualmente escribió: “El resultado del estímulo de la vida intelectual en la
universidad es la reducción de la vida imaginativa. Esto suena paradójico, pero
con frecuencia es cierto. Los estudiantes terminan con dificultad para
discernir y reconciliar los puntos de vista de muchas religiones diferentes,
tales como el Budismo, Mahometanismo, etc., de tal manera que cesan de buscar a
Dios en otras formas. Bridges le escribió una vez a Gerard Manley Hopkins,
preguntándole cómo él –Bridges- pudiera sostener su fe. Él posiblemente
esperaba que Hopkins le brindara una amplia respuesta filosófica. Hopkins se limitó
a contestar: “Da limosna”. Trataba de decirle a Bridges que la
experiencia de Dios sólo podía vivirse en la caridad (en el sentido de la
imagen divina en los seres humanos). No te enredes tanto en las dificultades de
la vida intelectual de tal manera que termines fallándole a Dios de esta
manera”.
A finales del siglo XX, Allan Bloom, de la
Universidad de Chicago publicó su obra ‘The
Closing of the American Mind’, cuyas conclusiones dan soporte a las
palabras de Flannery O’Connor. Su
perspectiva fue filosófica pero advierte de los peligros para la sociedad de
esta educación sin valores, que también es una amenaza para la democracia y las
libertades civiles que tanto hemos defendido. También defiende el fundamento de
la libertad religiosa. Al igual que O’Connor, Bloom como judío percibe que la
apertura relativista conduce a la cerrazón; recomienda también el mismo sano escepticismo
que ella propone ante tantas corrientes ideológicas y religiones. En esta misma
carta citada, escribe Flannery O’Connor: “Lo que me mantuvo escéptica en la
universidad fue precisamente mi fe cristiana que siempre me decía: ‘espera, no
muerdas esto, trata de ver todo el retrato, continúa leyendo’. Aún en la
vida de un cristiano, la fe sube y baja
como las olas de un mar invisible. Está allí, aunque no podamos sentirlo o
verlo y Él quiere estar allí. Nos podemos dar cuenta, que la fe es más valiosa,
más misteriosa y más inmensa que cualquier cosa que podamos aprender o decidir
en la universidad. Aprende todo lo que quieras, pero cultiva el escepticismo
cristiano. Esto te mantendrá libre –pero no libre para hacer sólo lo que tú
quieras- sino más bien libre para ser formado por algo mucho más grande que tu
propio intelecto o los intelectos que te rodean. No sé si esta sea la respuesta
que pueda ayudarte, pero cuando quieras escribirme, puedo tratar de responder y
hacerlo mejor”.
Son muy pocos los intelectuales de las élites académicas
que defienden la fe. Por lo general, quienes lo hacen, reciben críticas muy
negativas en los medios y una virtual censura para sus obras. Esto no es
novedad. Recordemos el discurso de San Pablo ante el Areópago, en Atenas, que
era el centro espiritual del helenismo pagano en el primer siglo de la era
cristiana. Este discurso es el modelo de traducción del Evangelio a la cultura
griega, para hacer que los griegos comprendieran que el Dios de los Cristianos
y los judíos no era un dios ajeno a su cultura, sino más bien el Dios
desconocido que ellos esperaban, es decir, la respuesta a las cuestiones más
profundas de su cultura: “Él creó, de un
solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de
la tierra fijando los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían
de habitar, con el fin de que buscasen la divinidad, para ver si a tientas la
buscaban y la hallaban por más que no se encuentra lejos de cada uno de
vosotros” (Hechos de los Apóstoles 17, 26-27). Cuando San
Pablo habló de la resurrección de los muertos, algunos se burlaron: “Sobre esto ya te oiremos otra vez” (Hch 17, 10). No obstante el rechazo, algunos se adhirieron
a él, entre ellos, Dionisio el Areopagita, de quien escribió extensamente Santa
Edith Stein, quien deliberó sobre su Teología Simbólica y sus contribuciones al
pensamiento filosófico occidental. San Pablo ejerció su libertad y no se dejó
arrastrar por corrientes paganas. Más bien, aprovechó la oportunidad para
evangelizar intelectuales, mientras que muchos estudiantes hoy en día capitulan
ante el poder político, proselitismo e ideologías, sin intentar siquiera un
contrapunto a esas corrientes anti-cristianas.
La fe se va perdiendo no sólo en el terreno
intelectual, sino también en las relaciones humanas. Hoy en día, prolifera la
idea de que las relaciones son desechables. No se valora el compromiso. Sólo
dependen de ‘sentirse bien’. El remedio para una relación en donde ya no ‘nos
sentimos bien’ es el abandono, para poder ‘encontrarnos a nosotros mismos’, que
es un eufemismo contemporáneo para el egoísmo. Esto ha intensificado la
promiscuidad en las universidades, además de las enfermedades sexualmente
transmitidas y la ilegitimidad. Al
regresar los estudiantes a casa, sus padres se encuentran con un ser
transformado por un ‘soma’ que haría palidecer a Huxley, que desde 1932 había
predicho que la falsificación sería el elemento decisivo de la modernidad.
El Papa Benedicto XVI ha escrito
extensamente sobre la dictadura del relativismo y cómo el concepto de la verdad
se ha vuelto sospechoso, ya que un gran número de filosofías coinciden en
señalar que el hombre no es capaz de la verdad. Si aceptamos estas ideas, por
implicación estamos señalando que el hombre no es capaz de vivir de
acuerdo a valores éticos tampoco. Por lo tanto, tampoco tendría estándares.
Sólo le restaría considerar cómo arreglar las cosas razonablemente por sí
mismo, y siendo así, la opinión de la mayoría sería el único criterio válido.
La Historia, sin embargo, ha demostrado –escribe el Papa Emérito- cómo las
mayorías pueden ser destructivas, cómo lo demostraron los sistemas políticos
del Nazismo y el Marxismo, todos los cuales empuñaron su fuerza contra la
verdad. En la homilía de apertura del cónclave que lo eligió como Papa el 2005,
advirtió del inminente peligro de “no reconocer nada
como definitivo, cuyo estándar definitivo establece que sólo el ego personal y los propios deseos
cuentan”. La verdad no necesita de la violencia para prevalecer, ya que tiene
su propia fuerza. Ese es el tema central del Evangelio de San Juan: Cuando
Jesús es traído frente a Pilato, Jesús proclama que Él mismo es la Verdad y su
propio testigo. (Jn 18, 37). Pilato
respondió precisamente como respondería este mundo actual tan pagano como
entonces: “¿Qué es la verdad?” (Jn 18, 38).
El columnista William F. Buckley, Jr., que llegó a
ser la voz del movimiento conservador en Estados Unidos publicó su memoria de
sus experiencias en la Universidad de Yale, ‘God
& Man at Yale’, a los 25 años de edad. Criticó a la facultad por
promover la indoctrinación ideológica ultra-liberal en los estudiantes. Para
Buckley, la libertad académica no era otra cosa que un programa para reforzar
la conformidad ideológica, indicando que los catedráticos atacaban las
creencias religiosas de los estudiantes en sus clases. Buckley, que fue
católico, aseguró que la Universidad de
Yale estaba negando a sus estudiantes su sentido de individualidad con este
conformismo. Por lo tanto, fallaban a sus principios, al enseñar cursos con
contenidos que eran inconsistentes con las creencias de sus estudiantes. Dedicó
su libro a Dios, a su país y a Yale. Buckley emergió en la vida pública como
una especie de ‘joven San Pablo’ promoviendo el nuevo movimiento conservador y
el regreso a la moralidad, con la diferencia de que Buckley no tuvo una etapa
rebelde como Saulo, ni tampoco una noche oscura en su alma, pero ‘God & Man at Yale’ fue algo más que
un libro: fue un acto político que convocó a los padres, a los estudiantes y a
los propios regentes de la universidad a tomar acciones contra la administración
de la universidad. En pocas palabras, convocó a la mayoría, creyentes en Dios, a
derrocar a la élite liberal. El movimiento conservador creció y llegó a
formular la plataforma política que eligió a Ronald Reagan como Presidente,
además de la elección de magistrados católicos pro-vida en la Suprema Corte.
Además del consejo de Flannery O’Connor sobre
mantener un balance en el contenido de nuestras lecturas y tener presentes
estas reflexiones del Papa Benedicto XVI, podemos promover el contrapunto
cristiano considerando lo siguiente:
1. No nos
conformemos con el ‘kulturkampf’ de los
medios. Optemos por medios que presenten un contrapunto para las ideologías anti-cristianas.
Son muchos los medios publicando cobertura y opiniones que atacan nuestra fe, pero
existe terreno para explorar la verdad y reconocer las tendencias. Los hay en
una gran diversidad de formatos y opciones, tanto impresos como virtuales.
2. Revisemos
el balance ideológico de los contenidos en los textos y lecturas
suplementarias. Si un curso de Economía sólo promueve un
punto de vista marxista, pidamos que también presente la opción de la libertad
económica y la teoría de mercados. Si un sicólogo presenta una imagen negativa
del matrimonio citando cifras sobre la violencia intra-doméstica entre parejas
casadas; que también presente las cifras para las uniones libres. La
objetividad aplica a todas las perspectivas.
3. Si
nuestras amistades expresan uniformemente puntos de vista anti-cristianos, o
tienden a alejarse de la vida cristiana, procuremos que
nuestros grupos de amistades incluyan personas comprometidas con la fe. De
hecho, es recomendable que la tendencia favorezca el crecimiento en la fe.
4. Digamos
‘NO’ a los encuentros sexuales casuales. No sólo peligra
la salud física y mental, sino más aun la espiritual. El sexo sin amor y sin el
compromiso de fortalecerlo, es sólo sexo para satisfacer los instintos. Dios no
quiere que usemos sexualmente a nadie. Nuestra vocación es amar.
5. El
primer compromiso del estudiante es con sus padres que
están cubriendo el costo de su educación. No hay libertinaje que justifique
defraudar a los padres de familia que generosamente están apoyando a sus hijos.
Debemos ser responsables y ser fieles a los valores que nos han inculcado para
compensar su amor de padres.
1. Evitemos
el respeto humano y los ambientes de alto riesgo, tales
como fiestas donde se consumen drogas, hay borracheras y conductas escandalosas.
El respeto humano nos somete a la dictadura del relativismo. Poncio Pilato
sabía que Jesús era inocente, pero lo entregó a los verdugos por respeto
humano.
2. ¡Pudor, Pudor! Tanto en el vestuario como en la
conducta. El Pudor es el respeto a la propia intimidad. Empecemos por
respetarnos nosotros mismos, que somos templos del Espíritu Santo.
3. Independientemente
de que sea una universidad pública o privada, acerquémonos a grupos
parroquiales que nos permitan profundizar en nuestra fe.
Acudamos a la misa dominical, practiquemos la caridad y de ser posible,
obtengamos dirección espiritual. No debemos abandonar la fe con el pretexto de
las ocupaciones académicas. La fe nos ayudará a valorar mejor la educación, de
tal manera que sea integral.
4. Alerta
sobre los movimientos estudiantiles. La gran mayoría de
estos movimientos promueven causas que no tienen nada que ver con el estudio,
ni la educación, ni el bienestar social. Con frecuencia están infiltrados por
gente ajena a los legítimos intereses de los estudiantes y sólo los utilizan
como botín político para sus causas. Sus tendencias favorecen la ideología
marxista-leninista y sus diferentes matices partidistas, a los cuales se han
unido más recientemente el feminismo radical y el Islamismo. No desperdiciemos
nuestro tiempo.
La ‘nueva libertad’
que obtenemos al salir de la casa paterna nos plantea cuestiones que debemos
responder adecuadamente, para abrirnos paso ante un mundo que nos ofrece muchas
propuestas que ofenden a Dios. Las propuestas ofrecen una gran diversidad, pero
esa diversidad no garantiza la verdad. Escuchemos y reflexionemos
cuidadosamente antes de sucumbir ante las tentaciones. Permanezcamos conectados
a Dios: “Yo soy la vid y vosotros los
sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque
separados de mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5).
La vida
universitaria puede ser una experiencia hermosa. Depende de cada uno de
nosotros saber aprovechar lo mejor esta etapa de nuestras vidas y compartirla
con nuestros seres queridos. Si Dios nos acompaña en esta fascinante etapa, los
frutos de esa educación probarán que ha sido una experiencia de vida en comunión. Tengamos en mente las
palabras con que inicia San Juan Pablo II su carta encíclica ‘Fe y Razón’: “La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos
alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad.
Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en
definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar
también la plena verdad sobre sí mismo”.
-Yvette Camou-
Bibliografía:
Biblia
de Jerusalén. Desclée de Brouwer.
Bilbao, España. 2008.
Bloom, Allan D. ‘The Closing of the American Mind’. Págs. 21,
39. Simon & Schuster. 1987/1992.
Buckley, William F., Jr. ‘God & Man at Yale: The
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Fitzgerald, Sally (Editor). ‘The Habit of Being:
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York. 1979/’A Priest in Chatham’ reprint at Cardinal Newman Society’s Catholic
Education Daily.
Papa
Juan Pablo II, ‘Fides et Ratio’. Carta Encíclica sobre la relación entre la Fe
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Pope Benedict XVI. ‘Light of the World: The Pope, the
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Pope Benedict XVI. ‘Saint Paul’. General Audiences
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Stein, Edith. ‘Knowledge and Faith’. (The Collected
Works of Edith Stein, Part VIII). Págs. 83-85. Institute of Carmelite Studies/
ICS Publications. Washington, DC. 2000.