La bondad paternal
de san José.
Doctrinalmente santa Teresa condesa
en dos páginas autobiográficas, cuando escribe este capítulo, la doctrina que
los predicadores de la época y los tratadistas explican con muchas hojas, con la
ventaja de que las suyas son la exposición de unas vivencias espirituales muy
hondas y comprensivas.
Dado el momento vital y espiritual
que está viviendo la santa y en el que relee la historia de la salvación de su
alma, lo que embarga su espíritu es la bondad paternal y el pode singular de san José para ayudar en
todas las necesidades, Cuando la Santa redacta este capítulo ha experimentado
ya la mano paternal y poderosísima de
san José en momentos cruciales de su vida y de su obra de fundadora: curación
milagrosa, fundación del convento de san José, liberación de los peligros del
alma y ayuda en momentos de duras pruebas… y todavía le quedan muchos años de
vida en los que la bondad de San José se va a ir dejando sentir palpablemente.
Escribe el libro de la Vida en el 1565.
Santa Teresa no tiene referencias ni
hace reflexiones sobre la bondad de san
José, como lo hace de la bondad de Dios Padre en el Camino, exponiendo la
invocación de la oración del Padre
nuestro; sencillamente llama a san José Padre, Padre mío: :este padre y señor
(V 6,6),mi verdadero padre y señor (V
33,11), mi glorioso padre y señor san José (F, prol 5), glorioso padre mío san
José (V 30,7), mi padre glorioso san José (V 36,6), mi padre san José (V 33,14;
36,11), el glorioso padre nuestro san José (V 36,5). ¿Nos damos cuenta de toda
la carga de amor, de bondad, de ternura que encierran estas palabras,
referidas al santo Patriarca, como
expresión de la experiencias josefinas
de la Santa?.
Hay que añadir aquí lo que ella
afirma de su padre, de su gran piedad y caridad (V 1,2), del tan demasiado amor
que mi padre me tenía (V 2,7) que faltarme él, era faltarme todo bien y regalo
y se me arrancaba el alma, cuando le veía morir porque le quería mucho (V 7,14);
con la añadidura de unas experiencias de amor y bondad por parte del padre que
hacen más bellos y sentidos estos
valores, como cuando la lleva a las Agustinas de Gracia de la ciudad para
librarle de los peligros de alma en que
encontraba. En la enfermedad que se le presentó no mucho tiempo después de entrar
en al Encarnación, con todo cuidado de
mi regalo mi padre y mi hermana me llevaron a casa de esta en Catellanos de la
Cañada y después de tres meses con
grandísimos trabajos. Su padre volvió a traerla, la trataron médicos y la cosa
iba de mal a peor; de abril a la Asunción
de la Virgen duró la enfermedad, los últimos meses con dolores incomportables que día ni noche ningún
sosiego podía tener y como la cura era más recia de lo que pedía mi complexión, degeneró
en un paroxismo que duró cuatro días. Todos la deban por muerta (en el convento
de la Encarnación ya habían abierto la sepultura) sino era su padre que siempre
decía: mi hija no está para sepultar. Su amor de padre no se equivocó..
Pensemos también en lo que dice de
la paternidad de Dios sobre nosotros en el comentario del Padre nuestro. Es
tanto lo que da junto en la primera palabra que si el entendimiento lo comprendiera
plenamente, ocuparía de modo la voluntad que no podía hablar palabra (C
27,1-2). Le dice la santa al Hijo, a Jesucristo que “nos da todo lo que se
puede dar, pues obliga a su Padre a tenernos por hijos, que su palabra no puede
faltar, y así no es pequeña carga, pues en siendo padre nos ha de sufrir, por
grandes que sean nuestra ofensas. Si nos tornamos a él, como el hijo prodigo,
hanos de perdonar, hanos de consolar en nuestros trabajos, hanos de sustentar,
como lo da de hacer un tal Padre, que forzado ha de ser mejor que todos los
padres del mundo, porque en él no puede haber sino todo bien cumplido; y
después de todo esto hacernos partícipes y herederos de Vos” (C 27,2).
San José es la sombra de Dios Padre
en la tierra. En él ha puesto el Espíritu Santo la condición de Dios Padre de la manera más perfecta que puede recibirla
un hombre en la tierra. San José en este aspecto de bondad es el Rostro de Dios
en la tierra Así lo fue para Santa
Teresa. Por eso, podemos aplicarle, con las debidas reservas, lo que la Santa
dice de la bondad de Dios Padre. Por
ejemplo: “¡Oh bondad infinita de mi Dios… que toda querría, cuando esto veo,
deshacer en amaros! ¡Oh, que buen amigo hacéis, Señor, cómo la vais regalando y
sufriendo y esperáis a que se haga a vuestra condición, tan de mientras la
sufrís Vos la suya!” (V 8,6) Apliquemos estas palabras al comportamiento de san
José para con ella..
“Fiad de su bondad que nunca falta a sus amigos” (V 11,12). Fiad de
san José que nunca faltó a sus fieles devotos. Miremos a la misma santa Teresa
que no recuerda haber pedido alguna cosa a san José que no se la haya concedido:
es lo que le decimos en la oración del Acordaos. Acordaos, oh purísimo Esposo
de la Virgen María, mi padre y señor gloriosísimo, que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección y pedido vuestra ayuda
no haya sido escuchado y consolado.
“¡Oh, Señor mío, qué bueno sois! Que
dais como quien sois con gran largueza y magnanimidad” (V 18,3). ¡Qué buenos
eres san José!, exclama santa Teresita del Niño Jesús. Ella también experimentó
a lo largo de su corta vida la protección y la ayuda de san José. Ya a los dos
meses de edad le salvó san José milagrosamente de una situación extrema. Su
madre se arrodilló delante de una imagen de san José con el
Niño que tenían en la habitación y le pidió confiadamente que le curase
a su hija y la curó Toda la familia lo
tuvo como un milagro del santo Patriarca y la misma santa Teresita cuando se lo
contaron.
En el viaje a Roma se encomendó
especialmente a José, rezándole la oración “San José, padre y protector de las
vírgenes”, que le rezaba todos los días.
Santa Teresa dice: “Si va algo
torcida la petición, él la endereza para mayor bien mío” (V 6,7).
“Fíe de la bondad de Dios que es
mayor que todos los males que podamos hacer…Nunca se cansa de dar ni se pueden
agitar sus misericordias” (V 19,15)Así es san José. Su bondad está muy por
encima de todos nuestros males, no desoye a ninguno que acude a él, aunque sea
el más pobre y miserable y nunca de cansa de alcanzar gracias de su Hijo a todo
el que le invoca con amor. Sus misericordias no se agotan y goza en atender y
cuidar de todos. ¡Qué bueno es san José!