2 de septiembre de 2017

MARÍA, UNA MUJER DE FE

¿Por qué nos cuesta rezar? ¿Por qué nos cuesta escuchar, comprender, ser paciente, amar...etc? Todo es cuestión de fe. María creyó lo que le anunció el Ángel Gabriel, eso fue así porque unos días después, su prima Isabel lo descubrió en su saludo correspondiendo a su visita: “Feliz tú, que has creído lo que se te ha dicho de parte del Señor” (Lc 1, 45). 

Y esa fe la lleva a seguir los pasos que el Espíritu Santo le va marcando. Y esa fe le motiva a ser obediente, humilde y confiada en las palabras del Ángel Gabriel. Ella cree, aunque la fe no deja de tener sus lagunas de oscuridad, pues dejaría de ser fe si todo está claro como tener cara a cara al Señor. Toda su vida es un camino de fe. De la misma manera que para el creyente tiene que ser lo mismo.

Ver a Dios a través de la fe es oración. Oramos, cuando, por la fe, nos relacionamos con Dios y nuestra vida se mueve en el estilo de la Vida de nuestro Señor Jesús. La fe es la que mantiene nuestra esperanza y la hace vida y realidad. María es un rosario de fe lleno de Gracia, porque el Señor está con ella y hace el milagro de la encarnación porque, su fe, es la que permite a Dios encarnarse en Naturaleza Humana para la redención de los hombres.

Madre, quisiera ser un hijo/a digno de ti, y tener tu fe, sosteniéndome en ella y tratando de ver a Dios a través de mi poca y pobre fe. Por eso, ¡Madre!, a tu lado quisiera aprender a tener paciencia, a sostener mis momentos oscuros y de dudas bajo tu manto, sin desesperarme, sin alborotos, sin impaciencias y en el mayor de los silencios. Confiado en que volverá la calma, la serenidad y la paz. Confiado en que la fe es abandonarme en las Manos del Espíritu Santo y dejarme guiar por Él. Esperándole pacientemente.

¡Madre!, mujer de fe, enséñame a ser paciente y a esperar confiado que el Espíritu de Dios vaya aclarando mi camino, porque Él es precisamente eso, Camino, Verdad y Vida. Amén.