24 de febrero de 2018

MARÍA GUARDABA TODO EN SU CORAZÓN

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No es nada fácil soportar en silencio lo que otros murmuran sobre ti. Observas lo que sucede en tu entorno y las miradas que se clavan en ti. Ni nada fácil guardar las adversidades, los peligros, amenazas de lo que acontece en tu vida siendo, incluso inocente. Todos, por nuestra propia experiencia, sabemos lo insoportable y sufrible que es eso.

María, la Madre de Jesús, pasó por todos esos sufrimientos. Se sabía criticada, señalada, marcada con el estigma de adultera, mirada con ojos perversos y amenazantes. Incluso experimentó la incomprensión y lejanía de José. ¿Cómo explicar el Plan de Dios? Y, a pesar de todo eso, aceptándolo y soportándolo, guardaba todo en su corazón.

María también tomó su cruz y, llena de paciencia, humildad y perseverancia, cargó con ella. También la cruz de no entender a su Hijo y de soportar todo lo que Él sufría. María experimentaba desconcierto, sorpresa y oscuridad. María caminó por su propio desierto y sufrió la tentación de dejarlo todo. Pero, María, como su Hijo, después de experimentar el camino y la tentación, resistió al pecado y llevó su cruz hasta los pies de la Cruz de su Hijo. Y, con Él. María colaboró en la redención de todos los hombres.

María no tuvo un camino de rosa como aparentemente nos pueda parecer. Sufrió como sufres tú en este momento. Fue mirada con sospecha junto a José. Siguió el mismo camino por el que pasó el pueblo de Dios en Egipto. Sufrió la persecución de la incomprensión y murmuración. Pasó por su propio desierto, tal y como tú y yo tenemos que pasar. Pero, María, la Inmaculada, resistió y se abandonó en las Manos de Dios. 

Madre, enséñanos a tener esa fe que tú siempre sostuviste firme y perseverante. Esa fe que, a pesar de tus sufrimientos y dolores, llevaste guardad y firme en tu corazón. Madre, intercede por todos nosotros para que también, a pesar de nuestros pecados, sepamos perseverar y sostenernos firmes junto a pie de la Cruz. Amén.