Estamos
obligados a discernir los signos de los tiempos en los que a cada uno nos toca
vivir, y en los presentes, con referencia muy especial al deterioro de la moral
y espiritualidad en la conciencia de toda la humanidad, y del que nos han
hablado con tanta claridad nuestros últimos Papas.
Y es
que el renacido gnosticismo, ayudado por el reinante relativismo del que nos
habla en su última exhortación nuestro querido y amado Papa Francisco, frenan
con sus interminables razonamientos humanos lo que únicamente se puede alcanzar
a través de la virtud teologal de la Fe.
Y de
la enorme importancia que tiene la Madre de Dios, la Inmaculada en su
Concepción, la que fue siempre Virgen y Asunta en Cuerpo y Alma al Cielo, es a
la que me quiero referir.
Es
grave, muy grave, esconder el tesoro que el Cielo ha puesto en nuestros
corazones, y aún peor, negar la enorme importancia que tiene la Santísima
Virgen María, con el fin de no provocar desacuerdos humanos, estando tan
obligados en conciencia a dar a conocer a la Madre de toda la humanidad.
MARÍA,
NO, NO ES UNA MUJER MÁS, como no pocas veces queremos hacerla pasar. Es, y lo
recordaremos en otro momento, LA NUEVA ARCA DE NOÉ, con su Corazón Inmaculado
abierto de par en par para poner a salvo del actual diluvio relativista a todos
los que quieran entrar, sea cualesquiera su credo y su condición.
Y hoy
no me quiero despedir sin decir que lo he pasado francamente mal, por atreverme
a hablar de María, cuando hay tan bellísimos textos referidos a Ella en nuestra
Santa Madre Iglesia. Y si he continuado, es porque puede que a alguien le sirva
como primer peldaño para seguir subiendo en el conocimiento de esta
indispensable escalera celestial.
andrésdeMaría