Tengo suerte, Señor, y lo sé. Tengo la suerte de conocerte, de conocer tus caminos, tu voluntad, tu Ley. La vida tiene sentido para mí, porque te conozco a ti, porque sé que este mundo difícil tiene una razón de ser, que hay una mano cariñosa que me sostiene, un corazón amigo que piensa en mí, y una presencia de eternidad día y noche dentro de mí. Conozco mi camino, porque te conozco a ti, y tú eres el Camino. Tengo mucha suerte de conocerte y de vivir contigo. Gracias, Señor.
Siento la corriente de tu vida que me riega el alma y el cuerpo, hace florecer mi capacidad de pensar y de amar y convierte mis deseos en fruto, cuando el sol de tu presencia bendice los campos que tú mismo has sembrado. Te doy gracias, Señor, de todo corazón. Amén.