Benedicto XVI: la docta mansedumbre de san Pedro Canisio
Hoy en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 9 de febrero de 2011 (ZENIT.org).-
Ofrecemos a continuación la catequesis que el Papa Benedicto XVI
pronunció hoy sobre san Pedro Canisio, dentro de su recién comenzado
ciclo sobre Doctores de la Iglesia, durante la Audiencia General
celebrada en el Aula Pablo VI.
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Hoy querría
hablaros de san Pedro Kanis, Canisio en la forma latina de su apellido,
una figura muy importante en el s.XVI católico. Nació el 8 de mayo de
1521 en Nimega Holanda. Su padre era el alcalde de la ciudad. Mientras
estudiaba en la Universidad de Colonia, frecuentó a los monjes cartujos
de santa Bárbara, un centro propulsor de la vida católica, y a otros
hombres píos que cultivaban la espiritualidad llamada devotio moderna.
Entró en la Compañía de Jesús el 8 de mayo de 1543 en Maguncia
(Renania-Palatinado), después de haber seguido un curso de ejercicios
espirituales bajo la supervisión del beato Pierre Favre, Petrus Faber,
uno de los primeros compañeros de san Ignacio de Loyola. Se ordenó
sacerdote en junio de 1546 en Colonia, y al año siguiente, estuvo
presente en el Concilio de Trento como teólogo del obispo de Austria,
cardenal Otto Truchsess von Waldburg, donde colaboró con dos hermanos,
Diego Laínez e Alfonso Salmerón.
En 1548, san Ignacio le hizo
completar su formación espiritual en Roma y lo envió después al Colegio
de Messina a ejercitarse en humildes servicios domésticos. Consiguió en
Bolonia el doctorado en teología el 4 de octubre de 1549, y después fue
enviado al apostolado a Alemania por san Ignacio. El 2 de septiembre de
ese año, el 1549, visitó al Papa Pablo III en Castelgandolfo y después
de esto fue a la Basílica de San Pedro a orar. Allí imploró la ayuda de
los grandes Apóstoles Pedro y Pablo, para que diesen una eficacia
permanente a la Bendición Apostólica, con miras a su gran destino, la
nueva misión. En su diario, escribió algunas palabras de la oración que
realizó: “Allí he sentido que un gran consuelo y la presencia de la
gracia me eran concedidas por medio de estos intercesores (Pedro y
Pablo). Ellos confirmaban mi misión en Alemania y parecían transmitirme,
como apóstol de Alemania, el apoyo de su benevolencia. Tú conoces
Señor, de que manera y cuantas veces en ese mismo día me has confiado
Alemania, a la que luego cuidaré y por la cual deseo vivir y morir”.
Debemos tener presente que nos encontramos en el tiempo de la Reforma
luterana, en el momento en que la fe católica en los países de lengua
germánica, ante la fascinación de la Reforma, parecía que se apagaba.
Era un deber casi imposible el de Canisio, encargado de revitalizar, de
renovar la fe católica en los países germanos. Sólo era posible con la
fuerza de la oración. Era posible solo desde la base, es decir desde una
amistad profunda con Jesucristo; amistad con Cristo en su Cuerpo, la
Iglesia, que se alimenta en la Eucaristía, Su presencia real.
Siguiendo la misión recibida de Ignacio y del Papa Pablo III, Canisio
partió hacia Alemania y partió antes que nada hacia el Ducado de
Baviera, que durante muchos años fue sede de su ministerio. Como decano,
rector y vicecanciller de la Universidad de Ingolstadt, cuidó la vida
académica del Instituto y de la reforma religiosa y moral del pueblo. En
Viena, donde por un breve tiempo fue administrador de la Diócesis,
desarrolló el ministerio pastoral en los hospitales y las cárceles, sea
en la ciudad como en el campo, y preparó la publicación de su Catecismo. En 1556 fundó el Colegio de Praga y hasta el 1569, fue el primer superior de la provincia jesuita de la Alemania Superior.
Entre estas tareas, estableció en los países germánicos una densa red
de comunidades de su Orden, especialmente de Colegios, que fueron puntos
de partida para la reforma católica, para la renovación de la fe
católica. En este tiempo participó también en el Coloquio de Worms con
los dirigentes protestantes, entre los que estaba Felipe Melantchon
(1557); ejerció la función de Nuncio Pontificio en Polonia (1558;
participó en las dos Dietas de Augusta (1559 y 1565); acompañó al
cardenal Estanislao Hozjusz, enviado del Papa al Emperador Fernando
(1560); interviene en la Sesión Final del Concilio de Trento, donde
habló sobre la cuestión de la Comunión bajo las dos especies y sobre el
Índice de Libros Prohibidos (1562).
En 1580 se retiró a Friburgo
en Suiza, dedicado totalmente a la predicación y a la composición de
sus obras, allí murió el 21 de diciembre de 1597. Beatificado por el
beato Pío IX en 1864, fue proclamado en 1897 segundo Apóstol de Alemania
por el Papa León XIII, y canonizado por el Papa Pío XI y también
proclamado Doctor de la Iglesia en 1925.
San Pedro Canisio
transcurrió buena parte de su vida en contacto con las personas
socialmente más importantes de su tiempo y ejerció una influencia
especial con sus escritos. Fue editor de las obras completas de san
Cirilo de Alejandría y de san León Magno, de las Cartas de san Jerónimo y
de las Oraciones de san Nicolás de Flüe. Publicó libros de devoción en
varias lenguas, las biografías de algunos santos suizos y muchos textos
de homilética. Pero sus escritos más difundidos fueron los tres Catecismos elaborados
entre el 1555 y el 1558. El primero estaba destinado a los estudiantes a
un nivel de comprensión de las nociones elementales de teología; el
segundo a los niños del pueblo para una primera instrucción religiosa;
el tercero a jóvenes con una formación escolástica de escuela media o
superior. La doctrina católica estaba expuesta a base de preguntas y
respuestas, brevemente, en términos bíblicos, con mucha claridad y sin
menciones críticas.
¡Sólo en el tiempo de su vida se hicieron
200 ediciones de este Catecismo! Y se sucedieron cientos de ediciones
hasta el s.XX. Así en Alemania, todavía en la generación de mi padre, la
gente llamaba al Catecismo, simplemente el Canisio: es realmente el catequista de los siglos, ha formado la fe de las personas durante siglos.
Es, esta, una característica de san Pedro Canisio: saber componer
armoniosamnete la fidelidad a los principios dogmáticos con el debido
respeto a cada persona. San Canisio ha distinguido la apostasía
consciente, culpable, de la fe, de la pérdida de la fe inocente, por las
circunstancias. Y ha declarado, frente a Roma, que la mayor parte de
los alemanes pasaron al Protestantismo sin culpa. En un momento
histórico de fuertes contrastes confesionales, evitaba -esta es una cosa
extraordinaria- la aspereza y la retórica de la ira -cosa rara como he
comentado, en esos tiempos y en las discusiones entre los cristianos- y
se preocupaba sólo de la presentación de las raíces espirituales y de la
revitalización de la fe en la Iglesia. Para esto le sirvió mucho el
amplio y penetrante conocimiento que tenía de las Sagradas Escrituras y
de los Padres de la Iglesia: el mismo conocimiento que sobresalía de su
personal relación con Dios y la austera espiritualidad que derivaba de
la devotio moderna y de la mística renana.
La
característica de la espiritualidad de san Canisio es una profunda
amistad con Jesús. Por ejemplo escribió el 4 de septiembre de 1549 en su
diario, hablando con el Señor: “Tú, al final, como si me pudieses abrir
el corazón del Santísimo Cuerpo, que me parecía ver delante de mí, me
has mandado beber en esa fuente, invitándome por decir así a sacar las
aguas de mi salvación de tus fuentes , oh mi Salvador”. Se ve que el
Salvador le da un vestido con tres partes que se llaman paz, amor y
perseverancia. Y con este vestido compuesto de paz, amor y
perseverancia, Canisio ha realizado su obra de renovación del
catolicismo. Esta amistad con Jesús – que es el centro de su
personalidad- nutrida por el amor a la Biblia, por el amor al
Sacramento, por el amor de los Padres, esta amistad estaba claramente
unida a la consciencia de ser en la Iglesia un continuador de la misión
de los Apóstoles. Y esto nos recuerda que todo evangelizadores siempre
un instrumento unido, y por eso mismo fecundo, con Jesús y con su
Iglesia.
San Pedro Canisio se había formado en esta amistad con
Jesús en el ambiente espiritual de la Cartuja de Colonia, en la que
había mantenido estrecho contacto con dos místicos cartujos Johann
Lansperger, latinizado como Lanspergius, y Nicolas van Hesche,
latinizado como Eschius. Más tarde profundizó la experiencia de esta
amistad, familiaritas stupenda nimis, con la contemplación de estos misterios de la vida de Jesús, que ocupan una gran parte en los Ejercicios espirituales de
san Ignacio. Su intensa devoción por el Corazón del Señor, que culminó
en la consagración al ministerio apostólico en la Basílica Vaticana,
encuentra aquí su fundamento.
En la espiritualidad
cristocéntrica de san Pedro Canisio hay un profundo convencimiento: no
hay alma cuidadosa de la propia perfección que no practique cada día la
oración mental, medio ordinario que permite al discípulo de Jesús vivir
la intimidad con el Maestro divino. Por esto, en los escritos destinados
a la educación espiritual del pueblo, nuestro santo insiste en la
importancia de la Liturgia con los comentarios a los Evangelios, de las
fiestas, del rito de la santa Misa y de los otros Sacramentos, pero, al
mismo tiempo, tiene cuidado de mostrar a los fieles la necesidad y la
belleza de que la oración personal diaria acompañe y permee la
participación en el culto publico de la Iglesia.
Se trata de una
exhortación y de un método que conservan intacto su valor, especialmente
después de que han sido propuestos nuevamente por el Concilio Vaticano
II en la constitución Sacrosanctum Concilium: la vida cristiana
no crece sino es alimentada por la participación en la Liturgia, en modo
particular en la santa misa dominical, y por la oración personal
diaria, por el contacto personal con Dios. En medio de muchas
actividades y múltiples estímulos que nos rodean, es necesario encontrar
cada día los momentos de recogimiento delante del Señor para escucharlo
y hablar con Él.
Al mismo tiempo, es siempre actual y de valor
permanente el ejemplo que san Pedro Canisio nos ha dejado, no sólo en
sus obras, sino sobre todo con su vida. Él nos enseña con claridad que
el ministerio apostólico es robusto y produce frutos de salvación en el
corazón, sólo si el predicador es un testigo personal de Jesús y sabe
ser instrumento a su disposición, estrechamente unido a Él por la fe en
su Evangelio y en su Iglesia, por una vida moralmente coherente y por
una oración incesante como el amor. Y esto vale para cada cristiano que
quiera vivir con esfuerzo y fidelidad su adhesión a Cristo. Gracias.
[En español dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a
los grupos provenientes de España, México y otros países
latinoamericanos. Invito a todos a vivir con empeño y fidelidad la
adhesión a Cristo, a ejemplo de San Pedro Canisio. Encomendaos a su
intercesión, pidiendo a Dios que vuestro apostolado produzca frutos de
salvación, siendo testigos de Jesús e instrumentos suyos, con una vida
moralmente coherente y una oración incesante. Muchas gracias.
[En italiano dijo]
Mi pensamiento se dirige finalmente a los jóvenes y a los recién
casados. Celebramos ayer la memoria litúrgica de san Jerónimo Emiliano,
fundador de los Somaschi y de santa Josefina Bakhita, hija de África que
se convirtió en hija de la Iglesia. La valentía de estos testigos
fieles a Cristo os ayude a vosotros, queridos jóvenes, para abrir
vuestro corazón al heroísmo de la santidad en la existencia de cada día.
Os sostenga a vosotros , queridos enfermos, en el perseverar con
paciencia a ofrecer vuestra oración y vuestro sufrimiento por toda la
Iglesia. Y os dé a vosotros, queridos recién casados, la valentía de
convertir vuestras familias en comunidades de amor, que reflejen los
valores cristianos.