Cuida, SEÑOR, mi vida y no permitas que
se pierda. Sé, me consta, que eso TÚ lo
haces y, por eso, JESÚS, tu HIJO, ha venido
a este mundo para advertírmelo y señalarme
el camino a seguir.
Pero, ¿sabes SEÑOR?, me cuesta, se me hace duro
y empinado. Es más, se me hace oscuro y difícil encontrar
salidas, discernir que vía debo tomar y dónde debo
parar, abstenerme o actuar.
Es un follón que se me antoja difícil de solucionar
por mí solo. Sé que te tengo a TI, pero me cuesta
entenderte, compartir tus consejos y señales. Me
resisto a obedecerte y me gusta, me parece lo mejor,
emprender el camino que yo mismo me señalo.
Y creo que ahí está mi error. Recuerdo cuando era
pequeño que mis padres me negaron muchas cosas a
pesar de mi insistencia y rabietas. Les di mucha
lata, pero ellos, a pesar de las molestias, mantuvieron
la firmeza de negármelo. ¡Claro, sabían lo que era
bueno para mí y lo que no lo era!
Y TÚ, SEÑOR, mejor que nadie, incluso que mis padres, sabes lo
que me hace bien y lo que no. Por eso me miras y me esperas
pacientemente a que me de cuenta. Te has atado tus Manos
regalándome el don de mi libertad y te ves necesitado de
esperar mi decisión. Una vez en tus Manos todo será diferente
y mis cruces tendrán respuestas. Y mi camino se hará
suave y ligero porque tu fortaleza me asistirá y
levantará en mi debilidad.
Por todo ello, SEÑOR, no me atrevo a pedirte nada. Sólo
espero que me asistas, me ilumines y me hagas saber
que quieres de mí. Porque TÚ sabes lo que necesito.
Es más, sabes lo que he recibido de tu Gracia y
lo que soy capaz y puedo dar. Por eso, mi oración
será: "Dame, SEÑOR, lo que TÚ quieres darme,
porque eso es lo que será mejor para mí". Amén.
Más oraciones y reflexiones en "Un Rincón para orar cada día".
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