Benedicto XVI: “Juntos en Cristo”
Hoy en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 8 de junio de 2011 (ZENIT.org).-
A continuación ofrecemos el discurso que el Papa Benedicto XVI ha
pronunciado ante los fieles congregados en la plaza de San Pedro,
provenientes de Italia y del resto del mundo. El Papa Benedicto XVI ha
querido hablar de su reciente Viaje Apostólico a Croacia.
* * * * *
¡Queridos hermanos y hermanas!
Hoy quisiera hablaros de la Visita pastoral a Croacia que realicé el
sábado y domingo pasado. Un viaje apostólico breve, que se ha
desarrollado enteramente en la capital Zagreb, pero a la vez rico en
encuentros y sobre todo de un intenso espíritu de fe, ya que los croatas
son un pueblo profundamente católico. Renuevo mi más vivo
agradecimiento al cardenal Bozanić, arzobispo de Zagreb, a monseñor
Srakić, presidente de la Conferencia Episcopal, y al resto de obispos de
Croacia, como también al presidente de la República, por la calurosa
acogida que me han brindado. Mi reconocimiento va a todas las
Autoridades civiles y a todos los que han colaborado de distintas formas
en tal evento, especialmente a las personas que han ofrecido por esta
intención, oraciones y sacrificios.
“Juntos en Cristo”, este ha sido el lema de mi visita. Que expresa
antes que nada, la experiencia de reencontrarse todos unidos en el
nombre de Cristo, la experiencia de ser Iglesia, manifestada en la
reunión del Pueblo de Dios alrededor del Sucesor de Pedro. Pero “Juntos
en Cristo”, tenía, en este caso, una referencia concreta a la familia:
de hecho, el motivo principal de mi Visita era la 1ª Jornada Nacional de
las familias católicas croatas, culminada con la Concelebración
eucarística del domingo por la mañana, que ha visto la participación, en
la zona del Hipódromo de Zagreb, de una gran multitud de fieles. Ha
sido muy importante para mí, confirmar en la fe sobre todo a las
familias, que el Concilio Vaticano II llamó “iglesias domésticas” (cfr Lumen gentium,
11). El beato Juan Pablo II, que visitó tres veces Croacia, dio una
gran importancia al papel de la familia en la Iglesia; así, con este
viaje, he querido dar continuidad a este aspecto de su Magisterio. En la
Europa de hoy, las naciones de sólida tradición cristiana tienen una
especial responsabilidad en la defensa y promoción del valor de la
familia fundada sobre el matrimonio, que es, por tanto, decisiva, ya en
el ámbito educativo que en el social. Este mensaje tenía una particular
relevancia para Croacia, que, rica en patrimonio espiritual, ético y
cultural, se prepara para entrar en la Unión Europea.
La Santa Misa se celebró en el peculiar clima espiritual de la novena
de Pentecostés. Como en un gran “cenáculo” a cielo abierto, las
familias croatas se reunieron en oración, invocando juntos el don del
Espíritu Santo. Esto me dio el modo de destacar el don y el compromiso
de la comunión en la Iglesia, como también la oportunidad de animar a
los cónyuges en su misión. En nuestros días, mientras por desgracia se
constata la multiplicación de las separaciones y de los divorcios, la
fidelidad de los cónyuges se ha convertido en sí misma un testimonio
significativo del amor de Cristo, que permite vivir el matrimonio para
lo que es, es decir, la unión de un hombre y de una mujer que, con la
gracia de Cristo, se aman, y se ayudan durante toda la vida, en la
alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad. La primera
educación a la fe consiste exactamente en el testimonio de esta
fidelidad al pacto conyugal; de ella los hijos aprenden sin palabras que
Dios es amor fiel, paciente, respetuoso y generoso. La fe en el Dios
que es Amor se transmite antes que nada con el testimonio de una
fidelidad al amor conyugal, que se traduce naturalmente en amor por los
hijos, fruto de esta unión. Pero esta fidelidad no es posible sin la
gracia de Dios, sin el apoyo de la fe y del Espíritu Santo. Este es el
motivo por el cual la Virgen María no deja de interceder ante su Hijo,
para que -como en las bodas de Caná- renueve continuamente a los
cónyuges el don del “vino bueno”, es decir de su Gracia, que permite
vivir en “una sola carne” en las distintas edades y situaciones de la
vida.
En este contexto de gran atención a la familia, se colocó muy bien la
Vigilia con los jóvenes, realizada la noche del sábado en la plaza
Jelačić, corazón de la ciudad de Zagreb. Allí me pude encontrar con la
nueva generación croata, y percibí toda la fuerza de su fe joven,
animada por un gran empuje hacia la vida y su significado, hacia el
bien, la libertad, se puede decir que hacia Dios. ¡Fue muy bello y
conmovedor escuchar a estos jóvenes cantar con alegría y entusiasmo, y
después en el momento de escuchar y de rezar, recogerse en profundo
silencio! A ellos les repetí la pregunta que Jesús hizo a sus primeros
discípulos: “¿Qué buscáis?” (Jn 1,38), pero les he dicho que Dios los
busca a ellos antes y con más ahínco con el que ellos le buscan a Él. Y
esta es la alegría de la fe: descubrir que ¡Dios nos ama antes! ¡Es un
descubrimiento que nos mantiene siempre discípulos, y siempre jóvenes en
el espíritu! Este misterio, durante la Vigilia, que se vivió en la
oración de adoración eucarística: en el silencio, en nuestro estar
“juntos en Cristo”, encontró su plenitud. Así mi invitación a seguir a
Jesús fue un eco de la Palabra que Él mismo dirigió al corazón de los
jóvenes.
Otro momento que podemos definir de “cenáculo” fue la celebración de
Vísperas en la catedral, con los obispos, los sacerdotes, los religiosos
y los jóvenes que se están formando en los Seminarios y en los
Noviciados. También aquí, hemos experimentado nuestro ser “familia” como
comunidad eclesial. En la catedral de Zagreb se encuentra la monumental
tumba del beato cardenal Alojzije Stepinac, obispo y mártir. Él, en
nombre de Cristo, se opuso primero a los abusos del nazismo y del
fascismo y, después, al del régimen comunista. Fue aprisionado y
recluido en su pueblo natal. Nombrado cardenal por el Papa Pío XII,
murió en 1960 a causa de una enfermedad contraída en la cárcel. A la luz
de su testimonio, animé a los obispos y presbíteros en su ministerio,
exhortándoles a la comunión y a la misión apostólica; replanteé a los
consagrados la belleza y la radicalidad de su forma de vida; invité a
los seminaristas, novicios y novicias, a seguir con alegría a Cristo que
les ha llamado por su nombre. Este momento de oración, enriquecido con
la presencia de tantos hermanos y hermanas que han dedicado sus vidas al
Señor, fue para mí de gran consuelo, y rezo porque las familias croatas
sean siempre tierra fértil para el nacimiento de numerosas y santas
vocaciones al servicio del Reino de Dios.
Muy significativo fue también, el encuentro con exponentes de la
sociedad civil, del mundo político, académico, cultural y empresarial,
con el Cuerpo Diplomático y con los líderes religiosos, reunidos en el
Teatro Nacional de Zagreb. En ese contexto, tuve la gran alegría de
rendir homenaje a la gran tradición cultural croata, inseparable de su
historia de fe y de la presencia viva de la Iglesia, promotora, a lo
largo delos siglos, de múltiples instituciones y sobre todo formadora de
ilustres investigadores de la verdad y del bien común. Entre estos,
recordé sobre todo al padre jesuita Ruđer Bošković, gran científico de
quien este año se cumple el tercer centenario de su nacimiento. Otra vez
más aparece como algo evidente para todos nosotros, la más profunda
vocación de Europa, que es la de custodiar y renovar un humanismo que
tiene raíces cristianas y que se puede definir como “católico”, es decir
universal e integral. Un humanismo que pone en el centro la conciencia
del hombre, su apertura trascendente y al mismo tiempo, su realidad
histórica, capaz de inspirar proyectos políticos diversificados pero que
convergen en la construcción de una democracia sustancial, fundada
sobre los valores éticos radicados en la misma naturaleza humana. Mirar a
Europa desde el punto de vista de una nación de antigua y sólida
tradición cristiana, que es parte integrante de la civilización europea,
mientras se prepara para entrar en la Unión política, ha hecho sentir
nuevamente la urgencia del reto que interpela hoy a todos los pueblos de
este continente: la de no tener miedo de Dios, del Dios de Jesucristo,
que es Amor y Verdad, y que no le quita nada a la libertad, sino que la
restituye a sí misma y le da el horizonte de una esperanza fiable.
Queridos amigos, cada vez que el Sucesor de Pedro realiza un viaje
apostólico, todo el cuerpo eclesial participa, de algún modo, del
dinamismo de comunión y de misión propio de su ministerio. Agradezco a
todos los que me han acompañado y apoyado con la oración, obteniendo que
mi visita pastoral se desarrollase óptimamente. Ahora mientras damos
gracias al Señor por este gran don, le pedimos, por intercesión de la
Virgen María, Reina de los Croatas, que todo lo que hay podido sembrar,
dé fruto abundante, por las familias croatas, por toda la nación y por
toda Europa.
[En español dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en
particular a los grupos de España, Puerto Rico, Costa Rica, México,
Perú, Argentina y otros países Latinoamericanos. Os invito a dar gracias
al Señor por esta visita apostólica a Croacia, y a rogar, por
intercesión de Santa María Virgen, que cuanto he podido sembrar en estos
días genere frutos abundantes para las familias croatas, para esa noble
Nación y para toda Europa. Muchas gracias.