Me ha causado mucha impresión la lectura de la homilía de Benedicto XVI pronunciada en la misa de inicio del Año de la fe. Se trata de una impresión in crescendo, como sucede a veces con las buenas películas. A medida que pasa el tiempo no puedes sustraerte a la necesidad de repensar lo que te ha impresionado y en ese ejercicio se obtienen nuevas luces y certezas.
"Si hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la fe y la nueva evangelización, no es para conmemorar una efémeride, sino porque hay necesidad, todavía más que hace cincuenta años".
Caramba. Yo lo interpreto así: no estamos ahora como para lanzar cohetes. Entre el año 1962 y el 2012 no sólo median cinco décadas, sino profundas diferencias. En primer lugar, una muy importante. Al parecer, la Iglesia no sentía ninguna necesidad de convocar un Concilio. Fue una corazonada del beato Juan XXIII. La necesidad existía, pero la inmensa mayoría no eran conscientes de ella. Fue el Espíritu Santo quien lo inspiró y nos regaló "el Concilio". Ahora, cincuenta años después, somos capaces de advertir la necesidad del Concilio: la de entonces y, sobre todo, la de ahora.
"Y la respuesta que hay que dar a esa necesidad es la misma que quisieron dar los Papas y los Padres del Concilio".
La conclusión es clara y nos la propone el mismo Benedicto XVI: "Considero que lo más importante, especialmente en una efeméride tan significativa como la actual, es que se reavive en toda la Iglesia aquella tensión positiva, aquel anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo. Pero, con el fin de que este impulso interior a la nueva evangelización no se quede solamente en un ideal, ni caiga en la confusión, es necesario que ella se apoye en una base concreta y precisa, que son los documentos del Concilio Vaticano II, en los cuales ha encontrado su expresión. Por esto he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la 'letra' del Concilio, es decir, a sus textos, para encontrar en ellos su auténtico espíritu, y he respondido que la verdadera herencia del Vaticano II se encuentra en ellos".
Resulta chocante que alguien hable de "ir a la letra del Concilio" y más cuando se trata del santo Padre. Clara alusión al tan traído y llevado "espíritu" del Concilio, en cuya virtud se han producido abusos de toda índole y estragos espirituales. Si en 1962 recibimos un regalo, muchos se negaron a abrirlo y cavilaron sobre su contenido a partir de la contemplación del envoltorio. El regalo está todavía sin abrir en muchos sectores o ámbitos de la Iglesia. Es lógico que ante tanto "espíritu del Concilio" muchos hayan caído en la tentación de refugiarse en "nostalgias anacrónicas" -como señala Benedicto XVI- Una lógica tentación, vista la infecundidad de tanta reforma realizada a lo largo de estos decenios.
Una clara lección para todos. Recapitulemos, abandonemos el camino del "espíritu del Concilio", pero no para regresar más allá del Concilio Vaticano II sino para fijarnos en él, en sus documentos, en su "letra".
¡Quien pueda entender que entienda!
Joan Carreras del Rincón