Hace unos días el ministro del interior del gobierno español, Jorge Fernández Díaz, hizo unas declaraciones que han indignado a mucha gente y, especialmente, al colectivo homosexual. Cada vez está más claro que no se puede decir nada en contra de cultura homosexual sin que se produzca un revuelo de dimensiones internacionales. ¿Qué dijo el ministro?
"si nos oponemos al matrimonio entre personas del mismo sexo, no podemos usar argumentos confesionales. Existen argumentos racionales que dicen que ese matrimonio no debe tener la misma protección por parte de los poderes públicos que el matrimonio natural. La pervivencia de la especie, por ejemplo, no estaría garantizada", ha explicado" (enlace).
¿Dónde lo dijo? En la Embajada de España en Roma, en unos coloquios en los que participaban personajes de relieve de la Iglesia y de Italia.
El ministro quiso emplear razones de carácter científico, no confesional, para discrepar acerca de las leyes que legitiman las uniones de homosexuales, equiparándolas a los matrimonios.
El primatólogo, en cambio, invocando la ciencia, muestra cuán poco afortunadas han sido las declaraciones del Ministro español. Como cualquier otra especie animal, el hecho de que algunos de los miembros mantengan relaciones homosexuales no debería producir su desaparición.
En mi opinión es verdad que las declaraciones de Jorge Fernández Días han sido poco afortunadas. Pero, desde luego, no por las razones apuntadas por Pablo Herreros. Son desafortunadas porque pretende juzgar la inviabilidad de las uniones homosexuales con criterios de naturaleza biológica. Son también desafortunadas porque parecen admitir que sólo las razones de esa naturaleza puedan ser científicas.
En el muro de mi amigo, en facebook, he dejado escrito que: "El matrimonio no es la unión de un macho y de una hembra de la especie biológica humana. Tampoco es la unión legalizada de dos machos... o de dos hembras. El matrimonio es de institución divina".
Mi amigo ha respondido: "matrimonio eclesiástico... matrimonio civil"...
Y yo: "Sí, todos hemos bautizado el matrimonio con nuestros ordenamientos, pero ¡desde tiempos inmemoriales las bodas que se celebran son siempre el amor de un hombre y de una mujer que se entregan el uno al otro! Esas son las bodas cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, que varían en ceremonias, en uso de símbolos variados, pero que son siempre un rito en el que el hombre confía en Dios. No en el Dios cristiano ni siguiera en el católico, sino en el que y al que toda cultura está abierto y del que viene la fecundidad verdadera. Has puesto el dedo en la llaga, amigo: has señalado el punto débil de esta civilización: eclesiástico, civil, son términos de nuestra creación, símbolos del poder. El matrimonio es el matrimonio a secas. Que lo reconozca el Estado o que lo reconozca la Iglesia, al fin y al cabo, es secundario. Hemos complicado tanto las cosas con nuestros ordenamientos jurídicos que no me extraña que se pueda llegar a pensar en que los homosexuales puedan constituir matrimonio. ¡Claro! Si el matrimonio fuese un derecho, estaría totalmente de acuerdo: no se debe excluir a nadie ni tampoco discriminar. Pero el matrimonio no es un derecho, es una realidad conyugal, es decir, que exige la heterosexualidad".
Las declaraciones del ministro pueden tener sentido únicamente si se sitúan en el nivel simbólico-cultural. Los sistemas de parentesco se articulan alrededor de dos pilares: la heterosexualidad y las alianzas. En el momento en que un país legaliza las uniones homosexuales cabe pensar que está incidiendo peligrosamente en la configuración del sistema de parentesco que estructura la sociedad y su cultura, así como también la tradición de ésta a las generaciones sucesivas. No hay experiencia como la que estamos viviendo. Si el sistema de parentesco es para una sociedad algo parecido a lo que el ADN para una especie biológica, lo cual es más que probable puesto que ambos son necesarios para la transmisión de generación en generación, respectivamente, de la cultura y de la vida; es presumible que estos experimentos legislativos puedan tener consecuencias nefastas para la sociedad. Aunque, de todos modos, no será la especie humana la que esté en peligro sino únicamente aquellas sociedades que realizan experimentos y manipulaciones en su sistema de parentesco.
Al fin y al cabo, deberemos esperar un tiempo para saber si al ministro le acompañaba algo de razón.
Al fin y al cabo, deberemos esperar un tiempo para saber si al ministro le acompañaba algo de razón.
Joan Carreras