Si nos fijásemos solo en los
escritos maravillosos de San Juan de la Cruz, tendríamos que decir que no era
devoto de san José, pues solo encontramos una mención de su nombre en una carta
de febrero de 1589, dos años antes de su muerte: “De su negocio yo no me olvido,
m ahora no se puede más, que harta voluntad tengo. Encomiéndelo mucho a Dios, y
tome por abogada a nuestra señora y a San José en ello”.
Se explica este silencio sobre
San José porque San Juan de la Cruz calla en sus escritos todo lo personal. De
la misma Virgen María, a quien amaba entrañablemente, hay muy pocas y breves
alusiones
Existen, sin embargo, varias
pruebas de que era devoto del Santo Patriarca.. Comencemos por el sello que
usaba en sus andanzas de provincial por
Andalucía. En una cara a la M. Leonor de S. Gabriel, en una cubierta, que está
junto a la carta, se ve el sello del Santo Padre que representa una cruz sobre
un monte, orlado con esta inscripción: SAN JOSEPH. Así lo dice el notario público
que a petición del P. Andrés de la Encarnación, comisionado por el P. General
en un documento del 4 de septiembre de
1759, que le mandó la carta y hace una pintura del escudo.
Una prueba clarísima de su
devoción al glorioso San José es que dedica al Santo Patriarca el convento
de Baeza por el fundado, en la primavera del 1579. Le da el título de San José. Una donación que hace Elvira Muñoz a favor
del convento de Baeza, la recibe San Juan de la cruz como superior del mismo,
estampando su firma fina e inconfundible y aparece con Rector del colegio bajo
la advocación de nuestra Señora la Virgen del Monte Carmelo y San José. Y en
otro documento de 1580. Se trata de una manda de 3.000 reales que Fray Gregorio
de S. Ángelo, novicio de la comunidad de Sevilla de nuestra señora de los
Remedios, hace antes de profesar a favor de la comunidad sevillana. Pero el P.
Ángel de Salazar, vicario general de la Orden mandó que se aplicara a nuestro
Colegio de San José que agora nuevamente se ha fundado en la ciudad de Baeza.
San Juan de las Cruz consagró por
primera vez en la reforma masculina a San José una fundación conventual, el
único convento del que fue propiamente fundador. Como Santa Teresa dedicó el
primer convento que fundó a San José, así, San Juan de la Cruz dedicó también a San José el primer convento
que fundó. Los frailes tardaron en sintonizar con la costumbre de la Santa
Madre de dedicar a la mayoría de los conventos que fundó a san José y la
dedicación de San Juan de la Cruz no duró más de dos años porque en 1581 el
capítulo de Alcalá de Henares le dio el título de San Basilio
A estos datos de documentos que
hacen fe, hasta hace poco desconocidos, hay que añadir otros hagiográficos, que
se han adornado con referentes de la leyenda aurea. Me refiero, en primer
lugar, al hecho e la liberación de la laguna cenagosa de su pueblo de
Fontiveros cuando era niño. Jugando con otros niños a tirar varillas al agua,
cayó en la laguna.. La versión general es que salió indemne del peligro de
ahogarse gracias a la Virgen María que le tendió sus manos limpias y que el
niño Juan no quiso asir por no ensuciar tanta pureza con sus lodos, hasta que
pasó un labrador que, tendiéndole la hijada le sacó de la laguna cenagosa. El
tal labrador era San José disfrazo de
tal, dice le P. Jerónimo de San José. El hecho en sí lo contó dos veces
el mismo Santo poco antes de morir.
Recordemos también que estando de
confesor en la Encarnación de Ávila por el 1574 fue llamado para expulsar de
una agustina de nuestra Señora Gracia
una legión de demonios. En la brega que duró meses, en uno de los esfuerzos
denodados de San Juan de la Cruz pronunció las siguientes palabras: “Autor de
toda maldad, yo llamo en mi ayuda a la Madre de Dios, a San José, a San
Agustín, a Santa Mónica, y así afirmo que, aunque pese a todo el infierno,
habéis de salir en la mañana para no volver más”
En Andalucía, donde vivió más
tiempo, tenemos otros hechos o episodios.. El siguiente lo cuenta el P. Juan
Evangelista, que fue testigo de él, el confidente mas duradero y fiel de San
Juan de la Cruz. Este estaba de Prior en el convento de los Mártires de
Granada. Era el confesor de las carmelitas descalzas de la ciudad y en una
ocasión en que no podía ir él, mandó a dos religiosos a que le suplieran: eL P.
Juan Evangelista y el P. Padre de la Encarnación. Al volver de las monjas se
les hace encontradizo un hombre de aspecto venerable y traje negro. Se coloca
en medio de os dos y les pregunta de donde vienen. De las monjas descalzas,
responde el P. Pedro. Muy bien hacen vuestras reverencias, replica el hombre
misterioso, de acudirlas. ¿Qué es la causa que en su Orden tienen tanta
devoción a San José?. Nuestra Madre Santa Teresa le era muy devota, porque le
había ayudado mucho en sus fundaciones y le había alcanzado del Señor muchas
cosas y por esta causa las casas que ha fundado las ha intitulado de San José.
Y hay otro favor, mírenme a la cara y tengan mucha devoción a este Santo que no
le pedirán cosa que no la alcancen de él. Y desapareció el personaje
misterioso.
Cuando llegan la convento cuentan
al Prior lo que les ha pasado. San Juan de la Cruz no muestra extrañeza alguna
y les dice: “¡Callen, que no lo conocieron! Sepan que era San José. Habíanse de
arrodillar al Santo. Y no se les apareció por ellos, sino por mí, que no le era
tan devoto como debiera, pero lo seré de aquí en adelante”. Y San Juan de la
Cruz es hombre de palabra.
Román
Llamas, ocd