Desde la Eternidad fue designada sin mancha de pecado para ser la Madre del Verbo encarnado. En sus muchos discursos y homilías a lo largo de su pontificado, el Beato Juan Pablo II aludía muchas veces, que recibimos junto con el gran regalo de la Eucaristía otro no menor que éste; cuando al discípulo amado Nuestro Señor Jesucristo le dijo: “He ahí a tu Madre”.(Juan 19. 26-27). Desde ese mismo instante María fue proclamada Madre de la humanidad por Su Hijo, el primer Sagrario de la historia. . El catecismo de la Iglesia católica (compendio) nos dice textualmente, que la Virgen María ayudó con su oración a los comienzos de la Iglesia, incluso tras su Asunción al Cielo, Ella continúa intercediendo por sus hijos, por eso los cristianos la invocamos como abogada, auxiliadora, socorro y mediadora.
María, el corazón se llena de alegría con sólo nombrarla nada más que con el pensamiento. ¿Que se podría decirse de Ella que no se haya dicho ya? Santa Teresita del Niño Jesús, decía que si hubiera sido sacerdote le hubiese bastado con un solo sermón para hablar de la Reina del Cielo. Yo en cambio, necesitaría una vida entera y mucho más para alabarla, quererla, honrarla, y agasajarla como se merece. María, la mujer más amada, admirada y venerada a través de todos los tiempos. Por obra y gracia de Dios Padre, por la generosidad inconmensurable de Dios Hijo en la Cruz, y el amor inefable del Espíritu Santo; Nuestra Madre.
Ella, movida por el Espíritu Santo como nos narra Lucas en su Evangelio, dijo de si misma cuando visitó a su prima Isabel y escuchó su salutación: que todas las generaciones la llamarían Bienaventurada. Y así se ha cumplido, se cumple en nuestros días y se cumplirá en lo venidero. María Inmaculada, antes del parto, en el parto y después del parto. Fue tal la humildad de Nuestro Señor que quiso que Su Madre y Él se sometieran a la ley, ya que estaba establecido que una vez que naciera sería presentado al templo y Ella a la purificación. Y Ellos estaban por encima de la ley.
María: bajo tu Corazón Inmaculado, protégenos y guárdanos siempre de todo mal y arrópanos bajo tu manto protector de MADRE.
¡Oh Inmaculada Virgen! Tú eres mi dulce Estrella
La que a Jesús me entrega y hace con Él mi unión.
Déjame que me oculte bajo tu velo, Madre,
Nada más que por hoy.
Estrofa de su poema: "Mi canto de hoy".
Sta Teresa de Lisieux; doctora de la Iglesia.
Álvaro Díaz-Alersi Rosety
(Imagen de la Inmaculada Concepción del retablo mayor de la Iglesia de Santiago Apóstol de Cádiz-ESPAÑA. S.XVII. Autor: Pedro Duque Cornejo)