San José es ministro de la salvación, además de por esposo de María, por ser padre de Jesús, que lo es precisamente por su matrimonio con María. El matrimonio de María con José está predestinado desde la eternidad por Dios, esta en el decreto eterno de la redención y salvación, para acoger en él, en la familia, al Hijote Dios, cuando se encarnase en la tierra, Esa es toda la razón de ser de este matrimonio: acoger al Verbo de Dios, criarle, educarle, defenderlo, hacerle vivir una vida entre los hombres, en todo semejante a la de ellos menos en el pecado. “Es para asegurar la protección paterna a Jesús por la que Dios elige a San José como esposo de María. Se sigue de esto que la paternidad de San José –una relación que lo sitúas en lo más cerca posible de Jesús, término de toda elección y predestinación (Rom 8,28s) - pase a través del matrimonio con María, es decir, a través de la familia” (RC 7).
No importa que San José no sea el
padre natural de Jesús, pues tenía que nacer de usan virgen, eso sí desposada
con un hombre llamado José. Ha nacido en el matrimonio de José y María, y San
Francisco de Sales -y otros muchos autores - explica esta paternidad con esta
comparación: “Jesús, después de a la Santísima Virgen, pertenece a él (a San
José) más que a nadie. Siendo como es familiar suyo e hijo natural de su
esposa. Si un pajarillo o una paloma (por usar una comparación más adecuada con
la pureza de los santos de quienes estamos hablando) llevasen en el pico un
dátil y le dejase caer sobre un jardín, no se diría que la palmera nacida de
tal semilla pertenece a la paloma sino al amo del jardín. Y ¿quien osaría dudar
que el Espíritu Santo, divina paloma,
dejó caer ese dátil en el jardín cerrado de la Virgen María, defendido en
torno suyo por las setas vivas del voto de virginidad y pureza inmaculada, que
pertenece al glorioso San José, como la esposa al esposo y que tan divina
palmera, rica en frutos de inmortalidad, no pertenece también a nuestro Santo,
el cual no se asombra ni se vanagloria sino que se hace cada día más humilde? (Sermón el la fiesta de San José, n.4).
Una paternidad, sin más
calificativos, como le llama la Virgen María cuando encuentran al Niño en el
templo en medio de los doctores de la Ley: Tu padre y yo muy angustiados te
buscábamos (Lc 2,48). Una paternidad entendida tal como aparece en el
Evangelio.
Sencillamente “a raíz de aquel
matrimonio ambos merecieron ser llamados padres de Cristo, no solo ella madre,
sino también él su padre, del mismo modo que era esposo de su madre, ambos por
medio de la mente, no de la carne” (RC 7)...
San José ha sido llamado por Dios
a servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio
de la paternidad, de ese modo coopera en la plenitud de los tiempos al gran
misterio de la redención y es verdaderamente ministro de la salvación (RC 8).
San José “ha hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la
Encarnación y a la misión redentora que le va unida…ha hecho donación total de
sí, de su vida, de su trabajo, al haber convertido su vocación humana al amor
doméstico en la sobrehumana oblación de sí, de su corazón, y de toda capacidad
en el amor puesto al servicio del Mesías, germinado en su casa” (RC 8).
Y Dios Padre le dotó de unas
disposiciones y de unas virtudes singulares para llevar a cabo esta sublime
misión. “como no es concebible que a una misión tan sublime no correspondan las
cualidades exigidas para desarrollarla adecuadamente, en necesario reconocer
que José tuvo para con Jesús, por especial don del cielo, todo aquel amor
natural, toda aquella afectuosa solicitud que el corazón de un padre pueda
conocer” (RC 8).
Alguien pudiera pensar que si San
José no estuvo presente en la pasión y muerte de Cristo en la cruz, si no
participó en ellas, ¿cómo se puede afirmar que cooperó a la salvación de los
hombres, cuando esta se realiza precisamente por la pasión y muerte de Jesús en
cruz, pues San José para entonces ya había muerto? El B. Juan Pablo II,
previendo esta dificultad, escribe: “La vida propia de José, su peregrinación
de la fe se concluirá antes, es decir,
antes de que María se detenga ante la cruz en el Gólgota…sin embargo, la
vía de San José sigue la misma dirección, queda totalmente determinada por el mismo misterio del que él, junto con María,
se había convertido en el primer depositario”, porque””la encarnación y la
redención constituyen una unidad orgánica e indivisible, donde el plan de la
revelación se realiza con palabras y obras intrínsecamente conexas entre sí.
Precisamente por esta unidad, el Papa Juan XXIII, que tenía una gran devoción a
San José, estableció que en el canon romano de la misa, memorial perpetuo de la redención, se
incluyera su nombre junto al de María, y antes de los apóstoles, de los Sumos
Pontífices y de los mártires” (RC 6).
Por esta unidad orgánica e
indivisible todas las acciones de Cristo son salvíficas y redentoras. “De hecho
la salvación, que pasa a través de la humanidad de Jesús, se realiza en los
gestos que entran en la cotidianidad de la vida familiar, respetando aquella
´condescendencia´ inherente a la economía de la encarnación” (Rc 8). Y toda la
vida escondida de Jesús fue confiada a la custodia de San José (RC 8), que tuvo
la alta misión de acogerle, darle el nombre, criarle, alimentarle, vestirlo,
defenderlo e instruirlo en la ley yen un oficio como corresponde a los deberes propios del padre (Rc 16).
P.
Román Llamas, ocd