Podíamos ampliar las semejanzas,
pero las expuestas bastan para darnos cuenta que verdaderamente el José del A,
Testamento es figura y tipo del San José. Así lo han entendido los devotos y
estudiosos de san José. A san José el Señor le ha dado su anillo y le ha
constituido en vicarios suyo para todas las necesidades del alma y cuerpo y
remediador de todos los males de la Iglesia y de los de sus fieles. Y para que
este simbolismo resalte más, el Papa san Juan Pablo II donó a san José su
anillo papal en el cuadro de san José que se venera en la iglesia de carmelitas
descalzos de Wadowice, su pueblo natal el 19de marzo de 2004. Yo soy el Señor,
pero sin ti nadie alzará mano ni pie…Id a José (Gen 41,44.55), nos dice también Jesús, constituyéndolo
jefe, señor y patrono de su Iglesia
¡Qué bien entendieron esto los
devotos de san José! ¡Qué bien lo entendió y escuchó santa Teresa de Jesús,
inspirada por el Espíritu Santo! Cuando le fallaron los médicos de la tierra,
acudió con toda la confianza de su corazón a san José –Id a José- que la curó
milagrosamente. Y desde esta curación, está escuchando constantemente la voz:
Id a José. Siempre ha ido a su Padre y Señor san José y qué bien se portó el
santo Patriarca con ella, librándola de todos los peligros, algunos graves, de
alma y de cuerpo, haciéndole llegar los dineros para sus fundaciones por
caminos insospechados.
¿Qué bien lo entendió el Beato Pío
IX – Id a José- , cuando en tiempos tristísimos , difíciles y calamitosos para
la Iglesia le proclamó Patrono de la Iglesia católica, Remediador de todos sus
males y Alcanzador de todos sus bienes el 8 de diciembre de 1870, fiesta de la Inmaculada Concepción
de su esposa María
Parece ser que fue san Bernardo (+
1153), el último de los santos Padres, de la Iglesia, el primero que vio en el
José del A. Testamento el tipo y figura de san José, recogiendo otros aspectos
de esa figuración y tipismo: “Acordémonos del Patriarca José, vendido a los egipcios. Este (san José)
no solo lleva su nombre sino la imitación de su castidad, de su inocencia y de
su gracia. Aquel, vendido por la envidia de sus hermanos y llevado a Egipto
prefiguró lamenta de Cristo; este, huyendo de la envidia de Herodes, llevó a
Cristo a Egipto. Aquel, fiel a su amo, respetó a su señora; este guardó fielmente
a su esposa, Madre del Señor, custodiando su virginidad. Aquel tuvo el don de
interpretar los sueños, a este le fue concedido conocer y participar en los
celestes misterios. Aquel conservó el pan, no para sí, sino para todo el
pueblo, este recibió del cielo el pan vivo que debía guardar pata él y para
todo el mundo” (Sermón Super missus est,
Hom.2)
Isidoro de Isolano (1470-80?-1525),
dominico, dando razones por qué se puso al santo Patriarca el nombre de José
escribe: “ Primeramente porque es realización de una figura, pues aquel José,
hijo de Jacob, de quien tantas cosas se dicen en los capítulos del Génesis, es
figura –como observa el gran doctor Alberto-
de este otro José, tanto en la fidelidad a su señor, no osando tocar a
su esposa, como en la castidad que en ello manifestó; igualmente en la
interpretación de los sueños y en su ministerio de procurar y administra los
bienes, estando al frente de aquella tierra.” (Summa de donis sancti Joseph, Parte 1ª, cap1).
El Papa León XIII recogió toda esta
tradición en su encíclica sobre la devoción a san José, la primera y única
encíclica sobre el santo Patriarca, Quamquem
plureies con estas palabras: “Todo lo cual, venerables hermanos, fácilmente entenderéis confirmarse, porque
no pocos Padres de la Iglesia opinan, de acuerdo con la sagrada liturgia, que
aquel antiguo José, hijo del patriarca Jacob, prefiguró la persona y ministerio
del nuestro y que con su excelencia simbolizó la grandeza y la gloria del
futuro custodio de la divina Familia. Y, en verdad, además de que tuvieron
ambos el mismo nombre, no desprovisto de significación, bien conocéis que
existen entre ellos otras muchas y ciertamente claras semejanzas: la primera la
de que en antiguo José alcanzó benevolencia y gracia singular junto a su señor,
y de que, estando puesto por el mismo al frente de sus cosas, toda prosperidad
y felicidad vinieron abundantes, en atención a José, a la casa de su señor. Y
aún es mayor excelencia de que por mandato del rey, gobernó todo el reino con
suprema potestad; y cuando la escasez de frutos trajo consigo la pobreza y
carestía de granos, con tan excelente providencia atendió a los egipcios y
vecinos, que el rey decretó que fuera aclamado como salvador del mundo. Y así cabe reconocer, en aquel antiguo
patriarca una clara imagen del nuestro. Pues, así como el primero próspera y
saludablemente cuidó los intereses domésticos de su señor, y luego en forma
admirable salvó al reino entero, así también el segundo, destinado a la
custodia del nombre cristiano, ha de creerse que defiende y protege a la
Iglesia que verdaderamente es la casa
del Señor y el reino de Dios en la
tierra”.