Rigió
la Iglesia Romana durante un breve periodo de tiempo---del 18 de enero al 7 de
octubre del 336 – y después de su muerte el trono papal permaneció vacante
durante cuatro meses. Se desconoce qué ocasionó esta comparativamente larga
vacante. El 6 de febrero de 337, Julio, hijo de Rústico y nativo de Roma, fue
elegido Papa. Su pontificado es recordado principalmente por su firme y
juiciosa intervención en las controversias arrianas, sobre las que tenemos
abundantes fuentes de información. Después de la muerte de Constantino el
Grande (22 de mayo de 337), su hijo Constantino II, Gobernador de Galia,
permitió al exiliado San Atanasio regresar a su sede de Alejandría. Sin
embargo, los arrianos en Egipto nombraron un obispo rival en la persona de
Pisto y enviaron una embajada al Papa Julio pidiéndole que admitiera a Pisto a
la comunión con Roma, y enviaron al Papa las decisiones del Concilio de Tiro
(335) para probar que la destitución de Atanasio había sido válida. Atanasio,
por su parte, envió mensajeros a Roma para entregar a Julio una carta sinodal
de los obispos de Egipto, la cual contenía una completa justificación de su
patriarca. A la llegada de los enviados de Atanasio a Roma, Macario, el jefe de
los representantes arrianos, se marchó de la ciudad; los dos restantes
delegados arrianos, junto con los diputados de Atanasio, fueron convocados por
el Papa Julio. La delegación arriana entonces suplicó al Papa que convocase la
reunión de un gran sínodo, ante el cual ambas partes presentarían sus
respectivos casos para una solución.
Julio convocó al sínodo en Roma y envió a dos
mensajeros a llevar una carta de invitación a los obispos de Oriente. Bajo el
liderazgo de Eusebio de Nicomedia, quien había sido elevado desde Nicomedia a
la Sede de Constantinopla, los obispos arrianos habían celebrado mientras tanto
un concilio en Antioquia y eligieron a Jorge de Capadocia como obispo de
Alejandría en lugar de Pisto. A Jorge se le introdujo forzadamente en su sede y
Atanasio, estando de nuevo en el exilio, se puso en camino a Roma. Muchos otros
obispos orientales que habían sido removidos por el partido arriano, entre
ellos Marcelo de Ancira, también llegaron a Roma. En una carta redactada en
términos muy altivos, los obispos arrianos del partido de Eusebio rechazaron
asistir al sínodo convocado por Julio. El sínodo se celebró en el otoño del 340
ó 341, bajo la presidencia del Papa en la iglesia titular del presbítero Vito.
Después de un detallado examen de los documentos, Atanasio y Marcelo de Ancira,
quienes habían hecho una satisfactoria profesión de fe, fueron exonerados y
restablecidos a sus derechos episcopales. El Papa Julio comunicó esta decisión
en una carta muy notable y hábil a los obispos del partido de Eusebio En esta
carta él justifica su proceder en este caso, defiende en detalle la
reinstauración de Atanasio y censura fuertemente la ausencia de los obispos
orientales al Concilio, cuya convocación habían sugerido ellos mismos. Incluso
si Atanasio y sus compañeros fueron de alguna manera culpables, continúa la
carta, la Iglesia de Alejandría debía haber escrito primero al Papa. “Podéis
ser ignorantes” escribe el Papa “de que esta es la costumbre, que nos debían
haber escrito primero primero, así que desde ahora se debe definir lo que es
justo.” (Julii ep. Ad Antiochenos, c. XXII).
Después de la victoria sobre su hermano
Constantino II, el Emperador Constante gobernó sobre gran parte del Imperio.
Era enteramente ortodoxo en sus puntos de vista y a petición del Papa y de otros
obispos occidentales, intercedió ante su hermano Constantino, emperador de
Oriente, a favor de los obispos que habían sido depuestos y perseguidos por el
partido arriano. Ambos gobernantes acordaron que debía ser convocado un
concilio general de los obispos occidentales y orientales en Sárdica (v.
Concilio de Sárdica), la ciudad principal de la provincia de la Dacia
Mediterránea (la moderna Sofía), un concilio general de los obispos de Oriente
y Occidente. Este tuvo lugar en el otoño del 342 o 343, Julio envió como sus
representantes a los sacerdotes Arquidamo y Filóxeno y al diácono León. A pesar
de que los obispos orientales del partido arriano no se unieron al concilio,
mantuvieron su propia reunión por separado y luego se marcharon, a pesar de todo,
el concilio cumplió su objetivo. A través de los importantes cánones III, IV y
V (VII en el texto en latín) de este concilio, se reguló más exactamente el
procedimiento a seguir en caso de acusación contra los obispos acusados, y se
estableció definitivamente la forma de la intervención Papal en la condenación
de obispos.
Al cierre de sus trabajos el sínodo comunicó
sus decisiones al Papa mediante una carta respetuosa. A pesar de la
reafirmación de su inocencia por el Concilio de Sárdica, San Atanasio no fue
restaurado a su sede por el Emperador Constancio hasta después de la muerte de
Jorge, el obispo rival de Alejandría, en el 346. El Papa Julio aprovechó la
ocasión para escribir una carta, la cual todavía existe, a los sacerdotes,
diáconos y a todos los fieles de Alejandría para felicitarles por el regreso de
su gran pastor. Los dos obispos Ursacio de Singidunum y Valens de Mursia,
quienes debido a su arrianismo habían sido depuestos por el Concilio de
Sárdica, hicieron una retractación formal de su error ante Julio, quien,
habiéndoles citado a una audiencia y después de recibir una confesión de fe
firmada, los restauró a sedes episcopales. Carecemos de información exacta
sobre el funcionamiento interno de la Iglesia Romana durante el pontificado de
Julio; no obstante, todos están de acuerdo de que hubo un rápido incremento del
número de creyentes en Roma, donde Julio mandó a erigir dos nuevas basílicas:
la iglesia titular de Julio (actualmente Santa María en Trastevere) y la
Basílica Julia (actualmente la Iglesia de los Doce Apóstoles). Además de éstas,
construyó tres iglesias sobre cementerios fuera de las murallas de Roma: una en
la carretera a Porto, una segunda en la Vía Aurelia y una tercera en la Vía
Flaminia en la tumba del mártir San Valentín. Se han descubierto las ruinas de
esta última. La veneración de los fieles por las tumbas de los mártires
continuó extendiéndose rápidamente. Bajo el pontificado de Julio, si no antes,
se comenzó a usar los catálogos de las festividades de los [[Comunión de los
Santos|santos, el Santoral Romano de Filócalo data del año 336.
A través de San Atanasio, quien permaneció en
Roma varios años después del 339, la vida monástica egipcia obtuvo renombre en
la capital, y el ejemplo de los ermitaños de los desiertos egipcios encontró
muchos imitadores en la Iglesia Romana. Julio murió el 12 de abril de 352 y fue
enterrado en las catacumbas de Calepodio en la Vía Aurelia y muy poco después
de su muerte fue venerado como santo. Su cuerpo fue más tarde trasladado a
Santa María en el Trastevere, la iglesia que él había construido. Su fiesta se
celebra el 12 de abril.
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