San Siricio, papa numero 38º de la Iglesia
católica, ofició de pontífice entre 384 y su muerte, acaecida en 399. Su
actividad tendió a reforzar la autoridad de la Iglesia de Roma, a través de
decretales pontificias y epístolas a obispos que contenían reglas,
disposiciones y decisiones conciliares. Colaboró en repetidas oportunidades con
Ambrosio de Milán, e Isidoro de Sevilla lo recordó como clarissimus pontifex
(«ilustre pontífice»).1
Al morir el papa Dámaso I en diciembre de
384, Jerónimo de Estridón era un fuerte candidato para sucederlo. Había tratado
asiduamente a Dámaso y trabajado bajo su influjo en Roma. Sin embargo, su
fuerte carácter y las tensiones que se habían suscitado entre el clero de Roma
y él hicieron que no tuviera la aceptación necesaria.2 Fue elegido Siricio, quien
comenzó su pontificado en 384. Jerónimo abandonó definitivamente Roma en agosto
de 385 y regresó a Oriente, estableciéndose en Belén.2
Siricio fue el primer papa en utilizar su
autoridad en sus decretos utilizando palabras como: "Mandamos",
"Decretamos", "Por nuestra autoridad..." en el estilo
retórico típico del emperador. Siricio fue también el primero en usar el título
de Papa.
Consagró la primera basílica de San Pablo
Extramuros. Su nombre aún puede verse en una de las columnas de esta basílica
que no fue dañada durante el incendio de 1823 que casi la destruyó totalmente.
Decretó el celibato para los clérigos.
Murió el 26 de noviembre de 399 y está
enterrado en las catacumbas de Priscila. Su nombre no fue incluido en la lista
de los santos hasta el siglo XVIII, por el papa Benedicto XIV.