¡Madre!, una fe capaz de cambiar mi vida como la cambiaste tú. ¡Madre!, una fe ciega, como la de un niño en la presencia de Dios y abandonado a su intervención. Tal y como tú, Madre, te abandonaste a su Voluntad y a su Amor.
¡Madre!, ¿cómo se hace eso?, pues yo también quiero hacerlo y vivirlo. ¡Madre!, intercede como Madre de Dios, para que el Padre aumente la fe de todos tus hijos y nos fortalezca nuestra voluntad para vivirla de forma incondicional y disponible como tú has hecho.
¡Madre!, gracias por estar ahí, cercana y atenta a todos tus hijos, y dispuesta a acompañarnos y a escucharnos, para con tu ejemplo y fortaleza servirnos de testimonio y ánimo para llevarnos a la presencia de tu Hijo. ¡Madre!, intercede por todos nosotros para que, por la Gracia del Padre, nuestra fe de cada día sea más grande y más firme.
Porque, sólo con fe, Madre nuestra, seremos capaces de buscar y vivir en el gozo del Señor, a pesar de los avatares y vicisitudes de cada día; a pesar de nuestras debilidades, tentaciones y pecados, que nos derrumban y nos sumen en el fracaso y el abandono. Y esa fe, de la que tú eres un claro ejemplo y testimonio, sólo nos puede venir como don gratuito del Padre Dios.
Y Tú, Madre, aparte de enseñarnos el camino y darnos ánimo, nos llevas a tu Hijo, para que, por Él y su Amor, el Padre nos conceda el don de la fe para vivir en su esperanza y seguimiento. Amén.