En muchas ocasiones nos valemos de la madre para conocer al hijo. Con frecuencia, si queremos introducirnos en algún ambiente concreto usamos la influencia de algún conocido cercano a esa persona con el propósito de que nos lo presente y conocerlo. Acercarnos a Jesús es la ocasión de pedir a su Madre que nos lo presente. Nadie como ella sabe de sus pensamientos y enseñanzas.
Tu, María, has sido elegida para ser su Madre, y junto a tu esposo José, han formado esa Familia que ha sido la primera escuela de Jesús. Quienes mejor que ustedes, sagrados padres, para enseñarnos la identidad Divina del Hijo enviado a redimir del pecado a todos los hombres. Por eso, ante la pregunta que nos hace Jesús en el Evangelio, no he podido resistir la tentación de mirarte a ti, María, Madre del Cielo.
Porque, sólo tú eres la Persona que mejor lo puedes presentar y dárnoslo a conocer. Tú, que seguiste sus pasos tan fielmente; tú, que supiste callar en silencio todas aquellas acciones y actos que te sorprendían y no entendías; tú, que supiste obedecer la llamada del Dios Padre y que ofreciste tu seno para albergar a ese Hijo, al que has presentado al mundo. Tú, Madre del Cielo, presentame a tu Hijo y dásnolo a conocer.
Yo quiero seguirlo como tú, y serle fiel como tú. Yo quiero obedecerle en silencio, en esas noches oscuras de mi vida, cuando me fe se vea algo alterada y apagada. Yo quiero seguir tus mismos pasos, Madre del Cielo, y soportar todos esos momentos de dudas, de oscuridades, de desasosiego, de incomprensiones que tú supiste soportar y superar en la fe de tu Hijo, el Señor Jesús.
Yo quiero ser fuerte como tú y responder a su pregunta como Pedro, dejando llevar y asistir por la Fuerza y el Poder del Espíritu Santo. Madre, ¿a quién acudir sino a ti, la Madre que siempre nos acoge y nos das las templanza, la paciencia y el calor, para, serenos, sufrir con paciencia esas oscuridades que nos quiere alejarnos de tu Hijo, el Señor. El Hijo de Dios Vivo, que nos salva de la esclavitud del pecado. Gracias Madre del Cielo.