Cuánto hace falta una madre. Una madre que, acogiéndonos, nos dé paz y esperanza. Cuánta necesidad de cariño, de escucha, de paciencia, de consejos y de orientación. Cuanta ausencia de esa madre, que echamos de menos, y de ese calor que su cobijo y cercanías nos dan. Por eso, María, Madre de la esperanza, a ti recurrimos cuando nuestras madres de la tierra, desconcertadas y necesitadas de auxilios, imploran tu ayuda. Porque, ellas también te necesitan.
Y, cuánto más, cuando nuestras madres de la tierra se ausentan y nos dejan huérfanos de ese calor de madre que tanto necesitamos. Tú eres la Madre que siempre estás a nuestra lado, y la madre que tanto necesitamos. A ti recurrimos necesitados de tu intercesión, porque tú eres la Madre que nos entiende y nos das cobijo ante estas tempestades de nuestros corazones que nos amenazan con destruirnos y perdernos.
Corazones rotos y desesperados y egoístas. ¡Madre, ruega por nosotros para que, auxiliados por el Espíritu Santo, sepamos aislarnos del mal y perseverar en el camino que nos lleva a la presencia de tu Hijo Jesús. Madre, ruega por nosotros e intercede para que, junto con la Fe, y la Caridad, seamos agraciados, por la Gracia de Dios, de esa virtud teologal de la esperanza. Esa esperanza que tú siempre tuviste presente en tu vida y que fortaleció tu camino fiel y obediente a la llamada de Dios.
Madre, tú que fuiste fiel, obediente y humilde; Madre, tú que llenaste tu vida de esperanza, dócil y perseverante en ser fiel a la Palabra y mandatos del Padre. Madre, tú que fuiste revestida de esas virtudes de Fe, Esperanza y Caridad.
Madre, Madre de la esperanza, ruega por nosotros y también por nuestros hijos, para que sean iluminados y alumbrados sus caminos y vean que sólo el camino que lleva a un encuentro comprometido con tu Hijo, es el camino que conduce a la única y verdadera felicidad. Amén.