Como
ya indiqué anteriormente, y para no alargarme, voy a prescindir de dar algunas
fechas, así como otros detalles, ya que se pueden encontrar fácilmente en
internet.
Un año
antes de ser nombrado Papa, el cardenal Luciano Albino visitó a las Carmelitas
Descalzas de Coímbra. Necesitaba hablar con Sor Lucía, la vidente de Fátima,
que como ya sabemos, fue la única que se quedó entre nosotros con la misión
encomendada por la Virgen de dar a conocer la devoción al Corazón Inmaculado de
la Virgen María por todo el mundo.
El
motivo de su visita fue el de comentar y compartir con ella su inquietud
después de reflexionar largamente sobre lo ocurrido el 13 de octubre de 1917,
el último día de las apariciones de Fátima.
Al
Cardenal Albino le había impresionado sobre manera unos sucesos que habían
pasado desapercibidos para la inmensa mayoría, y que tampoco les dieron mayor
importancia los que habían deparado en ellos.
No fue
el espectacular milagro de haberse secado al instante las ropas de todos los
que asistieron aquella mañana a las campas de Fátima. Fue el reparar con
inmensa tristeza que en la Iglesia se iba a ir olvidando de un “arma”
espiritual que nos había recordado ininterrumpidamente en Fátima La Virgen del
Rosario, como así quiso que la recordásemos en su última aparición.
El
cardenal Luciano intuyó con profundo dolor el hecho de que, durante el milagro
del sol, mientras los espectadores veían con mayor o menor angustia como el sol
se iba acercando a la tierra, simultáneamente, los tres pastorcitos estaban
rezando el rosario a la vez que veían las distintas escenas que se
correspondían con los misterios contemplados.
Y es
que conocía el llamado urgente que la Virgen de las Lágrimas, la de La Salette,
había hecho a los verdaderos discípulos, los verdaderos devotos, a los
apóstoles de los últimos tiempos. Y los tres pastorcitos rezando el rosario
mientras la multitud permanecía más o menos asustada, eran un testimonio de la
necesidad de los apóstoles llenos del espíritu de María en una sociedad en la
que se estaba extendiendo la apostasía.
andrésdeMaría