Señor, a veces me alejo de ti sin darme cuenta. Lo sé: Tú me ofreces la alegría más grande: la alegría que brota al sentirme amado por ti,
la alegría que nace del servicio a los pobres, la alegría del que vende todo para comprar el mejor tesoro. Pero yo quiero el tesoro, sin renunciar a nada y prefiero otras alegrías, más rápidas y facilonas.
Mis pequeñas alegrías me van atrapando en sus redes; poco a poco, me alejan de tu alegría. Y, aunque sé que estás, ya no te encuentro, no te siento.
Señor, a veces me alejo de ti sin darme cuenta. Tú me amas siempre, gratuitamente, también cuando no hago lo que esperas de mí. Pero yo no acabo de creerlo y vivirlo. Mi orgullo me dice que no me acerque a ti hasta que lo merezca, hasta que "me lo gane".
Y así, los errores no me ayudan a ser más humilde, a acoger el perdón y la fuerza que Tú me ofreces; y mis pecados se hacen más fuertes en mi corazón. Y, aunque sé que estás, ya no te encuentro, no te siento.
Señor, a veces me alejo de Ti, Pero Tú no te rindes y sales a mi encuentro. Me recuerdas la felicidad y la libertad que disfruté a tu lado y me ayudas a mirarte a los ojos y a descubrir tu sonrisa. Y te digo, con más confianza: Perdóname, Señor, me he engañado otra vez.
Rompe las redes que no me dejan abrazarte. Tu amor vale más que todas las alegrías de este mundo. Te alabaré con mis labios y mi vida. Amén.