Hoy nos dirigimos a María, nuestra madre, y le decimos confiados: “María, préstanos tus ojos para mirar a los amigos con gozo, con gratitud y delicadeza. Porque mirar a los amigos es como mirar el amor y dejar que nos embellezca y nos revele lo que somos.
Tú, María, viviste plenamente la amistad. Por eso, las palabras de Jesús: «A ustdes les llamo amigos» son también tuyas, fruto de tu educación diaria. Cultivaste la amistad con tus vecinas y con Dios, al que viste con tus ojos de mujer y le cantaste como al Dios de «la entrañable misericordia». Por eso te decimos:
Enséñanos, María, a ser amigos de nosotros mismos, para serlo, un poco más, de todos. Haznos abiertos a los otros, actuando como si todos nos quisieran, como si todos nos entendieran, como si todos nos ayudaran. Ayúdanos, sobre todo, a vivir la amistad con Jesús, porque la amistad con él nos hace nacer, nos transforma, nos hace personas de luz. Amén.