28 de enero de 2011

NO SÓLO DE PAN VIVE EL HOMBRE

Es obvio considerar la necesidad que tenemos de alimentarnos cada día. Necesitamos el alimento para nuestro cuerpo como el aire para respirar y, durante el día, disponemos de varios momentos para ingerir gustosamente esos ricos alimentos que necesitamos. Es tan vital para nuestra vida que nunca podemos olvidarnos de comerlos porque, en tal caso, nuestro cuerpo nos avisa y nos dispone a hacerlo obligatoriamente. Sin ellos moriríamos.

Sin embargo, hay una necesidad mucho más fuerte y necesaria, porque en ella nos jugamos la vida, ¡y la vida para siempre!, porque en esta estamos de paso y nuestra muerte es solo un billete de partida para la auténtica y verdadera. Estoy hablando de la necesidad que tenemos también, con mucho más empeño y cuidado, de alimentar nuestro espíritu con el alimento de la oración, del ayuno, del sacrificio, de la Penitencia y, sobre todo, de la Eucaristía.

Igual que disponemos de varios momentos para cuidar y alimentar nuestro cuerpo, también necesitamos de dedicar y disponer de espacios y momentos para alimentar y madurar mi espíritu que, como no lo veo materialmente parece escondido y hasta difícil de sentirlo y experimentarlo. Se me escapa de mi conciencia y lo dejo en un segundo plano, o al menos me cuesta más atenderlo y cuidarlo.

Nuestro espíritu no nos avisa como nuestro cuerpo, nos deja actuar libremente y acepta las tentaciones de nuestra humanidad fortalecida por el Maligno que se interesa porque nos alejemos de él. Así, la batalla está señalada y para sostenernos necesitamos alimentarnos espiritualmente cada momento, cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día (ver aquí). Nuestra oración es constante pues, estemos donde estemos el peligro siempre acecha, y necesitamos tomar conciencia de estar en la presencia de DIOS, injertado en su ESPÍRITU SANTO.

Sólo,cuando hemos fallado y nos hemos dejado llevar por esa aparente felicidad que el mundo nos ofrece alentado y presentando por el Maligno, el vacío, la insatisfacción y el sin sentido que toma nuestra vida, nos advierte del tremendo error que hemos cometido, y del rumbo equivocado que llevamos.

Es, entonces, el momento de recuperarnos, de levantarnos, sin miedos, sin temores. Nuestro Papa nos lo dice: "No tengan miedos", nuestro PADRE siempre nos esperas para perdonarnos y comprendernos, y volver a la dieta espiritual de la oración, la Penitencia y la Eucaristía que nos alimentan, nos sostienen y purifican.

Rápidamente los resultado empiezan a notarse y experimentarse: "La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia (St 3, 17-18).

Se nota enseguida y todos lo hemos experimentado alguna o muchas veces. No dejemos, pues, el alimento del espíritu olvidado. Busquemos la brisa suave que acaricia el rostro  (1Re 19.9.11-13).