A San José el Señor le asoció a la obra salvadora de su Hijo Jesucristo, metiéndole en la unión hipostática. Lo asoció a la obra salvadora de Cristo, no sólo a lo, largo de su vida, cuidándolo, alimentándolo, defendiéndolo de todo peligro, formándolo, sino también en la aplicación de los frutos de la obra salvadora y redentora de Jesucristo. Esta misión la ratificó el Padre del cielo, proclamándole Patrono de la Iglesia universal por mediación del Papa Pío IX el 8 de octubre de 1870.
Si es Patrón de la Iglesia es lucero y ministro de la nueva evangelización, porque la Iglesia esencialmente evangelizadora. Escribió Pablo VI: “La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la esencia de la Iglesia…Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (EN 14)
Pues, la evangelización de la Iglesia constituye su misma esencia, ¿puede estar San José ajeno a ella? Todo lo contrario. San José está presente en la nueva evangelización y en todo lo que a ella se refiere, iniciada por el B. Juan Pablo II, seguida por Benedicto XVI y ahora por el Papa Francisco. Si San José es el Patrono de la Iglesia lo es de la nueva evangelización. El Beato Juan XXIII proclamó a San José patrono del Concilio Vaticano II ¿por qué no declararlo Patrono de la nueva evangelización? Esto haría que la Iglesia acudiese a él con toda confianza y le encomendase esta tarea esencial suya y sentiríamos palpablemente su ayuda y protección poderosísima.
El B Juan Pablo II prácticamente le propone como patrono ideal de la nueva evangelización por estas palabras: “Este patrocinio debe ser invocado y todavía es necesario a la Iglesia no solo como defensa contra los peligros que surgen, sino también y sobre todo como confortación y aliento en su renovado empeño de evangelización en el mundo y de reevangelización en aquellos países y naciones en los que la religión y la vida cristiana fueron floreciente y que está ahora sometidos a dura prueba” (RC 29).
Si Jesús mismo, Evangelio de Dios, ha sido el primero y más grande evangelizador (EN 7), si María es la estrella de la evangelización siempre renovada (EN 81) San José es el lucero matutino de la nueva evangelización.