San Víctor, originario de
Africa, sucedió en el pontificado a San Eleuterio hacia el año 189. Afrontó
eficazmente las grandes dificultades de su época. Por ejemplo, ciertos
cristianos del Asia que vivían en Roma, insistían en celebrar la Pascua según
su propia tradición, aunque no fuese en domingo. Como ciertos obispos de Asia
los apoyasen, San Víctor los amenazó con la excomunión. Otra de las
dificultades que tuvo que enfrentar, fue la enseñanza de Teódoto, quien
sostenía que Jesucristo era simplemente un hombre dotado de poderes sobrenaturales.
San Víctor murió antes de
que comenzase la persecución de Septimio Severo, pero las persecuciones que
debió sufrir por su enérgico celo para defender la fe, le merecen el título de
mártir.