María fue elegida morada del Hijo de Dios. Ella es la Fuente de donde emana la Gracia, porque Dios está con ella y en ella, encarnándose, se hace Hombre. Ella confía, se fía, y, a pesar de su inocencia, se pone en Manos del Dios. Así nos habla María, nos señala el camino y se pone como ejemplo. Nos invita a confiar también nosotros, porque la fe no es una palabra, sino un camino. Quien tiene fe camina.
Dios confía en María, está con ella, y le da su Hijo para que lo cuide en los primeros años de su vida. José y María son elegidos para custodiar la infancia de Jesús. Hermosa responsabilidad, pero no exenta de peligros, amenazas y dificultades, que tanto José como María ponen en Manos del Señor. Su fe queda probada peligro tras peligro; camino tras camino; obstáculo tras obstáculo.
María no se queda mirando al Cielo. Está en el mundo y camina por el mundo confiando en la Gracia de Dios. José y María cumplen con sus responsabilidades. Acuden al templo a presentar al Niño y toman la responsabilidad de su educación y protección. María trabaja, atiende su casa, sus labores, las necesidades de José y Jesús. María está llena de Gracia, pero también realiza sus deberes para con su familia. Porque el primer deber religioso de una persona es cumplir con su deber, con sus responsabilidades familiares y laborales.
María escucha y sabe elegir. Elige, como Leví, seguir al Señor. Ella fue la primera llamada, la anunciada, la elegida para dar cobijo al nacimiento del Redentor. Intercede por todos nosotros, María, y ayúdanos a saber elegir también. A elegir como Mateo en el Evangelio de hoy sábado, a saber interpretar la Palabra de Dios y a ir detrás de sus pasos.
A pesar de nuestra ignorancia, a pesar de nuestra inocencia, como María, nuestra Madre, y, como ella, fiarnos de la Palabra de nuestro Padre Dios. Sólo Él tiene Palabra de Vida Eterna.