17 de junio de 2017

MARÍA, CRUCIFICADA CON CRISTO

Lo que el creyente en Jesús tiene que saber, y tenerlo muy claro es la meta de su vida. Porque, seguir a Jesús es conocer el camino a recorrer y a donde nos lleva. Porque, sin saber a dónde va, no podrá tener las fuerzas necesarias para crecer y avanza. Entre otras cosas, porque no tiene sentido el esfuerzo si no sabe que pretende alcanzar.

María, nuestra Madre, supo desde el principio cual era su camino, y, decidió responder a la llamada de Dios, comprometiéndose según su Voluntad. Sus primeras palabras tras la Anunciación fueron: 'He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.'  Y María desde ese momento decidió y comprendió el camino a seguir. Quizás no sabía el recorrido ni el final, pero se fió de Dios y se dispuso a hacer su Voluntad. Posiblemente no sabría la forma no como iba a terminar esa misión a la que Dios la llamaba, pero había decidido responder y seguir el camino junto a su Hijo, al que una madre nunca abandona.

Y María no falla. Camina al lado de su Hijo hasta el Calvario, y crucifica su vida al pie de la Cruz, junto a su Hijo. No fue su cuerpo clavado en una cruz, ni atravesado por clavos como a su Hijo, ni tampoco flagelado con punzadas de látigo, pero su dolor atravesó su fatigado y cansado corazón. María crucificó su vida por amor a Dios y a su Hijo. María, la Madre que no se cansó de esperar y de continuar el mismo camino de su Hijo. María, la Madre corredentora, al lado y con su Hijo, de la redención de todos los hombres. María, Madre dolorida y sufriente al pie de la Cruz. 

Madre, intercede por todos nosotros, para que recibamos del Espíritu Santo esa fuerza que nos fortalece y nos da la vitalidad de responder a la llamada de tu Hijo, para en Él crucificar también nuestra vida. Amén.