Señor, gracias por todas las personas que son buena tierra, en las que tu palabra crece y fructifica, ahonda y se multiplica.
Gracias por los santos, que producen el ciento por uno. Gracias porque también yo, con tu ayuda, doy fruto abundante, frutos de ternura y solidaridad, de justicia y paz.
Señor, gracias por elegirme para ser sembrador. Gracias por enseñarme que, a pesar de los obstáculos, todas las semillas, tarde o temprano, producen su fruto.
Ayúdame a sembrar con una mano y ayudar con la otra, a que las tierras se conviertan en fecundas. Dame generosidad para ser como el grano de trigo, dispuesto a enterrarse y a morir, para que la tierra del mundo dé los mejores frutos. Amén.