María, tus hijos llenos de gozo, te proclamamos por siempre bienaventurada. Tú aceptaste gozosa la invitación del Padre para ser la Madre de su Hijo. Con ello nos invitas a descubrir la alegría del amor y la obediencia a Dios.
Tú que acompañaste hasta la cruz a tu Hijo, danos fortaleza ante el dolor y grandeza de corazón para amar a quienes nos ofenden. Tú al unirte a la oración de los discípulos, esperando el Espíritu Santo, te convertiste en modelo de la Iglesia orante y misionera.
Desde tu asunción a los Cielos, proteges los pasos de quienes peregrinan. Guíanos en la búsqueda de la justicia, la paz y la fraternidad. María, gracias por tenerte como Madre. Amén.