Os informo de que se ha creado una nueva página web en la que se recogen numerosos vídeos de Juan Pablo II con los jóvenes: alegría del Papa.
El que os pongo a continuación es el que sirve de introducción a todo el conjunto. Me ha emocionado porque tuve la ocasión de estar en varios de esos encuentros del Univ. Concretamente, en la Pascua del año 1980 el Papa hizo algo realmente sorprendente y llamativo. Invitó a todos los participantes del congreso Univ -varios millares de personas- a entrar en su casa: les hizo pasar al patio de san Dámaso, dentro de los muros del Vaticano.
Recuerdo muy bien ese momento mágico. Un sacerdote me pidió que le acompañase a buscar una farmacia de turno. Era el domingo de Resurrección y necesitamos más de media hora para encontrarla, recorriendo a pie las calles del barrio. Cuando regresamos a la Plaza nos encontramos con la sorpresa: varios miles de personas habían desaparecido como por arte de magia. Estaban allí los autobuses aparcados, pero no había ni rastro de la gente. ¿Qué ha pasado? Entonces oímos un clamor procedente del interior del palacio vaticano. Y pudimos entrar por los pelos en ese encuentro tan entrañable. Para mí fue el mejor de todos, por la novedad quizá y por el clima maravilloso que se creó entre el Papa y los jóvenes. Lo teníamos casi al alcance de la mano: podíamos ver su sonrisa, sus gestos y también sentir su mirada divertida.
Ha sido una bendición de Dios para mí el haber podido ser testigo presencial de esos momentos.
El que os pongo a continuación es el que sirve de introducción a todo el conjunto. Me ha emocionado porque tuve la ocasión de estar en varios de esos encuentros del Univ. Concretamente, en la Pascua del año 1980 el Papa hizo algo realmente sorprendente y llamativo. Invitó a todos los participantes del congreso Univ -varios millares de personas- a entrar en su casa: les hizo pasar al patio de san Dámaso, dentro de los muros del Vaticano.
Recuerdo muy bien ese momento mágico. Un sacerdote me pidió que le acompañase a buscar una farmacia de turno. Era el domingo de Resurrección y necesitamos más de media hora para encontrarla, recorriendo a pie las calles del barrio. Cuando regresamos a la Plaza nos encontramos con la sorpresa: varios miles de personas habían desaparecido como por arte de magia. Estaban allí los autobuses aparcados, pero no había ni rastro de la gente. ¿Qué ha pasado? Entonces oímos un clamor procedente del interior del palacio vaticano. Y pudimos entrar por los pelos en ese encuentro tan entrañable. Para mí fue el mejor de todos, por la novedad quizá y por el clima maravilloso que se creó entre el Papa y los jóvenes. Lo teníamos casi al alcance de la mano: podíamos ver su sonrisa, sus gestos y también sentir su mirada divertida.
Ha sido una bendición de Dios para mí el haber podido ser testigo presencial de esos momentos.