Dos chicas de dieciséis años de edad recorrían el pasado 1 de mayo las calles de Santander. Una llevaba en sus manos unos boletos; la otra, unas estampas con el Símbolo de los Apóstoles. A cuantos viandantes se encontraban les decían que querían recaudar fondos para la construcción de la capilla de su colegio. Con la compra de un boleto participarían en el sorteo de unos ordenadores portátiles. Al principio no tuvieron especiales problemas, pero a medida que avanzaban advertían que las actitudes eran cada vez más hoscas.
No se daban cuenta de que estaban encontrándose con las personas que habían participado en la manifestación organizada por un sindicato de extrema izquierda. En un momento dado, uno de ellos les dijo:
- Mirad, veis aquella casa que está allí al fondo, ésa es la casa de un millonario, seguro que os dan dinero allí.
Lo dijo con un tono de desprecio, mientras apartaba la mano que le tendía el boleto. Entonces, la compañera le ofreció la estampa con el Símbolo de los Apóstoles. Aquí se le transformó la cara y explotó en improperios.
- ¿No sabéis con quien estáis hablando?
- ¡No! - le respondieron ellas.
- ¡Con un comunista!
- ¿Y qué es eso?
Ante esta respuesta se fue todavía más indignado.
Esta anécdota me la contó el padre de una de esas chicas. Me hizo pensar mucho. En las ideologías siempre existe un enemigo: alguien contra el que hay que luchar o al que hay que vencer. El cristianismo es uno de los enemigos del comunismo.
En la Fe católica no existen enemigos. Todos los hombres son un "prójimo" al que hay que amar y a quien anunciar el Evangelio. Sin ser conscientes de ello, estas chicas habían dado una lección importante a ese comunista. Él las había tratado como enemigas: - ¿No os dais cuenta de que estáis hablando con un comunista? Soy vuestro enemigo. Tenéis que odiarme, como yo os odio a vosotras.
En cambio, ellas siguen viéndole como un prójimo, merecedor de respeto y de amor.
Ese hombre vive en el pasado, alimentando sus odios; esas muchachas viven en el presente, promoviendo la construcción de una iglesia y dando testimonio de la Fe que profesan.
Joan Carreras