- El creyente -al menos el cristiano- sigue a una persona y tiene fe en una persona y en lo que ella nos ha comunicado. No es fe en algo sino en alguien.
- La fe es ex auditu, procede de la escucha y, por lo tanto, de la palabra, del logos. La ideología, en cambio, es producto cultural, fabricación humana.
- La fe es un don absolutamente gratuito: quien la recibe experimenta la dicha del sentido de la vida, es decir, la salvación que viene de Dios y que es escatológica, esto es, que se encuentra en el más allá. La ideología es un conjunto de ideas -personales o colectivas y más o menos generales- que sirven para vivir en este mundo.
En un principio, las ideologías no son malas. De hecho, en este mundo, no se puede vivir sin ideología pues forma parte importante de la cultura de una comunidad. Ése es el sentido que recibe en el diccionario: "Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc" (1). ¿De dónde proceden las ideas? Es sencillo, de los que piensan y razonan las cosas, de los que interpretan la realidad y la quieren mejorar. Comunicar las propias ideas no es malo; todo lo contrario es connatural al hombre. Las ideas son como las semillas, pueden germinar y dar fruto.
Sin embargo, el concepto de ideología es muy reciente: tiene sólo un par de siglos. En este tiempo, ha ido cambiando también de acepciones y de interpretaciones filosóficas. Digamos que la noción del diccionario es positiva y fácilmente comprensible por todos. Sin embargo, el problema se presenta cuando las ideas se pretenden imponer a los demás. Cuando no sólo te digo: ¡mira qué bien, escucha lo que se me ha ocurrido! Sino que te impongo que la aceptes como idea luminosa. Todavía recuerdo esa expresión feliz de Juan Pablo II en Cuatro vientos, en Cuatro Vientos, el 4 de mayo de 2003: "las ideas no se imponen, se proponen". Se lo decía a la multitud de los jóvenes allí congregados. Frase feliz y luminosa.
Cuando las ideas se imponen entramos en una noción corrompida o negativa de ideología. De ser algo bueno, se convierte en algo malo e incluso perverso. Este uso peyorativo de la palabra ideología es cada vez más frecuente (2). A veces basta afirmar algo con rotundidad para que te tachen de ideólogo. El relativismo moral comporta esta consecuencia: cualquiera que afirme verdades absolutas en el ámbito moral puede ser acusado de defender una ideología. De esta manera, paradójicamente, la ideología más extendida es la que impone el silencio a los que piensan en términos de verdad. ¡Nadie tiene la verdad! Parece que para hablar deberías renunciar a ella y advertir que lo que afirmas es simplemente una opinión más. ¡La única verdad absoluta es la relativa a la inexistencia de una verdad absoluta! Ya se ve que el planteamiento falla por algún lado.
Pero la pregunta que quiero formular hoy aquí es la siguiente: ¿A quién se dirigía Juan Pablo II en Cuatro Vientos? ¿A los jóvenes o a las autoridades y a las ideologías que impiden el ejercicio de la Fe y la libertad religiosa? Porque lo fácil es pensar que es el enemigo el que tiene que cambiar. Lo fácil es pensar que son las ideologías contrarias a la Iglesia las que tienen que cejar en sus ataques a la libertad. Pero me parece que el Papa se dirigía a los jóvenes allí congregados para que no se dejen seducir por ninguna ideología, sea cualquiera su signo, tanto de las de derechas como de las de izquierdas.
No olvidemos el mundo en que vivimos. No despreciemos nuestra historia. Las guerras de religión, ¿no han sido acaso sino guerras ideológicas entre cristianos? El acto de purificación mediante el que el Papa Juan Pablo II pedía perdón en nombre de la Iglesia por los pecados cometidos por los cristianos de otros tiempo, para entrar así en el tercer milenio, ¿qué era sino la confirmación de que la fe había sido parasitada por las ideologías? El hundimiento de la opulenta sociedad occidental, ¿no es acaso signo de que las brillantes ideas de las que todos participamos no son tan sólidas y justas como pensamos? La invitación del Papa Francisco a que la Iglesia salga de sí misma, ¿acaso no es una invitación a que los cristianos purifiquemos nuestra fe y la limpiemos de residuos ideológicos?
De esta manera, las palabras de Juan Pablo II habría que entenderlas así: no impongáis vuestras ideas nunca, a pesar de que os parezca que resultan avaladas por vuestra fe. ¡Las ideas nunca se imponen! Y si los cristianos lo han hecho así algunas veces, se han dejado llevar por la ideología y han infligido un grave daño a la fe católica. Los cristianos -recuerdo haberle oído en otra ocasión- son los seguidores de Cristo, que fue víctima y nunca verdugo. Por eso, los errores de los cristianos de otras épocas -aunque sean recientes- no pueden ser imputados a los católicos de ahora, que están comprometidos con la Verdad pero no con ninguna idea, porque siguen a Cristo Víctima y no una doctrina.
Nuestros principales enemigos no son los de fuera, sino los de dentro, aquellos que se dicen católicos y no comunican la fe sino que adoctrinan a los demás, invocando al Evangelio, a la Tradición o al Magisterio.
En la portada de este blog aparece una frase de Pablo VI: "el mundo tiene más necesidad de testigos que de maestros". Santas palabras, porque el Evangelio está más ligado al testimonio que a la doctrina. Generalmente, cuando se invierte el orden y se le da más importancia a la doctrina que al testimonio se puede incurrir en planteamientos o actitudes ideológicas... o por lo menos que así lo parezcan.
Joan Carreras del Rincón
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(1) En el Diccionario de la RAE, el primer sentido es éste: "Doctrina filosófica centrada en el estudio del origen de las ideas".
(2) Véase la voz Ideología, en wikipedia.