Dios y Padre nuestro, fuente de todo bien, es necesario pedirte con confianza cuanto precisamos; es justo darte gracias por todo lo que recibimos; es bueno rezar, siempre, en la alegría y la tristeza, y en todo lugar: en la calle y en el monte, en casa y en la iglesia.
Aunque conoces nuestros deseos antes de contártelos, aunque no precisas nuestra oración para bendecirnos, nosotros necesitamos rezar para abrir el corazón y acoger tus dones, para sentir tu cercanía, tu ternura, tu amor, tu fuerza.
Gracias, Padre, porque tú inspiras nuestra oración. Porque tus oídos nunca están cerrados a nuestras súplicas y nos ofreces el regalo, siempre nuevo, de tu Palabra.
Gracias, porque acoges con alegría nuestra oración, para que nos sirva de salvación, porque rezar nos ayuda a vivir más felices, al sentirnos hijos tuyos, hijos amados, y hermanos de todas las personas. Amén