Señor, en la fiesta de los santos ángeles, dame un corazón y una mirada de niño, que sepa sorprenderse y acoger a tantos ángeles que me acompañan, me protegen, me guían y me cuidan, desde el cielo y desde la tierra, sin hacer ruido, sin dejarse notar.
Y que yo también sea también un ángel para las personas con las que me encuentre; que sea, como Rafael, medicina de Dios, para los que sufren en su cuerpo y su alma; que sea, como Gabriel, fuerza de Dios, para los que están a punto de caer; que sea, como Miguel, guerrero de Dios, para defender a Dios y a sus preferidos: a los más pequeños, pobres y necesitados.
Señor, gracias por los ángeles que cuidan y ayúdame a ser un ángel bueno para mis hermanos. Amén.