Tengo necesidad de decirlo, porque lo siento dentro como una tormenta. Tengo que proclamar bien fuerte lo que Tú, Señor, has hecho conmigo, lo que haces en la historia de la humanidad.
Tú, Dios creador del cielos y la tierra, me amaste, aún antes de que yo abriera los ojos a la luz de este mundo. Cada Navidad y cada día te vistes de carne, para que te vea. Me miraste con cariño, sonriendo, y me invitaste a seguirte, a vivir contigo y como Tú. Diste tu vida por mí, porque me amas, para que te ame. Abriste tu corazón para que entrara; me regalaste tu mismo Espíritu para que reviviera.
Contaré lo que Tú, Señor, has hecho conmigo. Viniste un día a mí y te quedaste conmigo. Me dijiste que me amabas y que contabas conmigo. Me hablaste de mis hermanos, y me diste el deseo de entregarles mi cariño, mi tiempo, mi vida. Me sedujiste y acepté el reto, un reto que se repite cada día, una misión que da sentido a mi vida. Amén.