Nos habías dicho, Señor, que tú ibas a pasar por todas las calles de la amargura de la vida.
Nos compadecimos al verte, tu presencia parecía ausencia, todo parecía que había terminado y sentimos el deseo de llorar.
¿Cómo no llorar cuando tú nos dabas lástima y compasión?
Pero tú nos dijiste que es mejor la solidaridad, el acompañar que lamentarse. Aprendamos tu lección: querías más amor, más generosidad en la entrega, más vida que palabras, más gestos que lamentos. Entonces caímos en la cuenta de lo que es el verdadero amor. Amén.
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina.