18 de agosto de 2010

Recuerdos de un Papa grande


Los post son como las cerezas. Tiras de uno y te sale otro, detrás. El comentario de Radiomariano en el post anterior -historia de las JMJ- me ha traído a la memoria un suceso que seguro que os gustará. Ya lo publiqué en otra ocasión, hace un año y medio bajo el título Un milagro que Juan Pablo II realizó en vida.
A mí me resulta impresionante. Y blogueros con el Papa -me parece a mí- no tiene porque limitarse a apoyar al Papa reinante, sino también a los que han sido y serán sucesores de Pedro. Venzo también un poco de resistencia a colgar aquí la fotografía en que el Papa Juan Pablo II me imponía las manos... ¡Corría el año 1989!

Es curioso. Su nombre se me ha quedado grabado de manera imperecedera. Se llama Andrea Palamides. He buscado en Google y allí estaban las noticias que hacen eco del milagro romano sucedido en la Vigilia Pascual del año 1995. La memoria no me ha fallado. Sólo algunos pequeños detalles son algo distintos a como los recordaba. (Puede leerse la noticia de El mundo, con fecha 18 de abril de 1995).

Debió ser el año 1996, cuando conocí a don Andrea Palamides. Yo era entonces profesor de Derecho matrimonial canónico en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Me pidieron que formara parte de un tribunal académico. Uno de los alumnos que se examinaba era precisamente don Andrea. Al acabar la prueba, el otro profesor me lo presentó, añadiendo que era "il miracolato" (término italiano con el que se refieren a alguien que ha recibido una gracia milagrosa). Al mostrar extrañeza, me recordó que en la Pascua de 1995 don Andrea había recobrado la vista milagrosamente. El hecho fue noticia que ocupó los periódicos no sólo italianos, sino también de todo el mundo. Pero me acordé de que los médicos no habían querido confirmar la naturaleza milagrosa de la curación. Y así lo objeté. Entonces don Andrea me respondió:

- Dedíqueme usted unos minutos y juzgue por sí mismo si se trató o no de un milagro.

- Perfecto- Le respondí-. Comience usted (1)

- Corría el mes de diciembre de 1993 y unos desaprensivos me detuvieron en plena calle. Un gigante me agarraba del cuello y me levantaba del suelo, mientras sus compañeros me daban puñetazos y patadas. Quedé totalmente maltrecho y tuve que ir a urgencias. Parecía que sólo tenía magulladuras por todas partes, pero a las pocas semana perdí por completo la vista. El nervio óptico no estaba afectado, pero a consecuencia de la paliza recibida una parte del cerebro estaba inflamada.

¿Quiénes fueron los salvajes que me agredieron? Probablemente la mafia del Trastevere, enfadados por el éxito que estaba teniendo con la juventud del barrio. Algunos jóvenes estaban abandonando el mundo de la droga y acudiendo a las actividades que desarrollaba en la parroquia Madonna ai Monti, de la que soy vicepárroco. Fue un aviso para que dejara esa actividad.

El caso es que los médicos -eso es verdad- no abandonaron nunca la esperanza de que yo pudiera recuperar algún día la vista. Técnicamente hablando no hay milagro. Ningún médico se ha atrevido a confirmar el carácter milagroso de mi curación, pero usted mismo puede llegar a compartir la certeza interior a la que yo he llegado.

Llevaba yo dos años de ceguera absoluta, cuando el secretario del Papa, don Stanislao, me llamó por teléfono para invitarme a participar en la Misa Crismal que se celebraría en la basílica de San Pedro el Jueves Santo por la mañana. Le dije que sí y, antes de colgar, me soltó esta frase a la que yo no di mucha importancia en ese momento:

- Andrea, il Santo Padre sta chiedendo la tua guarigione. Quando avrai la grazia, glielo farai sapere. (Andrea, el Santo Padre está pidiendo tu curación. Cuando recibirás esa gracia, comunicaselo).

Repito que no le di importancia. Tampoco atribuí un especial valor a las palabras de consuelo y de ánimo que me dirigió el santo Padre, en las que hablaba de mi curación futura. Pensé que se trataba de un gesto de caridad hacia mí. Ese día concelebré en el altar de san Pedro, junto al Papa.

Todo sucedió durante la vigilia Pascual (2) en la que participé en mi parroquia. Y fue durante el rito de la Luz. En la tercera ocasión en que el celebrante dijo en alta voz "Lumen Christi" y se encendieron todas las luces de la iglesia de la Madonna ai Monti, se hizo la luz no sólo en el templo sino también en mi interior: recuperé la vista (3).

Los motivos por los que considero que se trata de un milagro son los siguientes:

- Las palabras de don Stanislao y la actitud de Juan Pablo II hacia mi enfermedad, dándola por superada.
- El hecho de que se produjera en el momento exacto del rito de la luz, tan apropiado para que un ciego recupere la vista
- El hecho de que hasta ese momento yo tenía varias dioptrías de miopía y ahora veo perfectamente si gafas
- Y, por último -dijo sonriendo y consiguiendo que todos nos riéramos- porque hasta ese momento yo estaba bastante calvo y también he recuperado un poco de pelo...

__________

(1) Es interesante el reportaje publicado en Il Corriere della sera del mes de marzo de 1994, en el que se narran los sucesos que contaré yo.

(2) Gracias a los testimonios escritos, he corregido un dato: durante estos años, cuando he referido estos hechos, explicaba yo que el milagro sucedió en la basílica de san Pedro. Y no es así.

(3) En el relato que consta en Il Corriere della Sera del 18 de abril de 1995, se dice que, mirando a la chica que tenía a su lado, le dijo "tú eres Ilaria, yo te conozco". Al acabar la misa fue a la sacristía a comunicarle al párroco lo ocurrido y éste entró en la nave de la iglesia diciendoles a todos los feligreses que don Andrea había se había curado milagrosamente. De allí, la noticia se extendió por toda la ciudad y llegó a los periódicos.