Uno de los aspectos de la Cuaresma es que es tiempo de reflexionar sobre la realidad de que Dios prueba a los suyos, a sus hijos. Tenemos el ejemplo de su Hijo queridísimo Jesucristo que, como dice el evangelista Mateo: Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo (Mt 4,1). Jesucristo es el paradigma, el ideal de todos los hijos de Dios.
Dios prueba precisamente a los suyos, a los amigos, lleva a cabo la prueba con los que le sirven con corazón limpio y generoso: Hijo mío, si te acercas a servir a Dios, prepárate para la prueba (Ecli 2,1), para la tentación. Y Dios pruebe a los suyos no para hacerles caer sino para enriquecerlos. Y es que Dios tiene confianza en sus amigos, sabe que no le van a traicionar. Fue tentado Abraham, el padre de los creyentes., fue tentado Moisés. el amigo de Dios que hablaba con él boca a boca, fue tentado Job, el hombre integro y temeroso de Dios, el justo, y fue tentado Jesucristo. A los que más ama, más manda de sufrimientos y trabajos, mirad a su Hijo, mirad a su Madre, mirad a San José.
Sí, es el caso de San José, el hombre justo, el íntegro, recto y bueno, el santísimo José, el más santo de todos los santos y con un rato largo. Y fue probado dura y despiadadamente: la prueba de la situación que se creó en su espíritu al descubrir la preñez de su amadísima esposa. Le metió el Señor en una noche oscura profunda y negrísima: ¿qué hago? ¿qué será de mi matrimonio? ¿estoy de más junto a mi esposa? ¿debo renunciar a María? “el amor tan grande a su esposa tenía a José el corazón hecho una cosa con ella. Y haberla de dejar era arrancársele las entrañas y partírsele el corazón” (San Juan de Ávila). La medida del dolor es el amor, piaban las horas y la luz no amanecía. La noche era cerrada…
La prueba de la huida a Egipto: Rápido, vete a Egipto. Déjalo todo… buscan la vida de tu hijo. Y sin pérdida de tiempo toma a María su mujer con el niño y, confiado solamente en la providencia y en la ayuda de Dios se pone en camino a un lugar desconocido.
La prueba de la pérdida del Niño en Jerusalén. ¡Qué tres día de angustia y dolor. Él que amaba tan intensa y entrañablemente a su Hijo. Muy angustiado la buscaban, dice San Lucas.
San José ante la prueba no adopta una postura de resignación pasiva absurda, sino la de una aceptación pacífica y serena ante el dolor. ¿Acaso se resigna uno a ser amado? Y la prueba de Dios es amor. San José sabe que el dolor, la prueba es una parte y un aspecto de la vida tan importante y rica como las mejores alegrías y tan necesaria para alcanzar la plenitud de la vida humana y divina que sin ella no se alcanza. El que no es probado ¿qué sabe?
Kierkegaard escribe: Los pájaros en las ramas, los lirios en el campo, el ciervo en el bosque, el pez en el mar, e innumerables gentes felices están cantando en este momento: ¡Dios es amor!. Pero a la misma hora está también sonando la voz de los que sufren y son sacrificados y esta voz, en tono más bajo, repite igualmente: ¡Dios es amor!
Alguien ha escrito que nada nos hace tan grandes como un gran dolor. El dolor fortifica el alma, el dolor es el crisol que afina y purifica el oro del alma. Un poeta lo dijo así de bellamente: El alma que no conoce el dolor es como un iglesia sin bendecir.
San José sabe que Dios todo lo hace por amor, porque es AMOR, para bien de sus amigos. Sabe que Dios no abandona a los suyos en medio de la prueba, que mira la angustia de los probados y escucha sus gritos: si el afligido clama al Señor, él lo escucha y lo libra de sus ansias, que se acuerda de su amistad con ellos y por su gran amor trueca la prueba en consolación. Él sabe, mucho mejor que San Juan de la Cruz, que la prueba es una merced que Dios hace a sus amigos por haber sido fieles con él, para hacerles mejores, como a Job y Tobías.
Y, aunque este saber no quita ni disminuye el dolor. El martirio da fuerza, paciencia y gracia y la prueba acaben consolación. Cuál no fue la de San José cuando el ángel le dice en su noche oscura. No temas tomar a María tu mujer en tu casa, porque lo que hay en ella es del Espíritu Santo, cuando vuelve de Egipto a su tierra de Israel, cuando encuentran al Hiño en el templo en medio de los doctores de la Ley. El Señor, según su acostumbrada e inefable misericordia envía siempre y a su tiempo el socorro y la gracia. La está enviando a lo largo de la prueba. El sufrimiento es el hilo con que se ha tejido y se teje la tela de la alegría. .
P. Román Llamas, ocd