18 de junio de 2016

MARÍA, ELEGIDA POR EL PADRE



María es la mujer elegida por Dios para ser la Madre de su Hijo. No fue elegida por los hombres, sino que quien la elige es el Dios creador de todo lo visible e iinvisible. Y, ahora, podemos imaginar que, si es la elegida para ser la Madre del Dios encarnado, sus vestidos y cualidades, tanto internas como externas, serán exquisitos, perfectos y llenos de la Gracia de un Hijo, que es Dios hecho Hombre. Y es que es lógico y comprensible a nuestra razón. ¿Quién no quiere para su madre lo más grande? Imaginemos que tenemos ese privilegio, ¿qué le pondríamos a nuestra madre?

María es figura de la Nueva Alianza, del Nuevo Arca que da su “Sí” libremente, por la Gracia de Dios, para que en su seno tenga lugar la obra del Espíritu Santo, la encarnación de Dios Hombre. María es la virgen que escucha, que abre su corazón a la Palabra de Dios y que entrega su vida por amor correspondiendo al Amor de Dios. María cree, porque, no sólo da su consentimiento, y se humilla como su esclava ante Dios, sino que se entrega en cuerpo y alma al Plan para el que Dios la ha llamado,

María es la mujer despierta y atenta al servicio, que siendo elegida Madre del Salvador, corre presta al servicio de su prima Isabel, y en ella a toda la Iglesia precursora de la Palabra de Dios. María va delante llevando en su vientre al Salvador del mundo. María signo de humildad y de servicio que desde su “Sí” proclama la Buena Noticia de Salvación. María que evangeliza, porque en su seno lleva al Hijo de Dios y despierta en su prima Isabel el gozo y salto de Juan que advierte la presencia de Aquel a quien él va a ser su Precursor.

María, que reafirmada en la elegida por Dios para ser la Madre de su Hijo, al oír el saludo de su prima Isabel, explota y canta la alabanza del Magníficat. María, mujer orante y agradecida que responde a la elección de su Creador con humildad y servidumbre. María, la Madre de Belén que nos trae la Buena Nueva y la esperanza a todos los hombres de buena voluntad. María, la mujer oferente que cumple con la ley, y con sencillez y humildad, ofrece a su Hijo en el templo a Dios y también a sí misma.

María que en Caná marca la hora de la iniciación del su Hijo en la vida pública con el milagro del agua en vino. María que desde ese momento da señales de su preocupación por los problemas de las familias y de todos los hombres. María, en la Cruz, que junto a su Hijo participa de la Redención entregándose y entregando al Padre a su Hijo para la salvación de todos los hombres.

María, que desde la Cruz y en Pentecostés es Madre y alma de la Iglesia naciente, triunfadora del mal al pisar la cabeza de Satanás y con la que nosotros también triunfaremos. ¡Madre!, ¿qué haríamos sin una Madre como tú? Gracias, Señor, por darnos una Madre como María.