En nuestro entorno más inmediato hemos asistido en los últimos tiempos al renacer del espíritu de marcha, de peregrinación. Basta que nos asomemos al llamado Camino de Santiago para darnos cuenta de como en esta última década ha experimentado un desarrollo jamás conocido y tal vez nunca soñado. Miles de personas de todas las edades y condiciones, tanto económica, como cultural o religiosa, toman su mochila y su callado, o su bicicleta y se lanzan a hacer kilómetros hasta llegar a Compostela.
No siempre es la misma finalidad lo que mueve a esta multitud. Hay quien va hasta Compostela por venerar la supuesta tumba del apóstol Santiago, otros hacen el camino llevado por cierto espíritu iniciativo, llegar a encontrarse con uno mismo, los hay que se ponen en camino para conocer una de las rutas más ricas en arte románico, algunos por comprender el pasado histórico y como la fe y la cultura unidas ha ayudado a forjar la realidad de Europa como casa común de todos los pueblos que habitan este pequeño-gran espacio que se extiende desde el Atlántico a los Urales; no podían faltar aquellos que se lanza al camino llevados por espíritu deportivo de esfuerzo o superación o el poder conocer nuevos espacios y nuevas gentes.
En el fondo lo que se busca, consciente o inconscientemente, es que la respuesta a la pregunta ¿a dónde vamos?, no termine siendo, siempre a casa, al menos al ponerse en camino, en una sociedad como la nuestra en la que se dispone de una gran cantidad de tiempo libre, lo que se busca es hacer por un tiempo algo diferente a lo que uno se ve obligado a hacer cada día, pero al hacer eso se encuentra una gran satisfacción.
Muchos de los que se lanzan a la ruta de peregrinación a Compostela o a cualquier otros lugar, son consciente del significado que ha tenido la idea de camino a lo largo de los tiempos; para otros el camino físico no les dice casi nada.
Por ello viene bien que recordemos que la peregrinación ha creado, más en otros tiempos que en este, un personaje, que no era un viajero más, sino que se definía por haber realizado un voto concreto a Dios, viajar o dirigirse hacia un santuario, hacia un lugar sagrado para venerar la tumba o las reliquias de un santo, considerado como amigo de Dios, y conseguir así su protección y su intercesión ante el mismo Dio y con ello lograr la paz del alma. En este sentido definió al peregrino, en el lejano siglo XIII, el rey Alfonso X en su código de las Partidas: Romeros e pelegrinos son omes que fazen sus romerias e pelegrinajes por servir a Dios e honrar los Santos.
Podemos decir que la peregrinación no era sólo el camino geográfico a recorrer, sino una actitud religiosa, en cuanto se espera del peregrino un determinado comportamiento, caracterizado por no dedicarse en el camino al comercio, sino a cosas devotas como es el visitar santuarios y tumbas de santos, a la penitencia, a la oración, la ejemplaridad de vida, porque la visita a un lugar santo debía conducir al crecimiento de la caridad, y, no podía faltar, el agradecimiento frente a los favores recibidos, así lo definía Alfonso X al recordar que romería e pelegrinaje deben facer los romeros con gran devoción, diziendo e faciendo bien, e guardándose de facer mal, non andando faciendo mercaderías ni arloterías por el camino; e débense llegar temprano a la posada, quanto pudieren, porque sean guardados de daño e fazer mejor su romería.
El Liber Sancti Jacobi, más comúnmente conocido como Codex Calixtinus, obra del siglo XII y la mejor propaganda que ha tenido el Camino de Santiago, hablando del camino de peregrinación que conduce a Compostela, recordaba que es estrecho, ya que es para los buenos carencia de vicios, mortificación del cuerpo, aumento de las virtudes, perdón de los pecados, penitencia de los penitentes, camino de los justos, amor de los santos... Aleja de los suculentos manjares..., ama la pobreza, odia el censo de aquel a quien domina la avaricia
Con esta pequeña reflexión lo que hemos querido es recordar que está bien que la gente se eche a los caminos de peregrinación, a pie o bicicleta, pero que no olvide el sentido espiritual que desde antiguo tiene la aventura de la peregrinación.
Javier de la Cruz