Papa nacido en Roma 254-257. Martir. Elegido el 12.V.254,
murió el 2.VIII.257. Bajo su pontificado se agudizaron las luchas cismáticas
secuaces del antipapa Navaciano.
Aunque hay alguna duda sobre las fechas
referentes al pontificado de San Esteban I, generalmente se cree que fue
consagrado el 12 de mayo de 254 y que murió el 2 de agosto de 257. De acuerdo a
los más antiguos catálogos, fue romano de nacimiento e hijo de Jovio. No hay
razón para dudar de la aserción del “Liber Pontificalis”, que el Papa San Lucio
I, cuando estaba a punto de ser martirizado, le cedió el cuidado de la Iglesia
a su archidiácono Esteban (254). Mucho de lo que sabemos del Papa Esteban está
relacionado directa o indirectamente con las severas enseñanzas del hereje
Novato. Relacionado con su trabajo más importante, su defensa de la validez del
bautismo herético contra la opinión errónea de San Cipriano y de otros obispos
de África y Asia, no hay necesidad de hablar ahora, pues la historia de esta
importante controversia puede ser hallada bajo Bautismo y San Cipriano. Es
suficiente con llamar la atención a ciertas cartas recientemente descubiertas
sobre el tema por San Dionisio de Alejandría (“Eng. Hist. Rev.”, enero 1910,
111 y siguientes) y notar que con el último Arzobispo Benson de Canterbury,
Esteban “triunfó y que la Iglesia de Roma triunfó, según se lo merecía” [E.W.
Benson, "Cipriano, Su Vida, sus Tiempos, sus Obras", VIII (Londres),
1897, 3].
A principios de su pontificado, Esteban fue
apremiado por Faustino, Obispo de Lyons, a tomar acción contra Marciano, Obispo
de Arles, quien adhiriéndose a las doctrinas de Novato, denegó la comunión a
los lapsi penitentes. Por razones desconocidas para nosotros, Esteban no hizo
nada. Los obispos de Galia, de común acuerdo, recurrieron a Cipriano y le
rogaron que le escribiera al Papa. El santo cumplió con tal requerimiento en
una carta que es nuestra única fuente de información en relación con este asunto
(Epp. LXIX, LXVIII). El Obispo de Cartago le suplica a Esteban que imite a sus
martirizados predecesores e instruya a los obispos de Galia para que condenen a
Marciano, y que elijan otro obispo en su lugar. Como San Cipriano no dice más
sobre este asunto, se supone que el Papa actuó de conformidad con sus deseos y
que Marciano fue destituido. Los casos de los obispos españoles Marcial y
Basílides también relacionaron a Esteban con San Cipriano. Como los
libellatici, ellos habían sido condenados por los obispos de sus provincias por
negar la fe. Al principio ellos reconocieron su culpa, pero después apelaron a
Roma y, engañado por su historia, Esteban se esforzó por asegurarles la
reinstalación. Algunos de sus compañeros obispos estuvieron de sus lados, pero
otros presentaron el caso ante San Cipriano. Una asamblea de obispos africanos
que él convocó, renovó la condena contra Basílides y Marcial, y exhortaron a la
gente a entrar en comunión con sus sucesores. Al mismo tiempo se esmeraron en
señalar que Esteban había actuado como lo hizo porque “situado a gran distancia
e ignorante de los verdaderos hechos del caso”, había sido engañado por
Basílides.
Ansioso por preservar la tradición de sus
predecesores en asuntos de caridad práctica, tanto como en la fe, a Esteban, se
nos dice, alivió en sus necesidades a “todas las provincias de Siria y Arabia”.
En sus días, las vestimentas que utilizaba el clero en las Misas y otros
servicios religiosos, no diferían en material ni forma de las usadas
ordinariamente por los laicos. Dice el “Liber Pontificalis” que Esteban, sin
embargo, ordenó que las vestimentas usadas para propósitos eclesiásticos no se
usaran en el diario vivir. Las mismas autoridades añaden que el finalizó su
pontificado en el martirio, pero la evidencia acerca de esto generalmente se
considera dudosa. Fue sepultado en el cementerio de San Calixto, de donde su
cuerpo fue trasladado por el Papa San Paulo I a un monasterio que él había
fundado en su honor.