18 de agosto de 2021

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO

La Ley nos orienta y nos marca unos límites que nos ayudan a sostenernos en un equilibrio necesario, pero, Jesús, el Hijo de Dios, nos libera de la esclavitud del pecado y nos hace libres. Libres para decidir responsablemente y para optar por un camino de verdad y de eternidad plena y eterna en el Señor, o para hundirnos en la esclavitud del pecado cegados por nuestras pasiones.

Hoy, el santo Padre nos habla de la Ley según san Pablo y nos ayuda a reflexionar sobre su papel y determinación en nuestras vidas.


PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 18 de agosto de 2021

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Queridos hermanos y hermanas:

Hoy san Pablo nos ayuda a responder a la siguiente pregunta: “¿Cuál es el papel de la Ley?”. En su respuesta considera que hay dos tiempos en la Historia de Salvación y también en la propia historia de cada uno. En un primer periodo éramos como los niños, estábamos dominados por las pasiones, la debilidad de la carne, y, por tanto, necesitados de un guía, alguien que nos llevara y nos trajese, y nos impidiera meternos en problemas. Ese era el papel de la Ley y era la bondad de la Ley. Pero san Pablo añade que la Ley, además de sostenernos en este combate, también pone de manifiesto nuestro sometimiento.

En un segundo periodo, Jesús nos ha librado del pecado y de la muerte con su muerte y resurrección, y la Ley puede dejar paso a la libertad de los hijos de Dios, pues ya no estamos sometidos a ella. Sin embargo, esto implica un estilo de vida comprometido, en el que nos hacemos conscientes de la gracia de ser hijos de Dios, para vivir en el amor de forma adulta, es decir, la Ley ya no es absoluta sino que los mandamientos nos ayudan, pero para vivir en la libertad, vivir en el Espíritu Santo.

* * *

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a dejarse interpelar por esta pregunta que nos ha suscitado san Pablo: ¿Estamos todavía bajo la Ley, como esclavos, o hemos alcanzado ya la madurez para abrazar con convicción a Jesús y al proyecto de amor que el Padre reserva para cada uno de nosotros? Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

11 de agosto de 2021

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO

La Alianza con Dios está antes que la Ley, nos dice el Papa Francisco hoy en su audiencia de los miércoles. Por tanto, es la fe en esa Alianza la que debe servirnos de referencia para sustentar nuestro camino apoyado en el Señor y auxiliado y asistido por el Espíritu Santo que recibimos en nuestro bautismo. No nos salva la Ley, continua el Papa, sino nuestra fe y confianza en ese encuentro personal y comprometido en el Señor Jesús. Reflexiónemos al respecto sobre lo que nos dice el Papa.

 


PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 11 de agosto de 2021

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Catequesis sobre la Carta a los Gálatas 4. La ley de Moisés

Hermanos y hermanas, ¡buenos días!

«¿Para qué la ley?» (Gal 3,19). Esta es la pregunta en la que, siguiendo a San Pablo, queremos profundizar hoy, para reconocer la novedad de la vida cristiana animada por el Espíritu Santo. ¿Pero si está el Espíritu Santo, si está Jesús que nos ha redimido, para qué la Ley? Sobre esto debemos reflexionar hoy. El apóstol escribe: «Si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley» (Gal 5,18). Sin embargo, los detractores de Pablo sostenían que los Gálatas tendrían que seguir la Ley para ser salvados. Volvían atrás. Estaban como nostálgicos de otros tiempos, de los tiempos antes de Jesucristo. El apóstol no está en absoluto de acuerdo. No es en estos términos que se había acordado con los otros apóstoles en Jerusalén. Él recuerda bien las palabras de Pedro cuando sostenía: «¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar?» (Hch 15,10). Las disposiciones que surgieron en ese “primer concilio” - el primer Concilio ecuménico fue el de Jerusalén y las disposiciones surgidas de ese Concilio eran muy claras, y decían: «Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que estas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza» (Hch 15,28-29). Algunas cosas que tocaban el culto a Dios, la idolatría, y tocaban también la forma de entender la vida de ese tiempo.

Cuando Pablo habla de la Ley, hace referencia normalmente a la Ley mosaica, a la Ley de Moisés, a los Diez Mandamientos. Esta estaba relacionada con la Alianza que Dios había establecido con su pueblo, un camino para preparar esta Alianza. Según varios textos del Antiguo Testamento, la Torah – que es el término hebreo con el que se indica la Ley – es la recopilación de todas esas prescripciones y normas que los israelitas deben observar, en virtud de la Alianza con Dios. Una síntesis eficaz de qué es la Torah se puede encontrar en este texto del Deuteronomio que dice así: «Porque de nuevo se complacerá Yahveh en tu felicidad, como se complacía en la felicidad de tus padres, si tú escuchas la voz de Yahveh tu Dios guardando sus mandamientos y sus preceptos, lo que está escrito en el libro de esta Ley, si te conviertes a Yahveh tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma» (30,9-10). La observancia de la Ley garantizaba al pueblo los beneficios de la Alianza y garantizaba el vínculo particular con Dios. Este pueblo, esta gente, estas personas, están vinculadas a Dios y hacen ver esta unión con Dios en el cumplimiento, en la observancia de la Ley. Estrechando la Alianza con Israel, Dios le había ofrecido la Torah, la Ley, para que pudiera comprender su voluntad y vivir en la justicia. Pensemos que en esa época había necesidad de una Ley así, fue un gran regalo que Dios hizo a su pueblo, ¿por qué? Porque en esa época había paganismo por todos lados, la idolatría por todos lados y las conductas humanas que derivan de la idolatría y por esto el gran regalo de Dios a su pueblo es la Ley para ir adelante. En más de una ocasión, sobre todo en los libros de los profetas, se constata que la no observancia de los preceptos de la Ley constituía una verdadera traición a la Alianza, provocando la reacción de la ira de Dios. El vínculo entre Alianza y Ley era tan estrecho que las dos realidades eran inseparables. La Ley es la expresión que una persona, un pueblo está en alianza con Dios.

A la luz de todo esto es fácil entender el buen juego que tendrían esos misioneros que se habían infiltrado entre los Gálatas para sostener que la adhesión a la Alianza conllevaba también la observancia de la Ley mosaica, así como era en esa época. Sin embargo, precisamente sobre esto punto podemos descubrir la inteligencia espiritual de san Pablo y las grandes intuiciones que él ha expresado, sostenido por la gracia recibida para su misión evangelizadora.

El apóstol explica a los Gálatas que, en realidad, la Alianza con Dios y la Ley mosaica no están vinculadas de forma indisoluble. El primer elemento sobre el que se apoya es que la Alianza establecida por Dios con Abraham se basó en la fe en el cumplimiento de la promesa y no en la observancia de la Ley, que todavía no estaba. Abraham empezó a caminar siglos antes que la Ley. Escribe el apóstol: «Y digo yo: Un testamento ya hecho por Dios en debida forma [con Abraham], no puede ser anulado por la ley, que llega cuatrocientos treinta años más tarde [con Moisés], de tal modo que la promesa quede anulada. Pues si la herencia dependiera de la Ley, ya no procedería de la promesa, y sin embargo Dios otorgó a Abraham su favor en forma de promesa» (Gal 3,17-18). La promesa estaba antes que la Ley y la promesa a Abraham, y vino la ley 430 años después. La palabra “promesa” es muy importante: el pueblo de Dios, nosotros cristianos, caminamos en la vida mirando una promesa; la promesa es precisamente lo que nos atrae, nos atrae para ir adelante al encuentro con el Señor.

Con este razonamiento, Pablo alcanza un primer objetivo: la Ley no es la base de la Alianza porque llegó sucesivamente, era necesaria y justa pero primero estaba la promesa, la Alianza.

Un argumento como este pone en evidencia a los que sostienen que la Ley mosaica sea parte constitutiva de la Alianza. No, la alianza está primero, es la llamada a Abraham. La Torah, la ley, de hecho, no está incluida en la promesa hecha a Abraham. Dicho esto, no se debe pensar que san Pablo fuera contrario a la Ley mosaica. No, la observa. Más de una vez, en sus Cartas, defiende su origen divino y sostiene que esta posee un rol bien preciso en la historia de la salvación. Pero la Ley no da la vida, no ofrece el cumplimiento de la promesa, porque no está en la condición de poder realizarla. La Ley es un camino que te lleva adelante hacia el encuentro. Pablo usa una palabra muy importante, la Ley es el “pedagogo” hacia Cristo, el pedagogo hacia la fe en Cristo, es decir el maestro que te lleva de la mano al encuentro. Quien busca la vida necesita mirar a la promesa y a su realización en Cristo.

Queridos, esta primera exposición del apóstol a los Gálatas presenta la novedad radical de la vida cristiana: todos los que tienen fe en Jesucristo están llamados a vivir en el Espíritu Santo, que libera de la Ley y al mismo tiempo la lleva a cumplimiento según el mandamiento del amor. Esto es muy importante, la Ley nos lleva a Jesús. Pero alguno de vosotros puede decirme: “Pero, padre, una cosa: ¿esto quiere decir que si yo rezo el Credo no tengo que cumplir los Mandamientos? No, los Mandamientos tienen actualidad en el sentido de que son los “pedagogos” que te llevan al encuentro con Jesús. Pero si tú dejas de lado el encuentro con Jesús y quieres volver para dar más importancia a los Mandamientos, eso no va bien. Y precisamente este era el problema de estos misioneros fundamentalistas que se mezclaron entre los gálatas para desorientarles. Que el Señor nos ayude a caminar sobre el camino de los Mandamientos, pero mirando al amor a Cristo hacia el encuentro con Cristo, sabiendo que el encuentro con Jesús es más importante que todos los Mandamientos.

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Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy san Pablo nos pregunta: “¿Por qué la Ley?”. La cuestión nace del intento de algunos discípulos de imponer a los gálatas que observaran un conjunto de preceptos establecidos en los primeros libros de la Escritura, denominados la Ley de Moisés. Esta imposición se justificaba por la identificación de la Ley con la Alianza que Dios había hecho con su pueblo, de modo que sólo el cumplimiento de la Ley aseguraba el favor de Dios.

Pablo desmonta esta tesis, que era parcial, afirmando que la Alianza se hizo con Abrahán en base a la fe, y que la Ley vino siglos después. Por tanto, la Ley —aun siendo de origen divino y teniendo un lugar en la Historia de Salvación, aún ahora—, no da vida por sí misma. Quien busca la vida verdadera debe mirar a la promesa, a su realización en Jesús, al encuentro con Jesús.

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Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a dejarse guiar por el Espíritu Santo para reconocer la novedad de la vida cristiana, liberándonos de una esclavitud a la Ley, cumpliendo la Ley pero con miras, llevándola a plenitud en el precepto del amor y en el encuentro con Jesucristo. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

4 de agosto de 2021

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO

No hay otro camino sino ese que llevas en la impronta de tu corazón, la búsqueda de la plenitud eterna. Y eso solo te lo ofrece Jesús, el Hijo de Dios, entregando su Muerte para luego Resucitar. Ese es el fundamento de nuestra fe y lo que no podemos perder de vista. Jesús ha muerto pero, al tercer día, ha Resucitado. De eso nos habla el Papa Francisco en su vuelta a las audiencias. Bienvenido Papa Francisco y nos alegramos por su recuperación y descanso.


PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 4 de agosto de 2021

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Cuando se trata del Evangelio y de la misión de evangelizar, Pablo se entusiasma, sale fuera de sí. Parece que no ve otra cosa que esta misión que el Señor le ha encomendado. Todo en él está dedicado a este anuncio, y no posee otro interés que no sea el Evangelio. Es el amor de Pablo, el interés de Pablo, el trabajo de Pablo: anunciar. Llega incluso a decir: «Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio» (1 Cor 1,17). Pablo interpreta toda su existencia como una llamada a evangelizar, a dar a conocer el mensaje de Cristo, a dar a conocer el Evangelio: «¡ay de mí -dice- sino predicara el Evangelio» (1 Cor 9,16). Y escribiendo a los cristianos de Roma, se presenta sencillamente así: «Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios» (Rm 1,1). Esta es su vocación. En resumen, es consciente de haber sido “apartado” para llevar el Evangelio a todos, y no puede hacer otra cosa que dedicarse con todas sus fuerzas a esta misión.

Se comprende por tanto la tristeza, la desilusión e incluso la amarga ironía del apóstol con los Gálatas, que a sus ojos están tomando un camino equivocado, que los llevará a un punto sin retorno: se han equivocado de camino. El eje en torno al cual todo gira es el Evangelio. Pablo no piensa en los “cuatro evangelios”, como es espontáneo para nosotros. De hecho, mientras está enviando esta Carta, ninguno de los cuatro evangelios ha sido escrito todavía. Para él el Evangelio es lo que él predica, esto que se llama el kerygma, es decir el anuncio. Y ¿qué anuncio?  De la muerte y resurrección de Jesús como fuente de salvación. Un Evangelio que se expresa con cuatro verbos: «que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas» (1 Cor 15,3-5). Este es el anuncio de Pablo, el anuncio que nos da vida a todos. Este Evangelio es el cumplimiento de las promesas y es la salvación ofrecida a todos los hombres. Quien lo acoge es reconciliado con Dios, es acogido como un verdadero hijo y obtiene en herencia la vida eterna.

Delante de un don tan grande que se les ha entregado a los Gálatas, el apóstol no logra explicarse por qué están pensando en acoger otro “evangelio”, quizá más sofisticado, más intelectual… otro “evangelio”. Hay que notar, sin embargo, que estos cristianos todavía no han abandonado el Evangelio anunciado por Pablo. El apóstol sabe que están todavía a tiempo para no realizar un paso en falso, pero les advierte con fuerza, con mucha fuerza. Su primer argumento apunta directamente sobre el hecho de que la predicación realizada por los nuevos misioneros - estos que predican la novedad - no puede ser el Evangelio. Es más, es un anuncio que distorsiona el verdadero Evangelio porque impide alcanzar la libertad – una palabra clave - que se adquiere llegando a la fe. Los Gálatas son todavía “principiantes” y su desorientación es comprensible. No conocen todavía la complejidad de la Ley mosaica y el entusiasmo en el abrazar la fe en Cristo les empuja a escuchar a estos nuevos predicadores, bajo la ilusión de que su mensaje sea complementario con el de Pablo. Y no es así.

El Apóstol, sin embargo, no puede arriesgarse a que se creen compromisos en un terreno tan decisivo. El Evangelio es solo uno y es el que él ha anunciado; no puede existir otro. ¡Atención! Pablo no dice que el verdadero Evangelio es el suyo porque lo ha anunciado él, ¡no! Esto no lo dice. Esto sería presuntuoso, sería vanagloria. Afirma más bien, que “su” Evangelio, el mismo que los otros apóstoles iban anunciando en otros lugares, es el único auténtico, porque es el de Jesucristo. Escribe así: «Os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo» (Gal 1,11). Se comprende entonces por qué Pablo utiliza términos muy duros. Usa dos veces la expresión “anatema” que indica la exigencia de tener lejos de la comunidad lo que amenaza sus fundamentos. Y este nuevo “evangelio” amenaza los fundamentos de la comunidad. En resumen, sobre este punto el apóstol no deja espacio a la negociación: no se puede negociar. Con la verdad del Evangelio no se puede negociar. O tú recibes el Evangelio como es, como ha sido anunciado, o recibes otra cosa. Pero no se puede negociar, con el Evangelio. No se puede llegar a acuerdos: la fe en Jesús no es una mercancía a negociar: es salvación, es encuentro, es redención. No se vende a bajo costo.

Esta situación descrita al principio de la Carta parece paradójica, porque todos los sujetos en cuestión parecen animados por buenos sentimientos. Los Gálatas que escuchan a los nuevos misioneros piensan que con la circuncisión podrán estar aún más entregados a la voluntad de Dios y por tanto agradar aún más a Pablo. Los enemigos de Pablo parecen estar animados por la fidelidad a la tradición recibida por los padres y consideran que la fe genuina consista en la observancia de la Ley. Delante de esta suma fidelidad justifican incluso las insinuaciones y las sospechas sobre Pablo, considerado poco ortodoxo en lo relacionado con la tradición. El mismo apóstol es bien consciente de que su misión es de naturaleza divina – ¡ha sido revelada por Cristo, a él! - y por tanto está movido por el total entusiasmo por la novedad del Evangelio, que es una novedad radical, no es una novedad pasajera: no hay evangelios “de moda”, el Evangelio es siempre nuevo, es la novedad. Su inquietud pastoral lo lleva a ser severo, porque ve el gran riesgo que se cierne sobre los jóvenes cristianos. En resumen, en este laberinto de buenas intenciones es necesario desprenderse, para acoger la verdad suprema que se presenta como la más coherente con la Persona y la predicación de Jesús y su revelación del amor del Padre. Esto es importante: saber discernir. Muchas veces hemos visto en la historia, y también lo vemos hoy, algún movimiento que predica el Evangelio con una modalidad propia, a veces con carismas verdaderos, propios; pero después exagera y reduce todo el Evangelio al “movimiento”. Y esto no es el Evangelio de Cristo: esto es el Evangelio del fundador, de la fundadora y esto sí, podrá ayudar al principio, pero al final no da frutos porque no tiene raíces profundas. Por esto, la palabra clara y decidida fue provechosa para los Gálatas y es provechosa también para nosotros. El Evangelio es el don de Cristo para nosotros, es Él mismo quien lo revela. Esto es lo que nos da vida.


Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos al Señor que nos conceda la gracia de perseverar en el seguimiento del Señor Jesús, para que nuestra vida sea, a los ojos de nuestros hermanos y hermanas, un testimonio gozoso del amor de Dios por toda la humanidad. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.


APELACIÓN POR EL LÍBANO

A un año de la terrible explosión en el puerto de Beirut, capital del Líbano, que causó muerte y destrucción, llevo en mis pensamientos a ese amado País, sobre todo a las víctimas, a sus familias, a los numerosos heridos y a cuantos han perdido la casa y el trabajo. Y son muchos los han perdido la ilusión de vivir.

En la jornada de reflexión y oración por el Líbano, el pasado 1º de julio, junto con los líderes religiosos cristiano, hemos hecho nuestras las aspiraciones y las expectativas del pueblo libanés, cansado y decepcionado, e invocamos de Dios la luz de la esperanza para superar esa dura crisis. Hoy dirijo un apelo a la comunidad internacional, pidiéndole que ayude al Líbano a emprender un camino de “resurrección”, a través de gestos concretos, no sólo con palabras, sino con gestos concretos. En este sentido, espero que la conferencia, promovida por Francia y las Naciones Unidas, que se está ahora celebrando, sea fructífera.

Querido libaneses, mi deseo de ir a visitarlos es grande. No me canso de rezar por ustedes, pidiendo que Líbano vuelva a ser un mensaje de fraternidad, un mensaje de paz para todo Oriente Medio.


 

Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

Este pasaje de la Carta a los Gálatas nos descubre que san Pablo entiende su vida como una llamada a evangelizar, misión a la que se dedica con todas sus fuerzas. Para el Apóstol el Evangelio es el Kerygma, es decir, el anuncio de la muerte y resurrección de Cristo, misterio pascual en el que Dios cumple sus promesas a Israel y ofrece la salvación a todos los hombres. Acogiendo el Evangelio nos reconciliamos con Dios nuestro Padre, nos convertimos en hijos suyos y herederos de la vida eterna.

Por eso, cuando Pablo ve que la comunidad de los Gálatas corre el peligro dar oídos a falsos predicadores y desviarse del camino de la fe, los invita a permanecer fieles al único Evangelio, que no es observancia de la ley, sino configuración con la Persona de Jesucristo, que nos libra de la muerte y del pecado.