30 de mayo de 2011

Pon el logo del I Encuentro de Blogueros con el Papa en tu imagen de perfil

Con el permiso presunto de su autor, transcribo íntegro el post de miserere mei domine y os animo a que añadáis el logo del I Encuentro de blogueros con el Papa en la imagen de perfil de google, facebook, twetter, etc. Es una manera sencilla de promocionarlo. 


Vamos a describir los pasos necesarios para adjuntar un logo a nuestra foto en facebook. ¿A qué me refiero? Pueden verlo en la siguiente foto:

En esta foro he unido el logo del Encuentro de blogeros de Madrid  

Vamos a realizarlo paso a paso:

Editar la imagen con una aplicación de dibujo tipo paint de windows. Para eso cargo el archivo de la foto que utiliza en Facebook:


Una vez hecho esto la foto está lista para al edición:


Ejecutamos otra vez el mismo programa para procesar otra imagenel Logo. Cargamos el logo de igual forma que hicimos con nuestra cara:


Pero claro.... el logo es excesivamente grande para incluirlo en nuestra foto. Necesitamos reducirlo ¿Cómo lo hacemos?

Buscamos en el menú de superior de opciones Imagen. Dentro del menú de cortina, elegimos la opción Expandir o contraer.


Ahora tenemos que elegir la proporción en que contraer la imagen. Normalmente será entre un 20% y un 5%. Yo he elegido para el ejemplo un 5%, pero puede probar varias opciones hasta que el tamaño del logo se ajuste a cómo quiere verlo sobre su foto.






 Quedaría de la siguiente forma:

Ahora tenemos que copiar la imagen del logo para llevarla hasta nuestra foto principal. 

Para ello nos colocamos sobre el logo reducido y pulsamos el botón derecho del ratón. Aparecerá un menú en que seleccionaremos: Seleccionar todo: 


Iremos después al menú de superior de edición y seleccionaremos : Copiar:


Una vez copiado el logo, volveremos al programa Paint donde tenemos la foto principal y volviendo al menú de edición  seleccionaremos: Pegar:



Una vez realizado esto aparecerá el logo en la esquina superior derecha. Si pasamos el cursor sobre el logo aparecerá un cruz que indica que si pulsamos con el botón izquierdo del ratón, podremos mover el logo donde queramos


Pulsamos con el botón izquierdo del ratón y sin dejar de pulsar, desplazamos el logo hasta el punto dónde queramos colocar el logo:


Ya solo queda guardar la imagen. Localizamos el menú superior de archivo y dentro la opción "Guardar como":


Damos nombre al archivo y pulsamos la opción "Guardar" habiendo dado el nombre adecuado para localizarlo posteriormente. Listo. 

Ya solo nos resta subir la foto a Facebook y ajustar la miniatura para que se nos vea bien a nosotros y al logo.

Es posible que tenga de hacer varias veces este proceso hasta conseguir que el logo tenga el tamaño y la colocación ideal. Tenga paciencia. En un rato tendrá lista su foto de perfil con le logo.

26 de mayo de 2011

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA


Benedicto XVI: la Noche del Yaboq


Hoy en la Audiencia General

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 25 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la catequesis que el Papa pronunció hoy durante la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro con peregrinos procedentes de todo el mundo.
* * * * *
Queridos hermanos y hermanas,
hoy quisiera detenerme con vosotros en un texto del Libro del Génesis que narra un episodio un poco especial de la historia del Patriarca Jacob. Es un fragmento de difícil interpretación, pero importante en nuestra vida de fe y de oración; se trata del relato de la lucha con Dios en el vado de Yaboq, del que hemos escuchado un trozo.

Como recordaréis, Jacob le había quitado a su gemelo Esaú la primogenitura, a cambio de un plato de lentejas y después recibió con engaños la bendición de su padre Isaac, que en ese momento era muy anciano, aprovechándose de su ceguera. Huido de la ira de Esaú, se refugió en casa de un pariente, Labán; se había casado, se había enriquecido y volvía a su tierra natal, dispuesto a enfrentar a su hermano, después de haber tomado algunas prudentes medidas. Pero cuando todo está preparado para este encuentro, después de haber hecho que los que estaban con él, atravesasen el vado del torrente que delimitaba el territorio de Esaú, Jacob se queda solo, y es agredido por un desconocido con el que lucha toda la noche. Esta lucha cuerpo a cuerpo -que encontramos en el capítulo 32 del Libro del Génesis- se convierte para él en una singular experiencia de Dios.

La noche es es momento favorable para actuar a escondidas, el tiempo oportuno, por tanto, para Jacob, de entrar en el territorio del hermano sin ser visto y quizás con la ilusión de tomar por sorpresa a Esaú. Sin embargo es él el sorprendido por un ataque imprevisto, para el que no estaba preparado. Había usado su astucia para intentar evitarse una situación peligrosa, pensaba tener todo bajo control, y sin embargo, se encuentra ahora teniendo que afrontar una lucha misteriosa que lo sorprende en soledad y sin darle la oportunidad de organizar una defensa adecuada. Indefenso, en la noche, el Patriarca Jacob lucha contra alguien. El texto no especifica la identidad del agresor; usa un término hebreo que indica “un hombre” de manera genérica, “uno, alguien”; se trata de una definición vaga, indeterminada, que quiere mantener al asaltante en el misterio. Está oscuro, Jacob no consigue distinguir a su contrincante, y también para nosotros, permanece en el misterio; alguien se enfrenta al Patriarca, y este es el único dato seguro que nos da el narrador. Sólo al final, cuando la lucha ya ha terminado y ese “alguien” ha desaparecido, sólo entonces Jacob lo nombrará y podrá decir que ha luchado contra Dios.

El episodio se desarrolla en la oscuridad y es difícil percibir no sólo la identidad del asaltante de Jacob, sino también como se ha desarrollado la lucha. Leyendo el texto, resulta difícil establecer quien de los dos contrincantes lleva las de ganar; los verbos se usan a menudo sin sujeto explícito, y las acciones suceden casi de forma contradictoria, así que cuando parece que uno de los dos va a prevalecer, la acción sucesiva desmiente enseguida esto y presenta al otro como vencedor. Al inicio, de hecho, Jacob parece ser el más fuerte, y el adversario – dice el texto – “no conseguía vencerlo” (v.26); y finalmente golpea a Jacob en el fémur, provocándole una dislocación. Se podría pensar que Jacob sucumbe, sin embargo, es el otro el que le pide que le deje ir; pero el Patriarca se niega, imponiendo una condición: “No te soltaré si antes no me bendices” (v.27). El que con engaños le había quitado a su hermano la bendición del primogénito, ahora la pretende de un desconocido, de quien quizás empieza a percibir las connotaciones divinas, sin poderlo reconocer verdaderamente.

El rival, que parece estar retenido y por tanto vencido por Jacob, en lugar de ceder a la petición del Patriarca, le pregunta su nombre: “¿Cómo te llamas?”. El patriarca le responde: “Jacob” (v.28). Aquí la lucha da un giro importante. Conocer el nombre de alguien, implica una especie de poder sobre la persona, porque el nombre, en la mentalidad bíblica, contiene la realidad más profunda del individuo, desvela el secreto y el destino. Conocer el nombre de alguien quiere decir conocer la verdad sobre el otro y esto permite poderlo dominar. Cuando, por tanto, por petición del desconocido, Jacob revela su nombre, se está poniendo en las manos de su adversario, es una forma de entrega, de consigna total de sí mismo al otro.

Pero en este gesto de rendición, también Jacob resulta vencedor, paradójicamente, porque recibe un nombre nuevo, junto al reconocimiento de victoria por parte de su adversario, que le dice: “En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (v.29). “Jacob” era un nombre que recordaba el origen problemático del Patriarca; en hebreo, de hecho, recuerda al término “talón”, y manda al lector al momento del nacimiento de Jacob, cuando saliendo del seno materno, agarraba el talón de su hermano gemelo (Gn 25, 26), casi presagiando el daño que realiza a su hermano en la edad adulta, pero el nombre de Jacob recuerda también al verbo “engañar, suplantar”. Y ahora, en la lucha, el Patriarca revela a su oponente, en un gesto de rendición y donación, su propia realidad de quien engaña, quien suplanta; pero el otro, que es Dios, transforma esta realidad negativa en positiva: Jacob el defraudador se convierte en Israel, se le da un nombre nuevo que le marca una nueva identidad. Pero también aquí, el relato mantiene su duplicidad, porque el significado más probable de Israel es “Dios fuerte, Dios vence”.

Por tanto, Jacob ha prevalecido, ha vencido – es el mismo adversario quien los afirma – pero su nueva identidad, recibida del mismo contrincante, afirma y testimonia la victoria de Dios. Y cuando Jacob pide a su vez el nombre de su oponente, este no quiere decírselo, pero se le revela en un gesto inequívoco, dándole su bendición. Esta bendición que el Patriarca le había pedido al principio de la lucha se le concede ahora. Y no es una bendición obtenida mediante engaño, sino que es gratuitamente concedida por Dios, que Jacob puede recibir porque está solo, sin protección, sin astucias ni engaños, se entrega indefenso, acepta la rendición y confiesa la verdad sobre sí mismo. Por esto, al final de la lucha, recibida la bendición, el Patriarca puede finalmente reconocer al otro, al Dios de la bendición: “He visto a Dios cara a cara, y he salido con vida” (v.31), ahora puede atravesar el vado, llevando un nombre nuevo pero “vencido” por Dios y marcado para siempre, cojeando por la herida recibida.

Las explicaciones que la exégesis bíblica da con respecto a este fragmento son muchas; en particular los estudiosos reconocen aquí intentos y componentes literario de varios tipos, como también referencias a algún cuento popular. Pero cuando estos elementos son asumidos por los autores sagrados y englobados en el relato bíblico, cambian de significado y el texto se abre a dimensiones más amplias. El episodio de la lucha en el Yaboq se muestra al creyente como texto paradigmático en el que el pueblo de Israel habla de su propio origen y delinea los trazos de una relación especial entre Dios y el hombre. Por esto, como se afirma también en el Catecismo de la Iglesia Católica, “la tradición espiritual de la Iglesia ha visto en este relato el símbolo de la oración como combate de la fe y la victoria de la perseverancia” (nº 2573). El texto bíblico nos habla de la larga noche de la búsqueda de Dios, de la lucha para conocer el nombre y ver su rostro; es la noche de la oración que con tenacidad y perseverancia pide a Dios la bendición y un nombre nuevo, una nueva realidad fruto de conversión y de perdón.

La noche de Jacob en el vado de Yaboq se convierte así, para el creyente, en un punto de referencia para entender la relación con Dios que en la oración encuentra su máxima expresión. La oración exige confianza, cercanía, casi un cuerpo a cuerpo simbólico no con un Dios adversario y enemigo, sino con un Señor que bendice y que permanece siempre misterioso, que aparece inalcanzable.

Por esto el autor sacro utiliza el símbolo de la lucha, que implica fuerza de ánimo, perseverancia, tenacidad en el alcanzar lo que se desea. Y si el objeto del deseo es la relación con Dios, su bendición y su amor, entonces la lucha sólo puede culminar en el don de sí mismo a Dios, en el reconocimiento de la propia debilidad, que vence cuando consigue abandonarse en las manos misericordiosas de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, toda nuestra vida es como esta larga noche de lucha y de oración, de consumar en el deseo y en la petición de una bendición a Dios que no puede ser arrancada o conseguida sólo con nuestras fuerzas, sino que debe ser recibida con humildad de Él, como don gratuito que permite, finalmente, reconocer el rostro de Dios. Y cuando esto sucede, toda nuestra realidad cambia, recibimos un nombre nuevo y la bendición de Dios. Pero aún más: Jacob que recibe un nombre nuevo, se convierte en Israel, también da al lugar un nombre nuevo, donde ha luchado con Dios, le ha rezado, lo renombra Penuel, que significa “Rostro de Dios”. Con este nombre reconoce que el lugar está lleno de la presencia del Señor, santifica esa tierra dándole la impronta de aquel misterioso encuentro con Dios. Aquel que se deja bendecir por Dios, se abandona a Él, se deja transformar por Él, hace bendito el mundo. Que el Señor nos ayude a combatir la buena batalla de la fe (cfr 1Tm 6,12; 2Tm 4,7) y a pedir, en nuestra oración, su bendición, para que nos renueve en la espera de ver su Rostro. ¡Gracias!

[En español dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo del Movimiento Scout católico, acompañado por el Señor Obispo de Solsona, así como a los demás grupos provenientes de España, México, Guatemala, Ecuador, Venezuela, Colombia, Argentina y otros países latinoamericanos. Que el Señor nos ayude a combatir el buen combate de la fe. Muchas gracias.

24 de mayo de 2011

Auxilio de los cristianos, Ruega por nosotros.

El Santo Padre el Papa Benedicto XVI ha hecho un llamamiento a todos los cristianos, nos ha convocado hoy día 24 de mayo para que recemos a la Virgen María, auxilio de los cristianos, por la Iglesia que peregrina en China. 

El papa nos ha recordado que  "Los chinos católicos, como han dicho muchas veces, quieren la unidad con la Iglesia universal, con el Pastor supremo, con el Sucesor de Pedro. Con la oración podemos obtener que la Iglesia en China siga siendo una, santa y católica, fiel y firme en la doctrina y en la disciplina eclesiástica".

Cuando un miembro de la Iglesia sufre, todos sufrimos porque estamos unidos en la comunión de los Santos. Nuestros hermanos en China necesitan nuestra oración para que vuelvan a la casa del padre, a la comunión con el Pastor Supremo. Esta comunión no es un vago afecto sino una realidad que tenemos que vivir todos los miembros de la Iglesia. Recemos a la Virgen María que escuche nuestras suplicas por estos hermanos nuestros. Quedamos convocados por el papa a rezar todos los días por la Iglesia en China pero de una manera especial en el día de hoy. Con nuestra oración, dice el Papa, que podemos ayudarles a encontrar el camino para mantener viva la fe, fuerte la esperanza y ardiente la caridad con todos.

21 de mayo de 2011

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA

 

Benedicto XVI: La oración según el Patriarca Abraham


Hoy en la Audiencia General

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 18 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- A continuación ofrecemos la catequesis que el Papa Benedicto XVI ha dirigido a los peregrinos y fieles provenientes de Italia y de todo el mundo, recibiéndolos en audiencia en la Plaza de San Pedro. Dicha catequesis forma parte del ya iniciado ciclo sobre la oración.

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Queridos hermanos y hermanas,

en las dos últimas catequesis hemos reflexionado sobre la oración como fenómeno universal, que -incluso de distintas formas- está presente en las culturas de todas las épocas. Hoy, sin embargo, querría comenzar un recorrido bíblico sobre este tema, que nos conducirá a profundizar en el diálogo de alianza entre Dios y el hombre, que anima la historia de salvación, hasta su culmen, la palabra definitiva que es Jesucristo. Este camino nos hará detenernos en algunos textos importantes y figuras paradigmáticas del Antiguo y Nuevo Testamento. Será Abraham, el gran Patriarca, padre de todos los creyentes (cfr Rm 4,11-12.16-17), el que nos ofrece el primer ejemplo de oración, en el episodio de intercesión por la ciudad de Sodoma y Gomorra. Y quisiera invitaros a aprovechar el recorrido que haremos en las próximas catequesis para aprender a conocer mejor la Biblia, que espero que tengáis en vuestras casas, y, durante la semana, deteneros a leerla y meditarla en la oración, para conocer la maravillosa historia de la relación entre Dios y el hombre, entre el Dios que se comunica con nosotros y el hombre que responde, que reza.


El primer texto sobre el que vamos a reflexionar, se encuentra en el capítulo 18 del Libro del Génesis; se cuenta que la maldad de los habitantes de Sodoma y Gomorra estaba llegando a su cima, tanto que era necesaria una intervención de Dios para realizar un gran acto de justicia y frenar el mal destruyendo aquellas ciudades. Aquí interviene Abraham con su oración de intercesión. Dios decide revelarle lo que le va a suceder y le hace conocer la gravedad del mal y sus terribles consecuencias, porque Abraham es su elegido, elegido para construir un gran pueblo y hacer que todo el mundo alcance la bendición divina. La suya es una misión de salvación, que debe responder al pecado que ha invadido la realidad del hombre; a través de él, el Señor quiere llevar a la humanidad a la fe, a la obediencia, a la justicia. Y entonces, este amigo de Dios se abre a la realidad y a las necesidades del mundo, reza por los que están a punto de ser castigados y pide que sean salvados.


Abraham afronta enseguida el problema en toda su gravedad, y dice al Señor: “Entonces Abraham se le acercó y le dijo: «¿Así que vas a exterminar al justo junto con el culpable? Tal vez haya en la ciudad cincuenta justos. ¿Y tú vas a arrasar ese lugar, en vez de perdonarlo por amor a los cincuenta justos que hay en él? ¡Lejos de ti hacer semejante cosa! ¡Matar al justo juntamente con el culpable, haciendo que los dos corran la misma suerte! ¡Lejos de ti! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no va a hacer justicia?” (vv. 23-25). Con estas palabras, con gran valentía, Abraham plantea a Dios la necesidad de evitar la justicia sumaria: si la ciudad es culpable, es justo condenar el crimen e infligir la pena, pero -afirma el gran Patriarca- sería injusto castigar de modo indiscriminado a todos los habitantes. Si en la ciudad hay inocentes, estos no pueden ser tratados como culpables. Dios, que es un juez justo, no puede actuar así, dice Abraham, justamente, a Dios.


Si leemos, más atentamente el texto, nos damos cuenta de que la petición de Abraham es todavía más seria y profunda, porque no se limita a pedir la salvación para los inocentes. Abraham pide el perdón para toda la ciudad y lo hace apelando a la justicia de Dios; dice, de hecho, al Señor: “Y tú vas a arrasar ese lugar, en vez de perdonarlo por amor a los cincuenta justos que hay en él?” (v. 24b). De esta manera pone en juego una nueva idea de justicia: no la que se limita a castigar a los culpables, como hacen los hombres, sino una justicia distinta, divina, que busca el bien y lo crea a través del perdón que transforma al pecador, lo convierte y lo salva. Con su oración, por tanto, Abraham no invoca una justicia meramente retributiva, sino una intervención de salvación que, teniendo en cuenta a los inocentes, libera de la culpa también a los impíos, perdonándoles. El pensamiento de Abraham, que parece casi paradójico, se podría resumir así: obviamente no se pueden tratar a los inocentes como a los culpables, esto sería injusto, es necesario, sin embargo, tratar a los culpables como a los inocentes, realizando un acto de justicia “superior”, ofreciéndoles una posibilidad de salvación, por que si los malhechores aceptan el perdón de Dios y confiesan su culpa, dejándose salvar, no continuarán haciendo el mal, se convertirán estos, también, en justos, sin necesitar nunca más ser castigados.


Es esta la petición de justicia que Abraham expresa en su intercesión, una petición que se basa en la certeza de que el Señor es misericordioso. Abraham no pide a Dios una cosa contraria a su esencia, llama a la puerta del corazón de Dios conociendo su verdadera voluntad. Ya que Sodoma es una gran ciudad, cincuenta justos parecen poca cosa, pero la justicia de Dios y su perdón ¿no son quizás la manifestación de la fuerza del bien, aunque si parece más pequeño y más débil que el mal? La destrucción de Sodoma debía frenar el mal presente en la ciudad, pero Abraham sabe que Dios tiene otro modos y medios para poner freno a la difusión del mal. Es el perdón el que interrumpe la espiral de pecado, y Abraham, en su diálogo con Dios, apela exactamente a esto. Y cuando el Señor acepta perdonar a la ciudad si encuentra cincuenta justos, su oración de intercesión comienza a descender hacia los abismos de la misericordia divina. Abraham -como recordamos- hace disminuir progresivamente el número de los inocentes necesarios para la salvación: si no son cincuenta, podrían ser cuarenta y cinco, y así hacia abajo, hasta llegar a diez, continuando con su súplica, que se hace audaz en las insistencia: “Quizá no sean más de cuarenta..treinta... veinte... diez” (cfr vv. 29, 30, 31, 32), y según es más pequeño el número, más grande se revela y se manifiesta la misericordia de Dios, que escucha con paciencia la oración, la acoge y repite después de cada súplica: “perdonaré... no la destruiré... no lo haré” (cfr vv. 26.28.29.30.31.32).


Así, por la intercesión de Abraham, Sodoma podrá ser salvada, si en ella se encuentran tan sólo diez inocentes. Esta es la potencia de la oración. Porque a través de la intercesión, la oración a Dios por la salvación de los demás, se manifiesta y se expresa el deseo de salvación que Dios tiene siempre hacia el hombre pecador. El mal, de hecho, no puede ser aceptado, debe ser señalado y destruido a través del castigo: la destrucción de Sodoma tenía esta intención. Pero el Señor no quiere la muerte del malvado, sino que se convierta y que viva (cfr Ez 18,23; 33,11); su deseo es perdonar siempre, salvar, dar la vida, transformar el mal en bien. Si bien, precisamente es este deseo divino el que, en la oración se convierte en el deseo del hombre y se expresa a través de las palabras de intercesión. Con su súplica, Abraham está prestando su propia voz, pero también su propio corazón, a la voluntad divina: el deseo de Dios es misericordia, amor y voluntad de salvación, y este deseo de Dios ha encontrado en Abraham y en su oración la posibilidad de manifestarse en modo concreto en en la historia de los hombres, para estar presente donde hay necesidad de gracia. Con la voz de su oración, Abraham está dando voz al deseo de Dios, que no es el de destruir, sino el de salvar a Sodoma, dar vida al pecador convertido.


Y esto es lo que el Señor quiere, y su diálogo con Abraham es una prolongada e inequívoca manifestación de su amor misericordioso. La necesidad de encontrar hombres justos en la ciudad se vuelve cada vez más, en menos exigente y al final sólo bastan diez para salvar a la totalidad de la población. Por qué motivo Abraham se detuvo en diez, no lo dice el texto. Quizás es un número que indica un núcleo comunitario mínimo (todavía hoy, diez personas, constituyen el quorum necesario para la oración pública hebrea). De todas maneras, se trata de un número exiguo, una pequeña parcela del bien para salvar a un gran mal. Pero ni siquiera diez justos se encontraban en Sodoma y Gomorra, y las ciudades fueron destruidas. Una destrucción paradójicamente necesaria por la oración de intercesión de Abraham. Porque precisamente esa oración ha revelado la voluntad salvífica de Dios: el Señor estaba dispuesto a perdonar, deseaba hacerlo, pero las ciudades estaban encerradas en un mal total y paralizante, sin tener unos pocos inocentes desde donde comenzar a transformar el mal en bien.


Porque es este el camino de salvación que también Abraham pedía: ser salvados no quiere decir simplemente escapar del castigo, sino ser liberados del mal que nos habita. No es el castigo el que debe ser eliminado, sino el pecado, ese rechazo a Dios y del amor que lleva en sí el castigo. Dirá el profeta Jeremías al pueblo rebelde: “¡Que tu propia maldad te corrija y tus apostasías te sirvan de escarmiento! Reconoce, entonces, y mira qué cosa tan mala y amarga es abandonar al Señor, tu Dios” (Jer 2,19). Es de esta tristeza y amargura de donde el Señor quiere salvar al hombre liberándolo del pecado. Pero es necesaria una transformación desde el interior, una pizca de bien, un comienzo desde donde partir para cambiar el mal en bien, el odio en amor, la venganza en perdón. Por esto los justos tenían que estar dentro de la ciudad, y Abraham continuamente repite: “Quizás allí se encuentren...” “allí”: es dentro de la realidad enferma donde tiene que estar ese germen de bien que puede resanar y devolver la vida. Y una palabra dirigida también a nosotros: que en nuestras ciudades haya un germen de bien, que hagamos lo necesario para que no sean sólo diez justos, para conseguir realmente, hacer vivir y sobrevivir a nuestras ciudades y para salvarlas de esta amargura interior que es la ausencia de Dios. Y en la realidad enferma de Sodoma y Gomorra aquel germen de bien no estaba.


Pero la misericordia de Dios en la historia de su pueblo se amplía más tarde. Si para salvar Sodoma eran necesarios diez justos, el profeta Jeremías dirá, en nombre del Omnipotente, que basta sólo un justo para salvar Jerusalén: “Recorred las calles de Jerusalén, mirad e informaos bien; buscad por sus plazas a ver si encontráis un hombre, si hay alguien que practique el derecho, que busque la verdad y yo perdonaré a la ciudad” (Jer 5,1). El número ha bajado aún más, la bondad de Dios se muestra aún más grande. -y ni siquiera esto basta, la sobreabundante misericordia de Dios no encuentra la respuesta del bien que busca, y Jerusalén cae bajo asedio de los enemigos. Será necesario que Dios se convierta en ese justo. Y este es el misterio de la Encarnación: para garantizar un justo, Él mismo se hace hombre. El justo estará siempre porque es Él: es necesario que Dios mismo se convierta en ese justo. El infinito y sorprendente amor divino será manifestado en su plenitud cuando el Hijo de Dios se hace hombre, el Justo definitivo, el perfecto Inocente, que llevará la salvación al mundo entero muriendo en la cruz, perdonando e intercediendo por quienes “no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Entonces la oración de todo hombre encontrará su respuesta , entonces todas nuestras intercesiones serán plenamente escuchadas.


Queridos hermanos y hermanas, la súplica de Abraham, nuestro padre en la fe, nos enseñe a abrir cada vez más, el corazón a la misericordia sobreabundante de Dios, para que en la oración cotidiana sepamos desear la salvación de la humanidad y pedirla con perseverancia y con confianza al Señor que es grande en el amor. Gracias.


[En español dijo:]

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Invito a todos a conocer cada vez más la Biblia, a leerla y meditarla en la oración para profundizar así en la maravillosa historia de Dios con el hombre, y abrir el corazón a la sobreabundante misericordia divina. Muchas gracias.


[En italiano dijo]

Saludo finalmente a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridos jóvenes, espero que sepáis reconocer en medio de tantas otras voces del este mundo, la de Cristo, que continua invitando al corazón de quien sabe escuchar. Sed generosos en seguirlo, no tengáis en poner todas vuestras energías y vuestro entusiasmo al servicio del Evangelio. Y vosotros, queridos enfermos, abrid el corazón con confianza; Él no os dejará sin la luz consoladora de su presencia. Finalmente a vosotros, queridos recién casados, espero que vuestras familias respondan a la vocación de ser transparentes al amor de Dios. Gracias.

20 de mayo de 2011

Que en la oración cotidiana esté presente la salvación de la humanidad.

Queridos amigos: En esta última audiencia el Papa Benedicto XVI, hablando acerca de la oración, nos invitó a todos los cristianos ha rezar con fuerza por la humanidad en la que vivimos. Esta es la mayor obra de caridad, pedir por la salvación de la humanidad. Nosotros los cristianos estamos llamados a consagrar, cada uno desde nuestro propio estado de vida, las realidades terrenas en las que nos movemos y existimos. Es decir, tenemos que llevar a Dios a los hombres a través de nuestra palabra, presencia y ejemplo. Estamos llamados a ofrecer nuestra vida en oblación por la salvación de todos los hombres, esto lo podemos hacer cada día a través de la oración personal, donde uno entra en esa intimidad fuerte con el Señor, donde hay un "tu" a "Tu" con el único que tiene las respuestas a los interrogantes de tu corazón. Es ahí, en la oración, donde uno puede entregar su vida en reparación por todos los pecados de la humanidad. Ojalá hagamos una entrega generosa y decidida al Señor, que nos fiemos de él para que él sea quien lleve las riendas de nuestra vida. 

Para animarnos, como os decía anteriormente, el Papa terminó la audiencia pidiendo que "la oración de Abraham, nuestro padre en la fe, nos enseñe a abrir cada vez más nuestros corazones a la misericordia sobreabundante de Dios, para que en la oración cotidiana sepamos desear la salvación de la humanidad y  pedirla con perseverancia y con confianza al Señor, que es grande en el amor".

19 de mayo de 2011

Mesas temáticas

El I Encuentro de "Blogueros con el Papa" tiene dos objetivos principales:
Dos son los objetivos principales de este I Encuentro que, Dios mediante, congregará a más de un centenar de blogueros procedentes de varios países.
En primer lugar, se trata de manifestar al mundo su cercanía o proximidad al Papa Benedicto XVI; proximidad que es física, puesto que el Encuentro se celebra en Madrid el día después de la JMJ, pero sobre todo es espiritual y afectiva. Los blogueros quieren estar junto al Papa y quieren hacerlo en su condición de blogueros. Muchas personas, con independencia de que sean católicos o no, advierten que tanto la figura de Benedicto XVI como lo que el representa son denostados en los medios de comunicación. En Madrid podrán manifestar su apoyo a la persona y al mensaje del Vicario de Cristo en la Tierra. Es la figura del Papa la que une y congrega a los blogueros que participarán en Madrid a este encuentro internacional.
En segundo lugar, el miércoles 17 de agosto, en Madrid, muchos blogueros podrán estrecharse las manos o darse un abrazo en señal de una amistad que se ha forjado a través de sus bitácoras virtuales. En muchos casos, aunque lo que les atraiga a Madrid sea la JMJ 2011 y el estar cerca del Papa, serán numerosos los blogueros que aprovechen esta circunstancia y descubran una ocasión para reunirse e intercambiar sus experiencias blogueras.
Aunque estamos en tratos con algunos profesores universitarios especialistas en Periodismo y Comunicación social, quienes contribuirán a crear el contexto en el que se mueva el diálogo y el intercambio de experiencias, conviene destacar que los protagonistas del Encuentro son principalmente los blogueros. Por esta razón, vamos a proponer a todos cuantos visiten este blog que colaboren con sus opiniones y participen en la encuesta que encontraréis en la barra lateral derecha, justo sobre el logotipo del Encuentro.

Se trataría de elegir las cinco mesas temáticas compuesta cada una de ellas por cinco participantes que dispondrán de la palabra durante al menos diez minutos cada uno. 

Se proponen las siguientes mesas:

CULTURA DE LA VIDA

FAMILIA Y EDUCACION

TESTIMONIO Y COMPROMISO CON LA VERDAD

ESPIRITUALIDAD Y CATEQUESIS

ARTE Y CULTURA

EXPERIENCIAS BLOGUERAS

POLÍTICA

BLOGOSFERA Y REDES SOCIALES


18 de mayo de 2011

Ya tenemos web para la inscripción

Queridos "Blogueros con el Papa", ya tenemos una página web para inscribirnos en ella y participar así en el I Encuentro de "blogueros con el Papa".

La empresa que organiza el Encuentro aloja esta web con la dirección url: www.interservice.es/bp.

En esta página web hay alguna información de interés, pero todavía hay bastantes aspectos que iremos perfilando: la sede, el número y cantidad de ponentes, los talleres de trabajo y las mesas redondas.

El programa es provisional y algunos de los ponentes están todavía por confirmar.

Dentro de unos días podremos también indicar cuál es la sede en la que tendrá lugar este I Encuentro de "Blogueros con el Papa". Es el aspecto más problemático y por el que pedimos oraciones, con el fin de que se resuelva de la mejor manera. De la decisión que se tome dependerá el número de participantes en el Encuentro. Nos gustaría poder recibir a varios centenares, pero eso conlleva serios riesgos económicos que no estamos en condiciones de afrontar. Os tendremos informados.

Por otra parte, os dejo aquí dos formatos del logotipo de "Blogueros con el Papa", uno grande y otro pequeño. Os animo a que en vuestra barra lateral de gadgets lo añadáis como imagen asociada al enlace: www.interservice.es/bp para dar máxima difusión a la noticia. Algunos han convertido este logotipo en su imagen de perfil personal en google, en blogger y en facebook. De esta manera, la campaña de inscripciones tendrá mucha más influencia.

Por otra parte, habría que ir pensando en la posibilidad de incluir un regalo para Benedicto XVI, que comprenda tanto los "Blogueros" que participen en el Encuentro como los que habrían querido participar y no pudieron. Hace meses propusimos una recolección de vídeos testimoniales, que no ha tenido mucha aceptación: un regalo de los blogueros para el Papa. Quizás se os ocurren otras cosas, pero queda poco tiempo para realizarlas. 

16 de mayo de 2011

I Encuentro Internacional de Blogueros con el Papa



Logo del I Encuentro de Blogueros con el Papa
Te sugiero que lo emplees como logo de tu perfil de bloguero
durante estos meses, hasta el 17 de agosto de 2011
Ya podemos ir haciendo ambiente. 


Todavía faltan muchos cabos por atar, pero ya podemos anunciar que el miércoles 17 de agosto Blogueros con el Papa celebraremos nuestro I Encuentro Iberoamericano en Madrid, aprovechando la Jornada Mundial de la Juventud. 


Está organizando este I Encuentro una empresa especializada en este tipo de eventos. De momento os pongo el logo que podemos ya utilizar durante estos meses. La "b" de blogueros y la "p" del Papa.  


Si queremos que el Encuentro sea un éxito es necesario que difundamos la noticia y que vayamos generando un poco de expectativas. Nuestra intención es que nadie se quede fuera. Sabemos que en el Vatican Meeting Blog, celebrado el 2 de mayo en Roma, participaron 150 blogueros, pero quedaron sin poder entrar 750 que solicitaron su plaza. Por otra parte, muchos otros hubiéramos deseado poder estar allí, pero nos enteramos ya muy tarde. No me gustaría que pudiera suceder esto mismo ahora. Si difundimos la noticia por la red y escogemos este logo como imagen de perfil de bloguero podemos llegar a varios centenares. 


En todo caso, siempre puedes rezar para que en los próximos días se resuelvan los distintos problemas técnicos y podamos ya ofreceros un enlace oficial de la página web del I Encuentro de Blogueros con el Papa, así como todos los datos explicativos de la Jornada. 

14 de mayo de 2011

La ética bloguera

Desde hace tiempo, Xhonane Olivas, del blog Familia Católica, está escribiendo y animando a otros blogueros a que se planteen seriamente la necesidad de vivir una ética en su actividad bloguera.

Es sabido que llevar un blog es una actividad comprometida y sacrificada. No es fácil publicar entradas todos los días, porque no sólo la necesidad de atender otras muchas actividades sino también el hecho de que la creatividad no es infinita, impide que el bloguero pueda seguir el ritmo de publicaciones que desearía. En el caso de que no se trate de propias creaciones, puede sentir la tentación de "copiar y pegar" en la ventana de texto de su post y presentar como si fuera propio algo que ha encontrado en sus navegaciones en la web.

Xhonane Olivas está impulsando un proyecto de colaboración bloguera para que quienes trabajamos en este sector tengamos claras algunas normas éticas. Me parece especialmente importante que quienes nos consideramos católicos y blogueros con el Papa nos comprometamos también a seguir una actuación no sólo buena sino también ejemplar. Os animo a que sigáis estas recomendaciones y a que participéis también en este proyecto. 

13 de mayo de 2011

LA SOCIEDAD ESPERA CRISTIANOS COMPROMETIDO CON LA POLÍTICA

 

“Juan Pablo II nos quitó el miedo a llamarnos cristianos”, afirma el Papa


Lo define como un “gigante” que restauró la imagen del cristianismo

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 1 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Juan Pablo II consiguió, “con la fuerza de un gigante”, devolver al cristianismo su fuerza transformadora del mundo, y hacer que los cristianos “dejasen de tener miedo” a serlo, afirmó hoy el Papa Benedicto XVI durante la homilía de la ceremonia de beatificación de su predecesor, en la Plaza de San Pedro.


Ante más de un millón de peregrinos llegados de todo el mundo a Roma para la beatificación, el Papa Benedicto XVI definió al nuevo beato como un “gigante” que dedicó su vida a una “causa”: “¡No temáis! !Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!”.


La gran tarea de Juan Pablo II, explicó, fue superar la confrontación entre marxismo y cristianismo, devolviendo a este último su fuerza capaz de transformar la sociedad y realizar las esperanzas de los hombres. 


El papa polaco, afirmó, “abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible”. 


“Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio”. 


Es decir, añadió, “nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás”.


Karol Wojtyla “subió al Solio de Pedro llevando consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre”. 


“Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su «timonel», el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar 'umbral de la esperanza'”. 


El papa polaco “dio al Cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia”, afirmó.

“Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el Cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de 'adviento', con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz”. 


Wojtyla y el Vaticano II

El Papa Benedicto XVI quiso subrayar el mérito de Juan Pablo II de haber abierto las “riquezas del Concilio Vaticano II” a toda la Iglesia.


La clave de ello, explicó, fue la profunda devoción mariana que acompañó toda la vida del nuevo beato.


Karol Wojtyla, “primero como obispo auxiliar y después como arzobispo de Cracovia, participó en el Concilio Vaticano II y sabía que dedicar a María el último capítulo del Documento sobre la Iglesia significaba poner a la Madre del Redentor como imagen y modelo de santidad para todos los cristianos y para la Iglesia entera”. 


“Esta visión teológica es la que el beato Juan Pablo II descubrió de joven y que después conservó y profundizó durante toda su vida. Una visión que se resume en el icono bíblico de Cristo en la cruz, y a sus pies María, su madre”, afirmó el Papa. 


Recordó las palabras del testamento de su predecesor, que le dirigió el cardenal Stefan Wyszyński: "La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio". 


Juan Pablo II añadía a continuación: “Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo”. 


Hace seis años

El Papa quiso recordar los funerales de Juan Pablo II, hace seis años, en esa misma Plaza de San Pedro: “el dolor por su pérdida era profundo, pero más grande todavía era el sentido de una inmensa gracia que envolvía a Roma y al mundo entero, gracia que era fruto de toda la vida de mi amado Predecesor y, especialmente, de su testimonio en el sufrimiento”.

“Ya en aquel día percibíamos el perfume de su santidad, y el Pueblo de Dios manifestó de muchas maneras su veneración hacia él”, afirmó. 


Por eso, explicó, “he querido que, respetando debidamente la normativa de la Iglesia, la causa de su beatificación procediera con razonable rapidez. Y he aquí que el día esperado ha llegado; ha llegado pronto, porque así lo ha querido el Señor: Juan Pablo II es beato”.


Concluyendo la homilía, el Papa quiso dar su propio “testimonio personal” sobre el nuevo beato, con quien trabajó durante más de veinte años.


“Ya antes había tenido ocasión de conocerlo y de estimarlo, pero desde 1982, cuando me llamó a Roma como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más su persona”, afirmó. 


De él destacó dos rasgos, como hombre de oración y como testigo ante el sufrimiento. “El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio”, afirmó. 


“Y después, su testimonio en el sufrimiento: el Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una 'roca', como Cristo quería”, añadió.


“Su profunda humildad, arraigada en la íntima unión con Cristo, le permitió seguir guiando a la Iglesia y dar al mundo un mensaje aún más elocuente, precisamente cuando sus fuerzas físicas iban disminuyendo. Así, él realizó de modo extraordinario la vocación de cada sacerdote y obispo: ser uno con aquel Jesús al que cotidianamente recibe y ofrece en la Eucaristía”, concluyó.

11 de mayo de 2011

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA

Benedicto XVI: oración y sentido religioso


Hoy en la Audiencia General

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 11 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- A continuación ofrecemos el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió a los peregrinos y fieles provenientes de Italia y de todo el mundo, en la Audiencia General que se ha celebrado esta mañana en la Plaza de San Pedro
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Queridos hermanos y hermanas,
hoy quisiera continuar reflexionando sobre cómo la oración y el sentido religioso forman parte del hombre a lo largo de toda su historia. 

Vivimos en una época en la que son evidentes los signos del secularismo. Parece que Dios haya desaparecido del horizonte de muchas personas o que se haya convertido en una realidad ante la cual se permanece indiferente. Vemos, sin embargo, al mismo tiempo, muchos signos que nos indican un despertar del sentido religioso, un redescubrimiento de la importancia de Dios para la vida del hombre, una exigencia de espiritualidad, de superar una visión puramente horizontal, material, de la vida humana. Analizando la historia reciente, ha fracasado la previsión de quien, en la época de la Ilustración, anunciaba la desaparición de las religiones y exaltaba la razón absoluta, separada de la fe, una razón que habría ahuyentado las tinieblas de los dogmas religiosos y que habría disuelto “el mundo de lo sagrado”, restituyendo al hombre su libertad, su dignidad y su autonomía de Dios. La experiencia del siglo pasado, con las dos trágicas Guerras Mundiales pusieron en crisis aquel progreso que la razón autónoma, el hombre sin Dios, parecía poder garantizar.

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “Por la creación Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia ... Incluso después de haber perdido, por su pecado, su semejanza con Dios, el hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el deseo de Aquel que le llama a la existencia. Todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres” (nº 2566). Podríamos decir – como mostré en la catequesis anterior – que no ha habido ninguna gran civilización, desde los tiempos más antiguos hasta nuestros días, que no haya sido religiosa.

El hombre es religioso por naturaleza, es homo religiosus como es homo sapiens y homo faber: “el deseo de Dios – afirma también el Catecismo – está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios” (nº27). La imagen del Creador está impresa en su ser y siente la necesidad de encontrar una luz para dar respuesta a las preguntas que tienen que ver con el sentido profundo de la realidad; respuesta que no puede encontrar en sí mismo, en el progreso, en la ciencia empírica. El homo religiosus no emerge sólo del mundo antiguo, sino que atraviesa toda la historia de la humanidad. Para este fin, el rico terreno de la experiencia humana ha visto surgir diversas formas de religiosidad, en el tentativo de responder al deseo de plenitud y de felicidad, a la necesidad de salvación, a la búsqueda de sentido. El hombre “digital” así como el de las cavernas, busca en la experiencia religiosa las vías para superar su finitud y para segurar su precaria aventura terrena. Por lo demás, la vida sin un horizonte trascendente no tendría una sentido completo, y la felicidad a la que tendemos, se proyecta hacia un futuro, hacia un mañana que se tiene que cumplir todavía. El Concilio Vaticano II, en la Declaración Nostra aetate, lo subrayó sintéticamente. Dice: “Los hombres esperan de las diversas religiones la respuesta a los enigmas recónditos de la condición humana, que hoy como ayer, conmueven íntimamente su corazón: ¿Qué es el hombre, cuál es el sentido y el fin de nuestra vida, el bien y el pecado, el origen y el fin del dolor, el camino para conseguir la verdadera felicidad, la muerte, el juicio, la sanción después de la muerte? ¿Cuál es, finalmente, aquel último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, del cual procedemos y hacia donde nos dirigimos?” (nº1). El hombre sabe que no puede responder por sí mismo a su propia necesidad fundamental de entender. Aunque sea iluso y crea todavía que es autosuficiente, tiene la experiencia de que no se basta a sí mismo. Necesita abrirse al otro, a algo o a alguien, que pueda darle lo que le falta, debe salir de sí mismo hacia Él que puede colmar la amplitud y la profundidad de su deseo. 

El hombre lleva dentro de si una sed del infinito, una nostalgia de la eternidad, una búsqueda de la belleza, un deseo de amor, una necesidad de luz y de verdad, que lo empujan hacia el Absoluto; el hombre lleva dentro el deseo de Dios. Y el hombre sabe, de algún modo, que puede dirigirse a Dios, que puede rezarle. Santo Tomás de Aquino, uno de los más grandes teólogos de la historia, define la oración como la “expresión del deseo que el hombre tiene de Dios”. Esta atracción hacia Dios, que Dios mismo ha puesto en el hombre, es el alma de la oración, que se reviste de muchas formas y modalidades según la historia, el tiempo, el momento, la gracia y finalmente el pecado de cada uno de los que rezan. La historia del hombre ha conocido, en efecto, variadas formas de oración, porque él ha desarrollado diversas modalidades de apertura hacia lo Alto y hacia el Más Allá, tanto que podemos reconocer la oración como una experiencia presente en toda religión y cultura.

De hecho, queridos hermanos y hermanas, como vimos el pasado miércoles, la oración no está vinculada a un contexto particular, sino que se encuentra inscrita en el corazón de toda persona y de toda civilización. Naturalmente, cuando hablamos de la oración como experiencia del hombre en cuanto a tal, del homo orans, es necesario tener presente que esta es una actitud interior, antes que una serie de prácticas y fórmulas, un modo de estar frente a Dios, antes que de realizar actos de culto o pronunciar palabras. La oración tiene su centro y fundamenta sus raíces en lo más profundo de la persona; por esto no es fácilmente descifrable y, por el mismo motivo, puede estar sujeta a malentendidos y mistificaciones. También en este sentido podemos entender la expresión: rezar es difícil. De hecho, la oración es el lugar por excelencia de la gratuidad, de la tensión hacia lo Invisible, lo Inesperado y lo Inefable. Por esto, la experiencia de la oración es un desafío para todos, una “gracia” que invocar, un don de Aquel al que nos dirigimos.

En la oración, en todas las épocas de la historia, el hombre se considera a sí mismo y a su situación frente a Dios, a partir de Dios y respecto a Dios, y experimenta ser criatura necesitada de ayuda, incapaz de procurarse por sí mismo el cumplimiento de la propia existencia y de la propia esperanza. El filósofo Ludwig Wittgenstein recordaba que “rezar significa sentir que el sentido del mundo está fuera del mundo”. En la dinámica de esta relación con quien da el sentido a la existencia, con Dios, la oración tiene una de sus típicas expresiones en el gesto de ponerse de rodillas. Es un gesto que lleva en sí mismo una radical ambivalencia: de hecho, puedo ser obligado a ponerme de rodillas -condición de indigencia y de esclavitud- o puedo arrodillarme espontáneamente, confesando mi límite y, por tanto, mi necesidad de Otro. A él le confieso que soy débil, necesitado, “pecador”. En la experiencia de la oración, la criatura humana expresa toda su conciencia de sí misma, todo lo que consigue captar de su existencia y, a la vez, se dirige, toda ella, al Ser frente al cual está, orienta su alma a aquel Misterio del que espera el cumplimiento de sus deseos más profundos y la ayuda para superar la indigencia de la propia vida. En este mirar a Otro, en este dirigirse “más allá” está la esencia de la oración, como experiencia de una realidad que supera lo sensible y lo contingente.

Sin embargo, sólo en el Dios que se revela encuentra su plena realización la búsqueda del hombre. La oración que es la apertura y elevación del corazón a Dios, se convierte en una relación personal con Él. Y aunque el hombre se olvide de su Creador, el Dios vivo y verdadero no deja de llamar al hombre al misterioso encuentro de la oración. Como afirma el Catecismo: “Esta iniciativa de amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, la actitud del hombre es siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento de Alianza. A través de palabras y de actos, tiene lugar un trance que compromete el corazón humano. Este se revela a través de toda la historia de la salvación” (nº2567).

Queridos hermanos y hermanas, aprendamos a estar más tiempo delante de Dios, al Dios que se ha revelado en Jesucristo, aprendamos a reconocer en el silencio, en la intimidad de nosotros mismos, su voz que nos llama y nos reconduce a la profundidad de nuestra existencia, a la fuente de la vida, al manantial de la salvación, para hacernos ir más allá de los límites de nuestra vida y abrirnos a la medida de Dios, a la relación con Él que es Infinito Amor. ¡Gracias!

[En español dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los jóvenes de Guatapé, Colombia, así como a los grupos provenientes de España, México, Panamá, Argentina y otros países latinoamericanos. Os invito a que entrando en el silencio de vuestro interior aprendáis a reconocer la voz que os llama y os conduce a lo más intimo de vuestro ser, para abriros a Dios, que es Amor Infinito. Muchas gracias. 

[En italiano dijo]
Me dirijo, finalmente, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, exhortando a todos a intensificar la práctica piadosa del Santo Rosario, especialmente en este mes de mayo dedicado a la Madre de Dios. Os invito a vosotros, queridos jóvenes, a valorar esta tradicional oración mariana, que ayuda a comprender mejor y a asimilar los momentos centrales de la salvación realizada por Cristo. Os exhorto a vosotros, queridos enfermos, a dirigiros con confianza a la Virgen María mediante este pío ejercicio, confiándole a Ella todas vuestras necesidades. Os exhorto a vosotros, queridos recién casados, a hacer del rezo del Rosario en familia, un momento de crecimiento espiritual bajo la mirada de la Virgen María.

10 de mayo de 2011

YO TENIA SED, PERO DE DIOS.

Mi primera experiencia en una JMJ fue en el año 2000.

Tras haber hecho el Camino de Santiago el verano anterior, lo primero que dije a mis padres al bajar del autocar fue "al año que viene me voy a Roma". "Ya veremos, ya veremos", me dijeron ellos. Y no lo comentamos más. Pero el hecho es que a lo largo de ese año yo tenía muy presente que ese verano iría a Roma con mis amigos de la parroquia.

El viaje fue largo y había mucha gente a la que no conocía y otros con los que apenas había hablado, pero en las horas de autocar, en las catequesis, en las veladas... nos íbamos conociendo y nos lo pasábamos genial.

Recuerdo las risas, las bromas, las canciones... hasta los malos entendidos, que al aclararse también se convertían en anécdotas graciosas. Pero recuerdo sobretodo aquel día en la explanada de Tor Vergata, esperando a que llegase el Papa y protestando porque estábamos lejos y sólo lo podríamos ver en una pantalla grande que teníamos súper lejos. Allí estábamos, con sed (allí descubrí que el agua con gas no me gustaba), con calor y saltando porque se me habían puesto todos los altos delante y no llegaba a ver ni la pantalla gigante... Entonces, de repente, todos los altos se quitaron de en medio y se abrió un pequeño "pasillo" de gente dejándome a mí en la primera fila. "Ya veo, qué guay", pero vinieron unos señores con traje y se pusieron a empujarnos. "¡Eh, eh!, ya vale", decíamos, sin darnos cuenta de que esos señores eran los que velaban por la seguridad del Papa. De pronto, los empujones cesaron, y entonces apareció. En medio de todo ese revuelo habían cambiado la ruta por la que Juan Pablo II llegaría al altar y pasó justo por delante de nosotros. Y ya no se oía nada, ya nada importaba, ni la sed, ni el calor, ni el cansancio, porque la paz que Juan Pablo II transmitía superaba todo aquello. Fue entonces cuando comprendí el sentido de aquel viaje. Fue bonito hacer Iglesia, pero ver a aquel hombre derramando a Dios con cada gesto fue insuperable.

Cuando terminó de pasar, nos miramos con lágrimas en los ojos y nos abrazamos todos sin decir nada, porque ya no hacía falta hablar, con un gesto había conseguido que viésemos en su interior y en el nuestro, y ya estaba todo dicho.

Por la noche tuvimos una vigilia muy bonita en la explanada. Recuerdo que me gustó mucho y me emocioné mucho también. Pero nada como aquél primer encuentro con el Papa, que en tres segundos, me enseñó lo que era llevar a Dios a los demás.


Mónica Caro Rojo
monikii@yahoo.es